Fernanda de Utrera, cantaora de flamenco
Estaba considerada como la mejor int¨¦rprete de sole¨¢ de todos los tiempos
Ha muerto Fernanda Jim¨¦nez Pe?a, Fernanda de Utrera, nacida hace 83 a?os en Utrera, Sevilla. Hac¨ªa a?os que arrastraba el mal de Alzheimer. Fue, seguramente, la mejor solearera de todos los tiempos.
Nieta de Fernando Pe?a Soto, El Pinini, aquel jocundo matarife que fund¨® una ampl¨ªsima familia de gitanos flamencos y que se emborrachaba cada d¨ªa hasta el alboroto de la Fuente Vieja en su pueblo, hermana de Bernarda de Utrera, junto a la cual cant¨® durante much¨ªsimos a?os, Fernanda llevaba en su sangre todas las credenciales precisas para ser cantaora de raza.
Fue eminente, ya lo hemos dicho, en el cante por sole¨¢. Tambi¨¦n interesante en alg¨²n otro estilo -buler¨ªas, tangos, canti?as de su abuelo El Pinini-, y como fandanguera se sal¨ªa realmente de lo com¨²n. Porque, como ella dec¨ªa, hay que poner el coraz¨®n. "Yo tengo un fandango grabao, eso de a mis ni?os no me los abandones..., pues desde que muri¨® una hermana m¨ªa, eso no lo pueo yo cantar, porque me acuerdo de mi hermana que dej¨® a sus hijos solos. Me la pide la gente y forz¨¢ la canto; pero me entra un repeluzno y una descomposici¨®n de cuerpo, que no pueo, ea, que no pueo".
Sus soleares pod¨ªan ser memorables cuando estaba en buenas condiciones para cantar, lo que no siempre ocurr¨ªa, sobre todo en sus ¨²ltimos a?os de actividad. Pero en sus mejores tiempos, su voz oscura y rota, casi siempre insuficiente pero pre?ada de duendes y misterio, era un instrumento que transmit¨ªa al oyente emoci¨®n y escalofr¨ªo en cada uno de los tercios. Dec¨ªa Ricardo Molina que las soleares de Fernanda eran "magia pura y abism¨¢tica"; Caballero Bonald hablaba de "su nobil¨ªsima, sollozante y profunda expresi¨®n"; Jim¨¦nez D¨ªaz afirmaba que cada palabra en su cante por sole¨¢ era "un manantial de sangres"; F¨¦lix Grande hablaba de "la voz de mujer m¨¢s tierna y ronca, desesperada y delicada de cuantas honran el desconsuelo piadoso del flamenco".
Estamos, pues, ante una cantaora de excepci¨®n. Cada vez que se enfrentaba a su sole¨¢ se libraba, all¨ª en los oscuros rincones de donde nac¨ªa el manantial gitano de su cante, una dram¨¢tica batalla. Porque Fernanda, con una voz opaca y rota, arriesgaba todo en sus cantes, peleaba cada tercio hasta agotar sus posibilidades, rebuscaba, pellizcaba, persegu¨ªa los duendes angustiosamente, desesperadamente... Arriesgaba tanto, que la cantaora se quedaba como desamparada ante la copla, y si no llegaba al logro perseguido, la ve¨ªamos como quebrarse, vencida en la pelea; pero si el logro llegaba, habr¨ªamos tenido el privilegio -cada vez m¨¢s raro a¨²n entre los cabales frecuentadores de cante- de asistir al milagro que siempre es una sole¨¢ dicha con rajo. "Yo llev¨¦ a Fernanda conmigo -declar¨® hace a?os Manuela Vargas- porque, cant¨¢ndome, me permit¨ªa transmitir lo que es la sole¨¢".
Leamos, por ¨²ltimo, algo de lo que escribi¨® sobre ella el cr¨ªtico Manolo Boh¨®rquez: "Se nos puso a todos la dermis como un pi¨¦lago de diminutas monta?as rosadas... Escucharla ya no es un placer: es una flagelaci¨®n, se sufre vi¨¦ndola retorcerse de impotencia sobre el escenario, nos lastima la negrura de su rostro envejecido, nos duele en nuestras carnes el tornisc¨®n que le pega a su vestido buscando esa bocanada de aire que le ayude a coronar con un m¨ªnimo de dignidad art¨ªstica el cante de Juaniqu¨ª... Nos cuesta reconocer que a Fernanda le queda menos aliento que a una gallina pis¨¢. La seguimos adorando porque estamos plenamente convencidos de que es de las pocas verdades que le quedan al cante gitano. Cantar como Fernanda de Utrera es ya imposible; su eco de voz, esa fuerza sobrenatural que emerge del fondo de la tierra y la emoci¨®n de su rostro, se ir¨¢n con ella y no volver¨¢n jam¨¢s".
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