El club de Homer
Las carreras clandestinas de coches o de motos no son un fen¨®meno nuevo. Tienen, en general, un sello juvenil. Suceden desde hace tiempo, tanto en Espa?a como en otros pa¨ªses. Son objeto de juegos de v¨ªdeo y de pel¨ªculas ambientadas en Miami, Los ?ngeles o Tokio. El ¨²ltimo bodrio de A todo gas se puede ver este verano en las pantallas espa?olas. En Andaluc¨ªa, quienes practican estas competiciones se autodenominan Homer, como el personaje de la exitosa serie de televisi¨®n Los Simpson, en detrimento de los Flander, una familia a la que sus vecinos consideran torpes. Homer Jay Simpson, en cambio, contin¨²a siendo, a sus treinta y tantos a?os, un irresponsable infantil.
El fen¨®meno ha sido analizado por soci¨®logos para describir grupos que buscan el riesgo y la infracci¨®n, as¨ª como por psic¨®logos, que lo ligan a problemas de carencia afectiva e influencias externas. Pero quienes m¨¢s los padecen son los Flander, es decir, los ciudadanos normales, que, a pie o montados en otro autom¨®vil, ven impotentes llegar estos b¨®lidos manejados por temerarios descerebrados. Es verdad que no faltan personas que se prestan a jalearles como espectadores. En el Pa¨ªs Vasco se ha hablado de construir circuitos autorizados para permitir que un particular emule a Alonso. Tal vez el subid¨®n de adrenalina no ser¨¢ el mismo para quienes sepan que no infringen la ley.
Cuando ocurre un incidente mortal como el registrado el pasado jueves en Marbella, hay motivo para la reflexi¨®n y la perplejidad ante la estupidez humana. Un joven portugu¨¦s, de 26 a?os, que disfrutaba tranquilamente de sus vacaciones en Espa?a con otros tres amigos, muri¨® al volante de un modesto Citro?n al ser embestido por un Ferrari, conducido por un italiano, de 19, que compet¨ªa con otros dos pilotos de igual nacionalidad que iban en otro Ferrari y un Lamborghini. Circulaban a 150 kil¨®metros por hora, el triple de lo permitido, y desde luego ajenos a la p¨¦rdida del carn¨¦ o del pago de multas. En realidad, d¨ªas antes hab¨ªan sido multados en Guadix y Sevilla por conducci¨®n temeraria. Los agresores son de familias acomodadas; no as¨ª el fallecido. Pagar¨¢n seguramente con c¨¢rcel; tal vez salgan pronto gracias a su estatus social, pero no por ello se podr¨¢ afirmar que no son unos est¨²pidos asesinos.
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