Retorno al Pou de la Neu
En lo alto del puerto de la Carrasqueta, a 1.132 metros, tras girar a la derecha y caminar durante casi dos kil¨®metros, nos encontramos con el Pou del Surdo, el m¨¢s emblem¨¢tico de todos los pozos de nieve de las monta?as alicantinas. El Pou, con su planta circular y su capacidad de 1.100 metros c¨²bicos, ha sido reconstruido. Junto a ¨¦l, la mas¨ªa donde viv¨ªan los nevaters que lo explotaban, la Casa de la Cava, alberga desde hace varios a?os un hotel-restaurante, que conserva la edificaci¨®n original y desarrolla una actividad cultural y gastron¨®mica fiel a la monta?a que lo cobija, con premio literario y biblioteca incluidos. Es el Pou de la Neu, en su sencillez, un ejemplo frente a un medio rural en creciente abandono.
En las monta?as alicantinas se han contabilizado 83 dep¨®sitos de nieve.
Durante los inviernos, a menos de media hora de la playa t¨®rrida y casi siempre bulliciosa, la nieve cubre el Pou y un silencio blanco se adue?a de la Carrasqueta. Es otra dimensi¨®n del Mediterr¨¢neo, reservada, sensible. Entonces, desde all¨ª, rodeados por el paisaje verde y abierto a los ocres endulzados por una gasa azul, es f¨¢cil imaginar a los nevaters del Surdo trabajando la nieve, preparando el terreno para que se depositara limpia, lanz¨¢ndose a la recogida tras una buena nevada. Inmediatamente, la nieve, aislada con paja de arroz y mantas, viajaba durante jornadas enteras a lomos de una mula, hasta las ciudades donde era vendida como un producto de primera necesidad, comercializada por aguadores, heladeros y horchateros.
En las monta?as alicantinas se han contabilizado 83 dep¨®sitos de nieve, como nuestro Pou, a lo largo de Aitana, en Mariola, en el Maigm¨®, en Biar, en Agres, en Cocentaina... En lo alto de la Carrasqueta hubo otros pozos a pleno rendimiento que, seg¨²n grandes expertos como Josep Maria Segura, resultaron decisivos en el nacimiento de la gran industria heladera y turronera en Xixona.
El Pou de la Neu nos ofrece toda esta historia. El viajero puede conocer esta sorprendente aventura industrial mientras descansa y disfruta de uno de los parajes m¨¢s bellos de nuestras tierras altas.
Detr¨¢s de las f¨¢bricas cerradas, de la arqueolog¨ªa industrial provocada por la revoluci¨®n tecnol¨®gica, est¨¢ la iniciativa de gente emprendedora, quemada en este caso por el sol y por el hielo; la emocionante existencia de personas que, en un mundo como el nuestro, parecen irreales; pero que fueron capaces de tejer sus industrias con productos tan impensables como las palmas, los juguetes, los dulces, los helados, la nieve.
Rindamos a todos ellos los honores que merecen en esta postal de verano, y consignemos tambi¨¦n los nombres de algunos antiguos nevaters que acompa?an a los topon¨ªmicos de numerosas neveras, caves, clots, o pouets, convertidos en parajes del pasado y en extra?os monumentos a nuestra amnesia colectiva. Un recuerdo a la Cava de Cort¨¦s, de Coloma, en Alcoi; al Pou de Pepito Pateta, en Ibi; al clot del T¨ªo Virgilio, en Confrides... hasta llegar a nuestro Surdo, en cuya memoria el restaurador Antonio P¨¦rez sigue ofreciendo su mejor giraboix, uno de los platos m¨¢s exquisitos y desconocidos de nuestras monta?as.
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