Un 'anillo' con buena forja
Deslumbrante direcci¨®n de Christian Thielemann y homog¨¦neo reparto vocal en 'El oro del Rin', el pr¨®logo de la nueva tetralog¨ªa wagneriana estrenada en Bayreuth
La inauguraci¨®n oficial del 95? Festival de Bayreuth hab¨ªa tenido lugar 24 horas antes con la reposici¨®n de la inteligente lectura de Claus Guth, a medio camino entre Sigmund Freud por un lado y Edgar Allan Poe por otro, de El holand¨¦s errante. Centenares de curiosos se desplazaron a la verde colina para ver el desfile de Rolls Royce, Mercedes y otros coches de lujo que transportaban a los espectadores estrella del arte y la pol¨ªtica. A unos los aplaudieron al poner pie en la puerta del teatro; a otros les abuchearon. Cosas de la vida p¨²blica. La representaci¨®n fue endeble vocalmente, animosa orquestalmente gracias a la direcci¨®n de Marc Albrecht y poderosa teatralmente. Fue un aperitivo, pues la atenci¨®n estaba puesta en el nuevo Anillo del Nibelungo, especialmente por la direcci¨®n musical de Christian Thielemann, alzado por algunos sectores a la categor¨ªa de redentor de las esencias wagnerianas o de la m¨²sica alemana en general, tan profanada, seg¨²n ellos, por directores insustanciales de corte light. Thielemann no ha defraudado en su primera comparecencia con El oro del Rin, pr¨®logo de la tetralog¨ªa. Es m¨¢s: fue el triunfador absoluto de la representaci¨®n. De ah¨ª a que lo haya sido con el enfoque que algunos esperaban de ¨¦l hay un buen trecho.
Thielemann traza una lectura casi camer¨ªstica, con gusto por el detalle"
Tankred Dorst ha sustituido a Lars von Trier en la direcci¨®n de escena"
El director alem¨¢n se hab¨ªa preparado a conciencia para la cita. Incluso hab¨ªa declarado que su mayor ambici¨®n en esta vida era precisamente dirigir El anillo del Nibelungo en Bayreuth. Ya lo hab¨ªa hecho antes en Berl¨ªn, en su etapa al frente de la Deutsche Oper, pero no es lo mismo. Los m¨²sicos que vienen cada a?o a la orquesta de temporada de Bayreuth o los cantantes lo hacen con una vocaci¨®n y entrega excepcionales. En cualquier otro lugar les pagan bastante m¨¢s dinero. El periodo de ensayos es adem¨¢s muy largo. No hay lugar para la improvisaci¨®n. Todo ello sin contar con la ac¨²stica inigualable de la sala y con el fervor de un p¨²blico que viene de los rincones m¨¢s insospechados del planeta y que mayoritariamente vive la m¨²sica de Wagner con un fervor casi religioso. Thielemann, en efecto, se la jugaba. Un detalle revelador de por d¨®nde pod¨ªan ir los tiros de su concepci¨®n musical de El Anillo es su aproximaci¨®n aqu¨ª en Bayreuth a partir de 2002 a un t¨ªtulo como Tannh?user. Lo que m¨¢s destacaba no eran los contrastes violentos o los golpes brillantes de efecto, sino la lectura casi camer¨ªstica, su gusto por el detalle, su perfeccionismo. Algo que se ha vuelto a producir en El oro del Rin.
Thielemann se vuelca en una direcci¨®n de extremada claridad, de pureza en el desarrollo de las l¨ªneas musicales, de transparencia en la creaci¨®n de atm¨®sferas sonoras. No enfatiza m¨¢s que lo necesario para que la tensi¨®n no decaiga un segundo. Y verdaderamente no decae. Admirable es el juego de sonoridades que pone en bandeja a los cantantes, concertando en cierto modo al estilo de la ¨®pera italiana, pero con una paleta de colores de extraordinaria riqueza y enorme capacidad de seducci¨®n. Con todo ello la m¨²sica orquestal m¨¢s que sobresalir por su irresistible capacidad de hipnosis lo hace por convertirse en el soporte narrativo de la historia. ?Es esto lo espec¨ªficamente alem¨¢n? Yo me inclino a pensar que es lo espec¨ªficamente universal, lo representativo de un gran m¨²sico. A Thielemann le encasillan en exceso a veces sus propios seguidores incondicionales. Su lectura de El oro del Rin no invalida la de un Barenboim o un Rattle, pongamos por caso, y, sin embargo, es reveladora de muchas dimensiones de la obra desde la fidelidad e, incluso, desde la sencillez. La complejidad se hace accesible: un m¨¦rito de los grandes conductores.
Los cantantes respondieron con homogeneidad a un nivel notable. No sobresali¨® nadie especialmente o, en todo caso, lo hizo Andrew Shore como Alberich. Un personaje fundamental en la obra como Wotan tuvo una correcta prestaci¨®n con Falk Struckmann, aunque tal vez le haya faltado un poquito de pegada en esta primera entrega. Fueron todos ovacionados, al igual que el director musical. Un cuarto de hora duraron las aclamaciones.
No comparecieron en los saludos finales el director de escena Tankred Dorst y el escen¨®grafo Frank Philipp Schl?ssmann. Es posible que prefieran una valoraci¨®n m¨¢s globalizada al t¨¦rmino de la traves¨ªa, cuando hayan finalizado las cuatro piezas. Su papeleta es delicada, pues han sustituido al inicialmente previsto Lars von Trier, que ha tirado la toalla despu¨¦s de una buena temporada metido hasta las cejas en el proyecto. Es curioso, pero tambi¨¦n los Spielberg o Lucas coquetearon en Los ?ngeles con enfrentarse a una puesta en escena de El anillo, y al final desistieron. Dorst es un prestigioso hombre de teatro alem¨¢n de 80 a?os, en su triple faceta de autor (sus obras las han montado desde Peter Zadek a Robert Wilson), director de escena y te¨®rico con m¨¢s de una docena de libros publicados. Sin embargo, es la primera vez que trabaja en una ¨®pera. ?En qu¨¦ terreno se mueve Tankred Dorst? Es pronto todav¨ªa para sacar conclusiones, pero como primeras pistas les dir¨¢ que es bastante respetuosa con la tradici¨®n.
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