El carrusel electoral latinoamericano
Las diferentes citas electorales de los ¨²ltimos nueve meses en Am¨¦rica Latina son jalones en un calendario constitucional previamente establecido que se repite sin excesivas sorpresas. El carrusel electoral ha estado marcado por la normalidad que supone la institucionalizaci¨®n de las elecciones para renovar o, en su caso, ratificar a la elite pol¨ªtica. No se han contabilizado anomal¨ªas relevantes que hayan salpicado su desarrollo, excepto en M¨¦xico, y los niveles de participaci¨®n se sit¨²an en intervalos razonables, manteniendo Colombia sus tradicionales pautas de elevado abstencionismo.
Los once procesos electorales han servido para que en ocho de ellos se eligiera a gobernantes y a legisladores (Honduras, Bolivia, Chile, Costa Rica, Hait¨ª, Per¨², Colombia y M¨¦xico), y en tres, solamente a sus parlamentarios (Venezuela, El Salvador y Rep¨²blica Dominicana). Antes de finalizar 2006 ir¨¢n a las urnas en Brasil, Ecuador y Nicaragua, y de nuevo en Venezuela para celebrar elecciones presidenciales, cerr¨¢ndose as¨ª un a?o electoralmente intenso y pol¨ªticamente variopinto.
La rutinizaci¨®n de estos procesos no hace sino configurar un escenario que s¨®lidamente se ha ido construyendo a lo largo del ¨²ltimo cuarto de siglo sin parang¨®n en la historia de la regi¨®n, tanto en t¨¦rminos de la extensi¨®n del fen¨®meno a la mayor¨ªa de los pa¨ªses, donde solo Cuba permanece ajena, como de duraci¨®n y estabilidad. Esta arena de contienda pol¨ªtica est¨¢ definida por un entramado institucional en el que, si bien predomina la forma de gobierno presidencialista, las reglas electorales, tanto para los comicios presidenciales como para los parlamentarios, son muy variadas, todo lo cual hace muy dif¨ªcil generalizar sobre el comportamiento electoral en Am¨¦rica Latina. Sin embargo, caben extrapolarse cinco notas que podr¨ªan ayudar a entender la situaci¨®n pol¨ªtica que ha terminado quedando dibujada tras el paso de la ciudadan¨ªa por las urnas.
En primer lugar, se constata que todos los presidentes electos forman parte de la clase pol¨ªtica con s¨®lidos anclajes en el mundo de los partidos pol¨ªticos y con experiencia previa en otros cargos de representaci¨®n popular (ex presidentes y diputados) o de alta gesti¨®n p¨²blica (ministros). Lo cual supone el alejamiento de la tentaci¨®n de la antipol¨ªtica iniciada en 1990 con Alberto Fujimori y anunciada su continuidad con Ollanta Humala.
En segundo t¨¦rmino, se registra una marcada continuidad en los resultados. En tres de los ocho comicios presidenciales ha habido reelecci¨®n (?lvaro Uribe, en Colombia, y, aunque no de forma inmediata, ?scar Arias, en Costa Rica, y Alan Garc¨ªa, en Per¨²), y en otros dos, el partido o coalici¨®n del presidente saliente ha revalidado el mandato (la Concertaci¨®n chilena y, m¨¢s concretamente, el Partido Socialista, y el Partido de Acci¨®n Nacional en M¨¦xico, aunque est¨¦ todav¨ªa presente de ratificaci¨®n por parte del Tribunal Federal Electoral). En un caso (Honduras), el Partido Liberal del candidato vencedor es una de las dos formaciones pol¨ªticas tradicionales del pa¨ªs con mayor presencia en el Ejecutivo, si cabe, que su ahora opositor Partido Nacional. Finalmente, en el desestructurado Hait¨ª, la presidencia supone cierto continuismo de la figura de Aristide.
En tercer lugar, y como contrapunto al apartado anterior, debe se?alarse la eclosi¨®n que ha supuesto el hist¨®rico triunfo de Evo Morales en Bolivia. Al hecho de ser el primer presidente que bajo los auspicios de la Constituci¨®n de 1966 ha obtenido la mayor¨ªa absoluta (circunstancia que nunca antes hab¨ªa sucedido y que hac¨ªa que fuera el Congreso el que determinara la elecci¨®n presidencial), debe sumarse la ins¨®lita naturaleza de la fuerza electoral que le ha llevado al triunfo. Se trata de un movimiento social integrado por poblaci¨®n ind¨ªgena tradicionalmente alejada de los comicios o que articulaba su participaci¨®n en expresiones neopopulistas que se hicieron presentes en la d¨¦cada de 1990 con claro componente antipol¨ªtico.
En cuarto lugar, se registra el heterog¨¦neo ascenso de partidos de izquierda. El Movimiento Al Socialismo en Bolivia se alza como la primera fuerza del pa¨ªs, e igualmente han crecido el Partido de la Revoluci¨®n Democr¨¢tica, en M¨¦xico, y el Polo Democr¨¢tico, en Colombia. Por primera vez en la historia de sendos pa¨ªses, dos grupos de izquierda se sit¨²an como segunda fuerza pol¨ªtica con s¨®lidas opciones de poder en el futuro pr¨®ximo. Por otra parte, el mantenimiento de su posici¨®n de la izquierda en Chile y en El Salvador completa un panorama ambiguamente cerrado gracias al relativo ¨¦xito del Partido Aprista Peruano, formaci¨®n integrada en la Internacional Socialista.
Finalmente, el horizonte que queda establecido en lo relativo a las relaciones entre los poderes ejecutivo y legislativo, cuya relevancia es a¨²n mayor en contextos presidencialistas con multipartidismo, muestra que, salvo en los casos de Bolivia, Chile, Colombia, Rep¨²blica Dominicana y Venezuela, en los restantes seis pa¨ªses el Ejecutivo deber¨¢ procurar acuerdos -espor¨¢dicos o, preferiblemente, de mayor calado- para llevar a cabo su acci¨®n de gobierno y evitar la par¨¢lisis como consecuencia de no contar con una mayor¨ªa propia en el legislativo. ?ste es el escenario que, por otra parte y con respecto al mandato anterior, se repite en Costa Rica, El Salvador y Honduras, donde al gobierno apenas si le falta un pu?ado de votos en el Congreso, y mucho m¨¢s dram¨¢ticamente en M¨¦xico y en Per¨², donde la bancada gubernamental queda muy lejos de la mayor¨ªa.
Finalmente, no parece que los resultados de los comicios todav¨ªa por celebrarse en los cuatro pa¨ªses indicados al principio y que cierran el carrusel electoral puedan introducir realidades que hagan variar sensiblemente el horizonte que hoy ofrece la pol¨ªtica electoral latinoamericana.
Manuel Alc¨¢ntara S¨¢ez es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica y director del Instituto de Iberoam¨¦rica de la Universidad de Salamanca.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.