L¨ªbano, tr¨¢gico caleidoscopio de Oriente Pr¨®ximo
L¨ªbano ha sido siempre el laboratorio donde se reflejan las tensiones demogr¨¢ficas y confesionales de Oriente Pr¨®ximo y el peque?o escenario en el que se ponen en juego todas las rivalidades locales e internacionales de la regi¨®n. El tr¨¢gico peaje de este ingrato destino lo ha pagado siempre -?y de qu¨¦ manera!- su poblaci¨®n civil.
El an¨¢lisis de la guerra actual desvela una profundidad estrat¨¦gica y unos m¨¦todos para conseguir los fines que van m¨¢s all¨¢ del acontecimiento puntual que aparentemente la ha desencadenado (la captura de dos soldados israel¨ªes por Hezbol¨¢, circunstancia nada nueva y que en tres ocasiones anteriores Israel hab¨ªa negociado). En su b¨²squeda por remodelar Oriente Pr¨®ximo a su imagen y semejanza pol¨ªtica, parece darse la confluencia israel¨ª y estadounidense de emplear no importa qu¨¦ nivel de acci¨®n militar, y sus correspondientes "da?os colaterales", para destruir a los actores regionales hostiles a la clientelizaci¨®n de sus intereses. ?ste es el caso de Ham¨¢s y de Hezbol¨¢, como lo fue el de Sadam Husein y ahora lo es el de Muqtada al-Sadr en Irak.
Esta pol¨ªtica militarista no s¨®lo engendra una violencia que pagan de manera brutal las poblaciones civiles de los unos y los otros, aunque con diferente intensidad, sino que tambi¨¦n alimenta consecuencias y contradicciones nefastas para todo Oriente Pr¨®ximo, incluidos Israel y EE UU.
Desde la perspectiva de estos dos ¨²ltimos, la actual devastaci¨®n del L¨ªbano est¨¢ alimentando sinergias contrarias a las buscadas. La revoluci¨®n del cedro y la retirada de las tropas sirias, asumiendo la resoluci¨®n 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU, parecieron convencer al mundo de que la presencia siria hab¨ªa sido la ra¨ªz de todos los problemas libaneses. La situaci¨®n actual ha puesto en evidencia que la retirada de Siria no era la panacea que resolv¨ªa los desaf¨ªos internos y regionales libaneses y, adem¨¢s, le ha permitido hacer un buen papel, a nivel popular, acogiendo a los refugiados libaneses en su territorio y facilitando la llegada de la ayuda humanitaria internacional, en tanto que Israel la dificulta.
Hezbol¨¢ est¨¢ ganando la guerra pol¨ªtica en L¨ªbano y en el mundo ¨¢rabe e isl¨¢mico. Este conflicto se ha convertido tambi¨¦n en una guerra de ocupaci¨®n, dado que Israel ha invadido el sur del L¨ªbano y parece decidido por el momento a ocuparlo hasta el r¨ªo Litani (cuyas fuentes de agua son hist¨®ricamente codiciadas por Israel). La ocupaci¨®n territorial es el hecho m¨¢s revulsivo de Oriente Pr¨®ximo, que promueve inmensas resistencias. Hezbol¨¢, lejos de ser demonizado como buscan israel¨ªes y estadounidenses, se ha erigido de nuevo en el art¨ªfice de la resistencia a la ocupaci¨®n, con una popularidad que trasciende las fronteras de L¨ªbano.
Algo ins¨®lito ha sido ver en una gran manifestaci¨®n en la Universidad de al-Azhar en El Cairo, coraz¨®n del islam sun¨ª, alzarse una enorme pancarta de la imagen de Hasan Nasral¨¢. Es m¨¢s, dentro de las complicadas relaciones entre sun¨ªes y chi¨ªes ¨¢rabes, se est¨¢ produciendo una catarsis unitaria nunca vista hasta ahora. Adem¨¢s, lo que ocurre en L¨ªbano tiene repercusiones negativas en el otro catastr¨®fico escenario, el iraqu¨ª. El muy influyente y hasta ahora conciliador Ali Sistani tambi¨¦n ha alzado la voz de manera contundente tras la matanza de Qana: "Horribles consecuencias acontecer¨¢n en la regi¨®n si no se impone un inmediato cese el fuego a esta agresi¨®n israel¨ª", dijo. Estas palabras iban dirigidas a EE UU, al que, ante su fracaso para contener la insurgencia iraqu¨ª sun¨ª, el levantamiento de los chi¨ªes iraqu¨ªes le supondr¨ªa su peor pesadilla.
El discurso occidental sobre la democratizaci¨®n en el mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n ha quedado definitivamente desacreditado. La mezcla de bombas y eleccio-
nes es una mala alquimia. Y esto es lo que ocurre en las dos geograf¨ªas ¨¢rabes donde se hab¨ªan desarrollado elecciones pluralistas y democr¨¢ticas, Palestina y L¨ªbano.
Los aliados ¨¢rabes de Estados Unidos se han visto en tan cr¨ªtica situaci¨®n por los muertos civiles y la destrucci¨®n del L¨ªbano que han levantado inusitadamente la voz. El primer ministro iraqu¨ª, al-Maliki, ha hablado de cr¨ªmenes de guerra; Fuad Siniora, primer ministro liban¨¦s de claro perfil pro-occidental, ha dicho que el triunfo de Hezbol¨¢ es el del L¨ªbano; y el rey Abdala de Jordania ha declarado que "la paz se consigue devolviendo territorios ocupados y estableciendo un Estado palestino". Y, en este complejo tablero de Oriente Pr¨®ximo, Qatar, actual miembro ¨¢rabe del Consejo de Seguridad de la ONU, vot¨® en contra de la resoluci¨®n que conminaba a Ir¨¢n a poner fin al enriquecimiento de uranio bajo amenaza de sanciones. La sensatez de Qatar contrast¨® con la imprudencia de meter prisas y presi¨®n a ese conflicto latente, en el peor momento para convencer a Ir¨¢n sobre su seguridad en la regi¨®n.
Con una reprochable lentitud, la comunidad internacional ha aprobado finalmente -a trav¨¦s del Consejo de Seguridad de la ONU- la resoluci¨®n 1701, que aboga por el cese de hostilidades. Es cierto que la soluci¨®n a esta crisis exige una visi¨®n global, un buen entendimiento del contexto pr¨®ximooriental y no volver a un simple statu quo ante. Deber¨ªa ser la oportunidad para abordar las cuestiones claves que provocan guerras y muertes de inocentes.
Es el momento de la diplomacia y la pol¨ªtica y, por ello, el cese del fuego es ineludible, como lo es reforzar el papel de Naciones Unidas como intermediador y pacificador. Tambi¨¦n lo es integrar a Siria e Ir¨¢n en la resoluci¨®n del conflicto, por su potencial influencia sobre Hezbol¨¢ y porque representan poderes estrat¨¦gicos en la regi¨®n. El consenso de Israel es tan insoslayable como el del Gobierno liban¨¦s en las resoluciones que se tomen, as¨ª como por parte de Hezbol¨¢. ?sta forma parte del Gobierno liban¨¦s, hecho democr¨¢ticamente ganado, y no est¨¢ en la lista de grupos terroristas de la Uni¨®n Europea, lo cual abre posibilidades de interlocuci¨®n aunque sea indirecta.
Es totalmente cierto que el Estado liban¨¦s debe poner fin a ese doble poder militar del ej¨¦rcito liban¨¦s y la milicia de Hezbol¨¢, pero no es bombardeando el pa¨ªs como se conseguir¨¢. De hecho, antes de desencadenarse el conflicto, Nasral¨¢ y otros l¨ªderes del partido participaron en una serie de reuniones de "di¨¢logo nacional" para establecer los t¨¦rminos de su desarme. La din¨¢mica interna estaba abierta, y si no se hab¨ªa llegado a ninguna conclusi¨®n antes de julio fue porque Hezbol¨¢ insist¨ªa en que sus armas eran a¨²n necesarias para defender al L¨ªbano. Si era un pretexto, los acontecimientos actuales no lo han debilitado.
Garantizar la paz y la seguridad de libaneses e israel¨ªes exige un estadio de intermediaci¨®n de fuerzas internacionales en el sur del L¨ªbano, bajo mandato de la ONU, pero con la ineludible retirada del Ej¨¦rcito israel¨ª. El intercambio de prisioneros debe presidir tambi¨¦n el arreglo, as¨ª como resolver las cuestiones territoriales pendientes, decidiendo definitivamente las fronteras, lo cual exige abordar los primeros par¨¢metros de negociaci¨®n con respecto a la ocupaci¨®n israel¨ª de las granjas de Chebaa y los Altos del Gol¨¢n, y, lo que es fundamental, poner fin a la situaci¨®n que vive Gaza y crear un Estado palestino que responda a las fronteras de 1967.
De hecho, se trata de aplicar la ley internacional y las resoluciones de Naciones Unidas, tan ignoradas en esta regi¨®n del mundo cuando no es un pa¨ªs ¨¢rabe o musulm¨¢n quien tiene que acatarlas. La reciente resoluci¨®n del Consejo de Seguridad no aborda de modo determinante estas cuestiones, pero sin esos ingredientes no se podr¨¢ cocinar ninguna paz duradera en Oriente Pr¨®ximo, sino m¨¢s bien se recalentar¨¢n la radicalizaci¨®n y el extremismo.
Gema Mart¨ªn Mu?oz es directora de Casa ?rabe y del Instituto Internacional de Estudios ?rabes y del Mundo Musulm¨¢n.
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