Dipufon¨ªas
Hace un tiempo, en las oficinas de la Diputaci¨®n de Granada aparecieron emparedados esqueletos de adultos, fetos y hasta alg¨²n cura, mientras las funcionarias se quejaban de que una mano invisible y gamberra les tiraba de los pelos mientras trabajaban. El vecindario, por su parte, denunci¨® ruidos nocturnos y aporreo de m¨¢quinas de escribir, sin que a nadie le constara la realizaci¨®n de horas extras en la instituci¨®n provincial.
Todo esto lo contaron por la radio en un programa veraniego de aquellos que hasta ayer daban despu¨¦s de la siesta, aunque no han sido ni mucho menos las ¨²nicas dipufon¨ªas que nos han animado la can¨ªcula.
Vimos, sin ir m¨¢s lejos, al presidente de la Diputaci¨®n de Valencia recibiendo un regalo "excepcional, maravilloso" en el aniversario de su boda, pero no de parte de su se?ora que hubiera sido lo normal, sino de "uno de los grandes maestros valencianos de la m¨²sica" (homenajeado dixit): Jos¨¦ Mar¨ªa Cervera Collado, que ha compuesto un pasodoble llamado Fernando Giner estren¨¢ndolo en un festival dirigido por el susodicho maestro y subvencionado con 30.000 euros por la Diputaci¨®n. ?Lo captan? Bueno, yo si fuera zaplanista como Ripoll, es que modestamente me dejaba obsequiar una sinfon¨ªa, porque despu¨¦s de Fabra y Camps ya s¨®lo faltaba ponerle m¨²sica al de Vallada (respecto a qui¨¦n conviene encargar las letras merece cap¨ªtulo aparte).
Vaya, que para ir poni¨¦ndonos a tono con la pre-campa?a electoral, y como penitencia por las luengas vacaciones, hoy me propongo reflexionar sobre este tema tan apasionante que son las diputaciones y las provincias.
Las gentes m¨¢s viejas del lugar a¨²n nos acordamos de aquellos tres pedazos de presidentes de la dictadura llamados Cerd¨¢n, Carrau y Grangel. Y de la cara de vinagre con que en 1978 defend¨ªan "la identidad provincial" y atacaban "la avaricia del Consell" personificada en el pobre Jos¨¦ Luis Albi?ana. Cuando la verdad es que en la pre-autonom¨ªa el pre-president resist¨ªa muy discreto en un rinconcito de aquel edificio que no era otra cosa que el aut¨¦ntico Palau de la Generalitat okupado por las momias. (Joan Fuster llamaba a la Diputaci¨®n de Carrau "conocida tertulia de ultrafranquistas", y seguro que en ella tambi¨¦n se dejaban o¨ªr psicofon¨ªas procedentes del esp¨ªritu del "valencianismo bien entendido" vagando por los pasillos). Luego las urnas trajeron al honesto y vapuleado Manuel Girona, que me confes¨® en una entrevista que ¨¦l siempre hab¨ªa entrecomillado el t¨¦rmino provincias, aunque las respetar¨ªa por constitucionales esperando que no sirvieran para difuminar el sentimiento de Pa¨ªs. Tambi¨¦n me dijo, y se public¨®, que esperaba ser el ¨²ltimo presidente de la Diputaci¨®n, profesi¨®n de fe nacionalista a la que despu¨¦s se ha atribuido su ca¨ªda en desgracia ante el PSOE, aunque creo que exageran. Girona fue durante alg¨²n tiempo el ¨²nico presidente rojillo de unas instituciones donde tambi¨¦n se fraguaron los feudos y carrerones de los Fabra, Alperi, Farn¨®s o Fern¨¢ndez Valenzuela. Intocadas por Constituci¨®n y Estatut, ajenas al sufragio universal, los alicantinistas de pro ("din¨¢mica y actual" es su primoroso lema) se encastillan en la suya s¨®lo por fastidiar "a Valencia". No creo que haya otro lugar en el mundo donde la autoridad est¨¦ tan cerca de encargar pegatinas con "yo adoro mi entidad administrativa" y "del moj¨®n para all¨¢, todos malos".
Golosas por el poder¨ªo econ¨®mico (llegaron a poseer Cajas de Ahorros y prestan incluso a la Generalitat), las dipus son objeto de cambalache, pues valen para alimentar favoritismos con tal pueblo y tal comarca y castigar a los gobernados por la competencia (o por el mismo partido pero de diferente familia, con odios todav¨ªa m¨¢s encarnizados).
Gastan mejor o peor en cultura, obras y servicios, deportes y sanidad; habitan en palacios provinciales, y pese a haber nacido en el seno del pensamiento racionalista e ilustrado, invierten generosamente en viajes promocionales del turismo. Mucho m¨¦rito, con lo dif¨ªcil que debe ser publicitar una artesan¨ªa o unas playas bas¨¢ndose en la alicantinidad, la valencianidad o la castelloneidad.
En fin: c¨¢ntame un pasodoble provincial.
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