La ambig¨¹edad de una derrota
La comunidad internacional, por esa mezcla de pasividad e impotencia que le caracteriza, a pesar del efecto colateral de m¨¢s de mil v¨ªctimas civiles, ha permitido que durante 33 d¨ªas Israel destruya una buena parte de la infraestructura de un pa¨ªs amigo, sin lograr ninguno de los objetivos previstos.
Una operaci¨®n militar de tal calado para liberar a los dos soldados secuestrados era tan desproporcionada como por completo inadecuada a este fin, de modo que muy pronto hubo que aducir el verdadero objetivo, desarmar, es decir, acabar con Hezbol¨¢, organizaci¨®n surgida en 1982 para luchar contra la ocupaci¨®n israel¨ª del sur del L¨ªbano, cada d¨ªa mejor pertrechada y que goza de un prestigio creciente. No en vano, la primera potencia mundial ha sancionado la guerra preventiva, prohibida por el derecho internacional y la Carta de Naciones Unidas, como un elemento primordial de una estrategia que Israel ha aplicado puntualmente desde el primer d¨ªa.
A nadie se le oculta un tercer objetivo impl¨ªcito, y es que la destrucci¨®n masiva del L¨ªbano deb¨ªa servir de aviso a todos los pa¨ªses de la regi¨®n. Si as¨ª trato a mis amigos, cabe imaginar lo que les espera a Siria o Ir¨¢n, los dos Estados declarados enemigos, que son adem¨¢s los que est¨¢n detr¨¢s de esta organizaci¨®n terrorista. (Nota bene: tambi¨¦n en Francia durante la II Guerra Mundial ocupantes y colaboracionistas calificaron de "terrorista" a la resistencia). Para hacerse cargo de la situaci¨®n es menester tener muy presente, en primer lugar, que la guerra no ha concluido. Se ha impuesto un alto el fuego si se cumplen determinadas condiciones: la principal, que un contingente de 15.000 efectivos de Naciones Unidas sustituya a las tropas israel¨ªes que han vuelto a ocupar el sur del L¨ªbano. Las hostilidades podr¨ªan volver a estallar en cualquier momento y con cualquier pretexto.
En segundo lugar, es cierto que no ha habido vencedores ni vencidos, pero la opini¨®n p¨²blica israel¨ª considera una derrota el que en 33 d¨ªas de duros ataques no se hayan logrado ninguno de los objetivos. En las guerras pasadas Israel siempre hab¨ªa alcanzado en pocos d¨ªas una clara victoria que ampliaba su territorio y fortalec¨ªa su posici¨®n. Se comprende que en esta ocasi¨®n la popularidad del jefe de Gobierno, Olmert, y de su ministro de Defensa, el laborista Peretz, anden por los suelos, un dato que poco contribuye a la estabilidad.
En fin de cuentas el Consejo de Seguridad ha impuesto un alto el fuego porque, contra la opini¨®n de su aliado, as¨ª lo ha querido Estados Unidos. La lecci¨®n que Israel tiene que sacar es que los intereses de la gran potencia amiga est¨¢n por encima de los suyos y que s¨®lo caminar¨¢n juntos mientras coincidan. Despu¨¦s del fiasco de Suez, durante la guerra de Argelia coincidieron tambi¨¦n los intereses de Israel y Francia, hasta el punto de que por un tiempo se convirtiese en su principal aliado. Una presencia creciente de la Uni¨®n Sovi¨¦tica llev¨® a que Estados Unidos sustituyese en el Oriente Pr¨®ximo a las antiguas potencias, Francia y Reino Unido, desalojadas de la regi¨®n, convirti¨¦ndose en el principal mantenedor de Israel. Pues bien, esta etapa puede estar llegando a su fin. Estados Unidos, y no s¨®lo por el petr¨®leo, no puede renunciar a una pol¨ªtica propia en el mundo ¨¢rabe.
En tercer lugar, por el simple hecho de no haber sucumbido, Hezbol¨¢ ha ganado la guerra. Ha aumentado su prestigio, no s¨®lo en el L¨ªbano (los bombardeos israel¨ªes han contribuido a que se fusionen comunidades religiosas antes enfrentadas), sino por todo el mundo isl¨¢mico. La superioridad militar de Israel, as¨ª como el apoyo internacional en este punto, aseguran por mucho tiempo su permanencia. Por mucho que a veces se maneje el fantasma, no hay el menor riesgo de su destrucci¨®n. Pero, la seguridad que necesita Israel s¨®lo la lograr¨¢ cuando haya solucionado el conflicto con los palestinos, no por una imposici¨®n unilateral, como lo ha pretendido ¨²ltimamente, sino por acuerdos con organizaciones como Ham¨¢s o Hezbol¨¢, o con las que las reemplacen en el futuro. Una paz duradera ¨²nicamente se firma con el enemigo, si antes no se ha logrado derrotarlo por completo. Y esta ilusi¨®n es la que se ha evaporado. Ahora las dos partes saben que ninguna puede destruir a la otra.
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