La pasi¨®n
Que la vida iba en serio, nos dimos cuenta despu¨¦s.
Qu¨¦ dif¨ªcil me resulta escribir sobre lo que no dimensiono, sobre lo que no comprendo, sobre lo que no tiene explicaci¨®n (la mente Esparza es cartesiana).
M¨¢s all¨¢ de la pura raz¨®n cient¨ªfica... ?Por qu¨¦ la muerte? ?Por qu¨¦ ahora? ?Por qu¨¦ a ti, a los 59? ?Qu¨¦ injusto! ?Qu¨¦ indignante! A m¨ª no me complace especialmente la eternidad. Es poco propensa a los reencuentros.
Jol¨ªs, mi primo Jol¨ªs, se ha perdido, o mejor, le han robado (?qui¨¦n?) un tercio de su vida. El ultimo tercio. Quiz¨¢s el m¨¢s placentero, el m¨¢s sereno. El mejor. Ver consolidados a sus hijos, disfrutar de la emoci¨®n de los nietos (yo tengo ese privilegio por cuadriplicado). Vivir sereno, tranquilo. Todo lo que hab¨ªa que hacer, todo lo que hab¨ªa que cambiar (para sentirse vivo), todo lo que hab¨ªa que pagar, ya est¨¢ hecho, casi cambiado y pagado...., o no se hace ni se paga. Esa etapa de vivir en tolerancia (todo es entendible), en eclecticismo (todo es verdad y no, simult¨¢neamente), diciendo lo que se piensa sin pensar lo que se dice. Y sobre todo en dulzura, confiando en nuestras inseguridades, sin prisas, paladeando. A veces en soledad. Como en una ceremonia.
Porque si alg¨²n sentimiento tuviera que definir a Jol¨ªs, ese ser¨ªa, sin duda, la pasi¨®n. La pasi¨®n ha sido su forma de vivir. Ese impulso, por naturaleza excesivo, y casi siempre incontrolado, le ha valido sus grandes amigos (no pocos), amigos interminables. Y a la vez, como precio necesario, le ha castigado con sus enemigos (pocos) lo que tampoco es necesariamente malo. Es saludable la diferencia.
Torbellino de la naturaleza. Avasallador. Hedonista. Vitalista. Festero. Devorador de la vida minuto a minuto. Derrochador de afectos. Culto. Generoso. Seductor al fin.Amigo ilimitado. Y paralela e, incluso, simult¨¢neamente, capaz de inesperadas y contundentes cr¨ªticas y desplantes. Siempre parec¨ªa haber rebasado la edad de la prudencia. As¨ª era Jol¨ªs. De 98 octanos. Participaba de lo que dec¨ªa Jorge Guillem: "Amigos y nadie m¨¢s.El resto...., la selva".
Su potencia, reconocida por sus m¨¢s ¨ªntimos detractores, le ha llevado a conseguir todo lo que ha sido. Nadie le ha regalado nada. Todo a pulso. A pulm¨®n. Sin red. Jol¨ªs era de los de la cofrad¨ªa del clavo ardiendo. Para atr¨¢s, ni para tomar impulso. Nunca reclam¨® un espacio para ganar, sino uno para luchar. Creo que entend¨ªa, con Sartre, que el hombre debe inventarse cada d¨ªa. Lo cierto es que crecer y adaptarse a los tiempos, es un lujo reservado a unos pocos. Jol¨ªs, uno.
Esa fuerza pasional ha exigido que otros, como siempre, los dem¨¢s, tuvieran que adaptarse, seguirle, acoplarse, recibiendo magn¨ªficas compensaciones, y, en no pocas ocasiones, alg¨²n que otro estufit imprevisto. Como buena Mantis Religiosa que era (por m¨¢s que dio m¨¢s pruebas de mantis que de religiosa). Y eso, como nadie, lo ha hecho su gente. Algunos amigos, sin mayor esfuerzo, siempre beneficiarios, entiendo. Pero sobre todo su mujer Mar y sus hijos, Mar (?qu¨¦ huevos!), Juan y Jol¨ªs. Y sus hermanos Santi y Elena, siempre de guardia. Todos permanentemente dispuestos. Desde siempre y hasta el final, a costa de horas de sue?o y alg¨²n jir¨®n de piel. Nada f¨¢cil. Chapeau!
La prensa ha subrayado la importante presencia de Jol¨ªs en su tiempo, en su medio, en su sociedad. Referencias merecidas a un esfuerzo, muchas veces gratuito e incomprendido. No voy a insistir aqu¨ª.
Pero yo soy quiz¨¢s el que m¨¢s, de unos pocos, ha disfrutado de lo mejor de Jol¨ªs, hasta que el maldito tumor, el hachazo invisible y homicida, que citaba su amigo, nuestro entra?able amigo, Alejandro M¨¢?ez, le ha derribado. Supongo que le v¨ª nacer (privilegio de ser un a?o mayor) en Sorn¨ª 17 (hoy 13), en la casa de la familia Esparza (gente magn¨ªfica), en la que nos separaba te¨®ricamente un piso. Espacio que se encarg¨® de hacer desaparecer "la escalera peque?a" (la interior) que un¨ªa las puertas siempre abiertas de nuestras casas. Abiertas por deseo de nuestras madres, que expresamente nos criaron como una sola familia. Sin alaracas, con la austeridad, sencillez y solidez Esparza. En medio del inolvidable sonido de deslunado, lleno de copla y de interminable serial radiof¨®nico. El de la t¨ªa Teresa: Tres hombres buenos. Cap¨ªtulo 2.943.
Creo que hasta mi madre le dio un tiempo el pecho a Jol¨ªs, a causa de una incomprensible carencia de mi t¨ªa Fina, que exhib¨ªa facultades m¨¢s que sobradas para el menester. Quiz¨¢s eso ha causado esas diferencias que manteniamos entre nosotros, y que tanto nos han unido.
Se amontonan en m¨ª ahora tantos y tantos recuerdos, a m¨¢s velocidad de la que puedo escribir, con los ojos mojados y la venas del cuello hinchadas. La terraza de los abuelos (?qu¨¦ calidad de abuelos, qu¨¦ privilegio!). All¨ª el futbol con Ernesto Hern¨¢ndez y Santi, las "noches en los jardines de Esparza", como las bautiz¨® nuestro primo Luis Costa (otro esp¨ªritu refinado y delicioso), con las guitarras, provocando la complicidad y las iras del vecindario. Junto con toda la primada, los Costa, los Esparza, tu hermano Santi, mi hermana Carmencita, superando voluntaria y dulcemente incomprensibles rencillas de generaciones anteriores. ?Te acuerdas Jol¨ªs? (Me resisto a seguir manteniendo la distancia de escribirte en tercera persona. No puedo digerir a¨²n tu ausencia. Tu injustificada ausencia).
La muerte de tu hermano, mi primo Javier. Nuestro primer manotazo duro. El primer golpe helado. ?l fue quien te inspir¨® tu primera composici¨®n, tu primera canci¨®n. Qu¨¦ angustia! Y luego las verbenas del N¨¢utico, de la H¨ªpica, los guateques (siempre peleando por las m¨¢s guapas, a costa de 99 noes, si hac¨ªa falta. La pasi¨®n. Ya la pasi¨®n). En casa de Rafecas, en casa de Fernando Campos y en la de tantos otros siempre dispuestos a emocionarnos con las castas faldas escocesas y la m¨²sica, nuestra m¨²sica, la de los 60. Cuanto le debemos a Sapore di Sale, a Only You y no digo nada de Cuando calienta el sol. Mas tarde la facultad, la lucha democr¨¢tica.Y despu¨¦s, desde la abogac¨ªa, buscando siempre espacios de libertad, defendiendo los ataques de los salvapatrias (ya vencidos ) a los dem¨®cratas que se la jugaban desde los Sindicatos, desde la Prensa, desde la propia Justicia.
Pero si alg¨²n recuerdo me une interminablemente a ti es The Michaels. Cu¨¢ntas horas (nos parec¨ªan un suspiro) inventando m¨²sica en la buhardilla de la abuela de Pepe Coll, Do?a Pepita. Sacando los acordes de las canciones de Elvis, de los Beatles, que nos parec¨ªan nuestras (quiz¨¢s lo eran). Con esa indignante facilidad tuya para la m¨²sica, como la del Corto y la de Pepe Coll, que me obligaba a blanquear mi torpeza con el infalible Et Maintenant. ?Te acuerdas c¨®mo con una simple mirada c¨®mplice d¨¢bamos la entrada a nuestros instrumentos, incluso a la atronadora bater¨ªa de Pepe Coll, y esa magia nos hac¨ªa sonre¨ªr en pleno rock, cuando no nos humedec¨ªa los ojos? Nada mejor que tu House of the reising sun, tu What?d I say ,tu Tutti frutti. Las Maikeladas en nuestros revivals, ya con nuestras barriguitas, en Rocafort, en Campo Olivar, con todos nuestros ancianos fans (la ¨²ltima, con Pepito Coll en casa Ricardo Fuster, 1994).
Los Michaels. ?Qu¨¦ factor de riesgo? S¨®lo quedamos dos. Y el Corto tiene ventaja al ser m¨¢s bajito. ?Qu¨¦ miedo?. ?Porqu¨¦ os habeis ido tan pronto? Pepito Coll, el nostre Pepe. Fernando Campos, tan genial, tan malvado, tan divertido. Y ahora tu. No hay derecho.
No ment¨ªa quien dijo que nadie muere mientras se le recuerda. Si eso es as¨ª, yo te prometo, Jol¨ªs, que ser¨¢s eterno. Como lo son Pepe y Fernando. Los tuyos, tu familia, tus amigos, no te van a olvidar. Y por lo que a mi repecta, con la eterna promesa de llevarte en el coraz¨®n, me quedo con la amargura y la indignaci¨®n (ese gato negro y rabioso instalado en el est¨®mago), abrazado a Pepe Errando, de no poder oir ya nunca m¨¢s, en tu voz de rockero poderoso, que el maldito tumor de los c.... ha reducido a susurro tu A bamba buluba bulan bam bu.
Voy a quemar mi contrabajo, voy a incendiar mi Fender, que ya desconect¨¦ cuando se fue Pepe Coll, para unir sus cenizas a las tuyas. Ll¨¦vatelas donde vayas. Y que sea donde m¨¢s guste, donde mejor se encuentre tu pasi¨®n. Quiz¨¢s en un interminable espacio entre el cielo de Rocafort y la mar de D¨¦nia.
Para el viaje (ojal¨¢ sea como el de ?taca) te quiero regalar un trozo del poema de Garcia Lorca, con quien tanto disfrut¨¢bamos: Dulce chopo / Te has puesto de oro / Ayer estabas verde / Un verde loco / De p¨¢jaros gloriosos / Hoy est¨¢s abatido / Bajo el cielo de Agosto / Como yo bajo el cielo / De mi esp¨ªritu rojo.
Te quiero. Te querr¨¦, Jol¨ªs.
Tu primo.Vicente Rodriguez.El autor recuerda las vivencias compartidas
con Jos¨¦ Luis P¨¦rez de los Cobos y su amor
por la vida y la libertad
Vicente Rodr¨ªguez Esparza es abogado y miembro del Club Jaume I.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.