Madrid matem¨¢tico
El pr¨®ximo martes comenzar¨¢ en Madrid la reuni¨®n del Congreso Internacional de Matem¨¢ticas (ICM). Miles de cient¨ªficos de todo el mundo debatir¨¢n peliagudas cuestiones relacionadas con entes abstractos, como n¨²meros, figuras geom¨¦tricas o s¨ªmbolos. Dios, tri¨¢ngulo equil¨¢tero con ojo en medio, es pura geometr¨ªa. Por tanto, Madrid ser¨¢ tambi¨¦n, fugazmente, capital universal de la Teolog¨ªa sin intromisiones de la Conferencia Episcopal. La Villa pasar¨¢ a la historia si se solventa aqu¨ª, como pretende el ICM, uno de los principales problemas del milenio, la Conjetura de Poincar¨¦. El Instituto de Matem¨¢ticas Clay (Cambridge) ofrece un mill¨®n de d¨®lares a quien resuelva al fin el enigma.
El f¨ªsico franc¨¦s Henri Poincar¨¦ (1854-1912) elabor¨® en 1904 la enrevesada conjetura que, aunque di¨¢fana como un nublado, ha tra¨ªdo de cabeza al mundo durante m¨¢s de 100 a?os. El enunciado es sencillo: "Para n = 3, la ¨²nica superficie compacta, orientable y simplemente conexa es homeoforma a la esfera Sn". Algo tan evidente puede resultar enrevesado para el vulgo, pero una amiga, profesora de Matem¨¢ticas, me lo resume de forma tan comprensible como el misterio de la Sant¨ªsima Trinidad: "La superficie de una esfera es simplemente conexa". Por supuesto. Faltar¨ªa m¨¢s.
Al socaire de la reuni¨®n matem¨¢tica, ha llegado a Madrid el hispanista y fil¨¢ntropo escoc¨¦s R. Mac Singstone (Edimburgo, 1943) para airear una asilvestrada teor¨ªa matem¨¢tica y vital: "S¨®lo nos tienen que preocupar los problemas. Pero s¨®lo es problema lo que tiene soluci¨®n; lo que carece de soluci¨®n no debe preocuparnos en absoluto. De todo lo cual se colige que, como la humanidad no tiene remedio ni soluci¨®n, no hay por qu¨¦ preocuparse de casi nada. La muerte, por ejemplo, no constituye problema alguno al carecer de soluci¨®n. Por tanto, que cada cual haga de su capa un sayo, y a quien Dios se la d¨¦, que san Pedro se la bendiga".
La reuni¨®n del ICM puede convertir a Madrid en capital, no s¨®lo de la Matem¨¢tica y la Teolog¨ªa, sino tambi¨¦n de la Metaf¨ªsica, el Epicureismo y el Estoicismo. Acaso estemos en los inicios de otro Siglo de Oro. Cervantes y Quevedo, encantados.
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