Ateos invisibles
A los ateos no se nos ve: no hacemos se?ales de humo cuando elegimos un nuevo gur¨², ni cortamos las calles para celebrar nuestros rituales, ni nos metemos con los homosexuales; pocas veces requerimos espacio en los peri¨®dicos, porque en realidad hay poco que contar.
Los ateos somos, en resumen, individuos imperceptibles y desorganizados, ni siquiera formamos un grupo. Eso explica que los ateos no tengamos un Estado cuyo jefe se entreviste con Zapatero o que no viajemos a otros pa¨ªses, cual troyanos, para contrarrestar las leyes que no nos gustan, so pretexto de celebrar un festival de la familia.
A los ateos nos aplaca el calor, y por eso si tuvi¨¦ramos un l¨ªder lo esperar¨ªamos ech¨¢ndonos la siesta para acaso recobrar nuestro esp¨ªritu. ?Qu¨¦ le vamos a hacer, los ateos somos un desastre!
Los ateos -y en esto coincidimos con los cat¨®licos- no nos creemos lo del Estado laico. Nosotros -y en esto nos diferenciamos de los cat¨®licos- perdonar¨ªamos que a Zapatero no se le viera en nuestras misas, pero es porque nosotros tambi¨¦n somos invisibles, y aun as¨ª damos ejemplo sin predicar.
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