El precio de la boda
Como saben los que toman parte en tan parad¨®jico contrato, el verdadero precio por haber contra¨ªdo matrimonio nunca se acaba de pagar (el matrimonio, para qu¨¦ negarlo, tiene naturaleza hipotecaria, a inter¨¦s variable, y con el tipo siempre en alza). No obstante, existe una categor¨ªa subsidiaria cuyo precio s¨ª resulta mensurable: el de la ceremonia inaugural, el de la boda.
Hace unos d¨ªas se archiv¨® en un juzgado de instrucci¨®n la denuncia contra el alcalde de Arrigorriaga por el cobro de tasas en las bodas. El alcalde aleg¨® que respetaba la gratuidad de los enlaces y que la tasa s¨®lo se cobraba por el uso del sal¨®n municipal. El Ayuntamiento de Arrigorriaga ingresa por este concepto 36 euros, una ganga si se compara con los 90 que cuesta, en Barakaldo, realizar la misma operaci¨®n. La prensa no aclara si la denuncia tiene su origen en las airadas protestas de algunos usuarios del servicio, pero lo cierto es que tales protestas se producen. El que escribe recuerda la indignaci¨®n de una pareja concreta, cuando comprob¨® que, por casarse, el Ayuntamiento de su localidad iba a cobrar un precio.
?Por qu¨¦ la resistencia a esa exacci¨®n, tan l¨®gica, por otra parte, habida cuenta de que en las bodas se utilizan dependencias p¨²blicas? Sin duda, por una injustificable inercia cultural. En la boda eclesi¨¢stica anidaba (y espero que a¨²n anide) un vago resabio medieval, un rastro precapitalista por el que la utilizaci¨®n de algunas cosas no desencadenaba necesariamente el devengo de un precio tasado. De hecho, si hay alguna instituci¨®n que discrepa, con radical coraje, de la modernidad, ¨¦sa es la Iglesia Cat¨®lica. Las parejas, en cuyo presupuesto de boda siempre se consignaban ingentes cantidades de dinero para flores, vestidos, fot¨®grafos, viajes y banquetes, sab¨ªan con certeza (y, lo que sol¨ªa ser habitual, sin gratitud) que la utilizaci¨®n ceremonial de una catedral o una capilla, al contrario que todo lo dem¨¢s, les iba a salir pr¨¢cticamente gratis.
Siquiera de forma inconsciente, algunos han querido trasladar a la Administraci¨®n p¨²blica la inercia de una conducta no mercantil originada en una instituci¨®n preliberal. No comprenden que, as¨ª como la boda religiosa conlleva compromisos personales de arduo cumplimiento, el esp¨ªritu laico es indiferente a tales compromisos, pero s¨ª implacable en la defensa de los bienes p¨²blicos y del valor monetario del tiempo y de las cosas. Es decir, el esp¨ªritu laico instituye una moral p¨²blica muy distinta a la del cristianismo, y en ese tr¨¢nsito mental no todo van a ser ventajas; es m¨¢s, existe alg¨²n inconveniente, en especial para los taca?os.
Resulta pat¨¦tica la perplejidad de las novias rutilantes y sus engallados adheridos a la hora de pagar una tasa por el uso de un cuartucho consistorial. Hubieran preferido utilizarlo al precio insignificante de una portentosa catedral renacentista o de una bas¨ªlica neog¨®tica, pero eso ya no es posible: en el campo de los derechos no hay lugar para los privilegios, ni siquiera para el ejercicio de la generosidad, el mayor privilegio que un ser humano puede otorgarse a s¨ª mismo. Los ofendidos novios deber¨ªan meditar sobre la oposici¨®n gestual que comporta la siguiente alternativa: ofrecer voluntariamente una gentil limosna a la parroquia o padecer en el Ayuntamiento la liquidaci¨®n obligatoria de un tributo. El pago de una tasa se relaciona con la condici¨®n de ciudadano, pero la limosna voluntaria en la iglesia se relaciona con el se?or¨ªo personal y con el leal reconocimiento de algo moralmente debido, lo cual supone, en el plano est¨¦tico, un gesto gratificante como s¨®lo pueden serlo los actos gratuitos, las donaciones, y nunca los tributos o las multas. Claro que esta clase de consideraciones resulta impertinente en medio de la tosquedad que se ha apoderado del paisito, de modo que s¨®lo cabe esperar que las parejas enojadas por el pago de la tasa mascullen su rencor en alguna playa de Canc¨²n, donde, seg¨²n reportan los v¨ªdeos y los ¨¢lbumes de fotos, la brisa tropical proporciona a los contrayentes (y a los contribuyentes) alivio corporal y espiritual.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.