No sabemos lo que seremos
1Lo primero que leo al despertarme es una frase que dice que la ciencia es infalible, pero los sabios se equivocan siempre. Es una premonici¨®n del d¨ªa cient¨ªfico que me espera. Al salir a la calle, a primera hora de la ma?ana, encuentro el semanario L'Independent del barrio de Gr¨¢cia, que trae en primera p¨¢gina la noticia de que los laboratorios Almirall har¨¢n una residencia para cient¨ªficos especializados en I+D en lo alto de la calle del Escorial, esquina con Cam¨¨lies. La residencia tendr¨¢ seis pisos. Desde el primer momento veo como una buena noticia que irrumpa la ciencia en el barrio. Para mi aburrido arrabal la perspectiva me parece magn¨ªfica. ?Acaso la ciencia no consiste en pasar de un asombro a otro?
Me viene a la memoria de pronto que miles de investigadores espa?oles irrumpieron con firmeza, el a?o pasado, en el debate sobre el futuro de la investigaci¨®n y el desarrollo (I+D) en Espa?a presentando a la vicepresidenta del Gobierno un informe que conten¨ªa todo tipo de f¨®rmulas para el desarrollo cient¨ªfico en Espa?a. Y me pregunto si habr¨¢ cuajado el informe. Al poco rato, me saca de dudas un art¨ªculo de Pere Puigdom¨¨nech en estas mismas p¨¢ginas: "Tal como est¨¢n yendo las cosas en los ¨²ltimos a?os, se produce un sentimiento de que se est¨¢ desaprovechando una ocasi¨®n de oro para construir un sistema s¨®lido de ciencia y tecnolog¨ªa en nuestro pa¨ªs que, todos parecen estar de acuerdo, es uno de los pilares esenciales para el futuro de una sociedad avanzada como la nuestra".
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?Qu¨¦ hac¨ªa a primeros de este mes Benedicto XVI, hombre con fe cat¨®lica de ojos abiertos, en el Museo de las Artes y las Ciencias de Valencia? ?El porvenir es de las ciencias o de la familia tradicional? ?En qu¨¦ quedamos? Este Papa, en cualquier caso, tiene una forma muy inteligente y curiosa de distinguirse del anterior: a pesar de ser nada menos que Papa, es discreto, cultiva las formas elegantes y reh¨²ye el protagonismo. A veces, a pesar de su intelectualismo, tiene la maravillosa simploner¨ªa de Juan XXIII, esa sencillez cristiana que llev¨® al cardenal Roncalli a escribir una sola frase en su diario el d¨ªa en que fue elegido sucesor de P¨ªo XII: "Hoy me han hecho Papa".
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Me pregunto qu¨¦ habr¨¢ sido de Joan Stock, aquella jubilada brit¨¢nica que hace seis a?os fue la primera persona del mundo a la que le diagnosticaron una alergia a las ondas electromagn¨¦ticas emitidas por los microchips. Como las ciencias avanzan que es una barbaridad, los m¨¦dicos que la trataban llegaron a la conclusi¨®n de que las ondas afectaban a las terminaciones nerviosas del cerebro de la jubilada. La historia, basada en un hecho real, daba -sigue dando supongo- para el arranque de un cuento o de una novela. Debido a lo que le suced¨ªa a la pobre Joan, los Stock viven en una casa aislada cerca de Bristol en la que s¨®lo hay electrodom¨¦sticos de los a?os setenta. Joan no puede ver la televisi¨®n ni viajar en medios de transporte modernos. Seguramente la se?ora Stock es uno de los seres m¨¢s felices de la tierra. Pero qui¨¦n sabe. Tal vez es una se?ora muy rara. Claro que, ?para qui¨¦n puede ser rara si no tiene vecinas?
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Sabemos lo que somos, pero no lo que seremos. Creo que lo dec¨ªa mister Shakespeare.
5 "La ciencia no tiene objeto m¨¢s que dentro de s¨ª misma. La astronom¨ªa no resolver¨¢ nunca una cuesti¨®n est¨¦tica o moral. Por la teor¨ªa de Cop¨¦rnico, el hombre no va a ser mejor ni peor ni a tener m¨¢s medios de vida ni a resolver un problema sentimental", escrib¨ªa P¨ªo Baroja en 1945. Era el mismo escritor y m¨¦dico que en el 39, en pleno final de la Guerra Civil, hab¨ªa dicho que la ciencia maravillaba: no confortaba, no abrigaba, pod¨ªa tener frutos amargos, y desabridos, pero le dejaba a ¨¦l absorto y seducido. Ya en 1910, este literato de fuste (tan injustamente tenido por algunos como rancio inmovilista y retr¨®grado) dec¨ªa que en la esfera religiosa, en la esfera moral, en la social, todo puede ser mentira: "Nuestras verdades filos¨®ficas y ¨¦ticas pueden ser imaginaciones de una humanidad de cerebro enloquecido. La ¨²nica verdad, la ¨²nica seguridad, es la de la ciencia, y a ¨¦sa tenemos que ir con una fe de ojos abiertos".
Todav¨ªa hoy me asombra este Baroja cient¨ªfico, l¨²cido creyente en algo que en la actualidad posiblemente a¨²n le maravillar¨ªa m¨¢s. Me pregunto qu¨¦ pensar¨ªa ahora su fe de ojos abiertos acerca de los turbadores ¨²ltimos avances de la ciencia.
Muchas veces, en Par¨ªs, voy a la Rue Vaugirard y hago como que busco ese hotel Bretonne que una tarde de fr¨ªo invierno busqu¨¦ de verdad hasta que comprend¨ª que hab¨ªa desaparecido: ese hotel de cuarto con cama empotrada en la pared y precaria mesa con tapete en la que en 1910 comenz¨® el exiliado Baroja a escribir El ¨¢rbol de la ciencia, posiblemente su mejor novela. S¨¦ que ya no est¨¢ el hotel, que ya no lo encontrar¨¦, pero mi fe ciega en la ciencia me conduce a ir de nuevo a la Rue Vaugirard y pasar por delante del humilde albergue barojiano y saludar a ese inmueble donde estuvo el hotel y que hoy es una casa de viviendas particulares. Es mi parisina forma de pensar en Baroja, de evocar su curiosa combinaci¨®n de boina y ciencia.
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Tras un paseo neur¨®tico por los alrededores del Museo de la Ciencia de Barcelona, me digo que nada de Jules Verne y de otros escritores considerados cient¨ªficos. El verdadero cient¨ªfico es Franz Kafka. Nunca se encadena a ninguna verdad y, sin embargo, todo son verdades. Es inagotable. Se estrellan contra ¨¦l todos quienes, al querer interpretarlo por un lado u otro, reducen la infinitud de su obra. S¨®lo le falt¨® decir que el verdadero saber consiste en medir la extensi¨®n de la ignorancia.
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