El vuelo interrumpido
No era su primera muerte, s¨®lo que esta vez iba en serio. A Hilario Camacho, cantautor de nubes, vuelos, soledades y melancol¨ªas lo "mataron" con una breve rese?a en una revista musical a comienzos de los a?os ochenta. El maldito rumor se hab¨ªa extendido en ciertos ambientes musicales de Madrid, su ciudad, de la que faltaba desde hac¨ªa un tiempo este madrile?o de Chamber¨ª, compositor de espl¨¦ndidas y memorables baladas que rompieron la previsible monoton¨ªa del folk primerizo y de la canci¨®n mal llamada de protesta en Espa?a.
Aunque se hab¨ªa marchado casi sin despedirse, los amigos sab¨ªamos que su guitarra y ¨¦l compart¨ªan vivencias y experiencias con sus colegas de Barcelona. Eran los a?os de la Orquesta Mirasol, y de La Plater¨ªa, de Sisa y del Gato P¨¦rez. A orillas del Mediterr¨¢neo se descubr¨ªa la m¨²sica latina entre efluvios hippies y reminiscencias progres.
Hilario volvi¨® a Madrid con la salsa en el equipaje y como casi siempre los productores discogr¨¢ficos de la capital le miraron como si se tratase de un marciano y le dieron la espalda; luego, cuando la salsa catalana y los ritmos latinos traspasaron las barreras oce¨¢nicas y auton¨®micas, Hilario Camacho ya volaba por otros rumbos, los suyos, personal¨ªsimos y alejados de cualquiera de esas etiquetas tan socorridas para empaquetar y comercializar los productos art¨ªsticos. El folk, el pop, la salsa y el rock resonaban en sus canciones, incorporados a su inquieta y viajera forma de hacer.
Hilario Camacho pertenece a esa generaci¨®n que cumpl¨ªa o bordeaba los 20 a?os en 1968, una cifra que en la Espa?a de la Dictadura adoptaba aires muy diferentes de los que soplaban en Par¨ªs o en San Francisco.
A finales de los a?os sesenta Hilario forma parte del grupo Canci¨®n del Pueblo con Elisa Serna, Adolfo Celdr¨¢n y Cachas, entre otros, una agrupaci¨®n pol¨ªticamente comprometida que se propon¨ªa devolver la canci¨®n popular a su p¨²blico, recuperar su funci¨®n social y, por supuesto, denunciar con antiguas y nuevas palabras, de la tradici¨®n, propias o de poetas silenciados, las ignominias, corrupciones y represiones del r¨¦gimen franquista.
Los guerrilleros de Canci¨®n del Pueblo actuaban en recitales casi siempre improvisados para que no pudieran ser prohibidos, en centros obreros, colegios mayores, Facultades, asociaciones de vecinos, incluso en parroquias de barrio con cura progre. El underground madrile?o era simplemente clandestino.
Hilario Camacho grab¨® su primer disco a finales de los a?os sesenta con una ef¨ªmera editorial creada en la Universidad de Madrid, un escueto single con dos textos del poeta cubano Nicol¨¢s Guill¨¦n, El desahucio y El fusilamiento, musicados por ¨¦l. En la misma compa?¨ªa y por las mismas fechas debutaba discogr¨¢ficamente el aragon¨¦s Jos¨¦ Antonio Labordeta. Pero el artista madrile?o no quiere volar con alas prestadas y no se encuentra c¨®modo con la obligaci¨®n moral, a veces consigna, de hacer expl¨ªcito en cada canci¨®n, en cada estribillo, el compromiso ideol¨®gico.
No faltar¨ªa en aquellos a?os el aspirante a comisario pol¨ªtico que le sermoneara por componer canciones "peque?o burguesas", canciones de amor, de sentimientos, escritas con la cabeza, pero sobre todo con el coraz¨®n, canciones tristes a veces tocadas con un punto de iron¨ªa, canciones ¨ªntimas que fluctuaban entre lo cotidiano y lo on¨ªrico. Canciones escritas al d¨ªa con sus amigos, canciones De paso, t¨ªtulo de su primer elep¨¦, producido y grabado por Alain Milhaud, el productor y descubridor de Los Bravos, Los Canarios y Los Pop Tops, una rara avis en el mezquino y adocenado paisaje musical de aquellos a?os.
En estos ¨²ltimos meses Milhaud e Hilario se hab¨ªan reencontrado para crear, recrear y recrearse en un disco que resultar¨ªa p¨®stumo y que promete ser imprescindible, inolvidable, para los fieles de este artista de "culto", agridulce clich¨¦ que consagra a los artistas minoritarios, que no de minor¨ªas, a los que persisten, como ¨¦l en una trayectoria personal al margen de las modas y que por tanto siempre son modernos y ser¨¢n cl¨¢sicos.
Entre Milhaud y Milhaud, Hilario Camacho dej¨® un pu?ado de discos, generalmente mal distribuidos y promocionados, con magn¨ªficas y entra?ables canciones que volcaba en sus actuaciones en directo en locales de peque?o y mediano aforo, solo o en compa?¨ªa de otros, siempre excelentes m¨²sicos, seg¨²n lo permitieran las condiciones econ¨®micas.
S¨®lo una de sus canciones merecer¨ªa el presunto honor de las listas de ¨¦xitos, apoyada por la televisi¨®n, Tristeza de amor. Antes de irse de paso, Hilario Camacho nos dej¨® hermosas canciones como Los cuatro luceros, Cuerpo de ola, Madrid amanece, Final de viaje, Solo t¨² o Taxi... Y nos dej¨®, esta vez de veras, a sus fieles y a sus fieles amigos con sus palabras y su m¨²sica rondando en nuestros corazones: Volar es para p¨¢jaros.
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