El delirio
Miles de aficionados homenajean en Madrid a los campeones al grito de "?s¨ª, s¨ª, s¨ª, el oro ya est¨¢ aqu¨ª!"
La locura. El descontrol. El delirio colectivo. Espa?a, la campeona del mundo de baloncesto, lleg¨® a la plaza de Castilla, en Madrid, y se desataron las emociones. Gritos. Risas. Saltos. C¨¢nticos de victoria. Fue aparecer el autob¨²s de la selecci¨®n, a la una menos veinte de la madrugada, con 45 minutos de retraso sobre lo previsto, y o¨ªrse el grito un¨¢nime, apasionado, casi gutural, de los miles de aficionados reunidos para homenajear a los triunfadores. "?S¨ª, s¨ª, s¨ª, el oro ya est¨¢ aqu¨ª!", prorrumpi¨® el gent¨ªo, rodeado de luces, de humo y del olor a p¨®lvora de los cohetes y los petardos. Poco antes se hab¨ªa declarado un incendio en una de las torres que se construyen en la antigua ciudad deportiva del Real Madrid. Pero ni siquiera eso alter¨® el humor, desbordado en cuanto aparecieron los h¨¦roes, todos con camisetas con el lema golden boys (chicos de oro) y sus medallas colgadas. Todos, menos Rudy Fern¨¢ndez, que, adem¨¢s, llevaba la red de una canasta con destino al sal¨®n de su casa.
Desde el autocar, de dos pisos y decorado con la inscripci¨®n campeones del mundo, los triunfadores bailaron entre gritos de "?Espa?a, Espa?a!", lanzaron regalos a la multitud y ofrecieron el t¨ªtulo, que lleg¨® en las manos de Carlos Jim¨¦nez, el capit¨¢n. Despu¨¦s fueron subiendo uno a uno al escenario, incluido Pau Gasol, que salud¨® levantando una de sus muletas y que convalece de la lesi¨®n que le impidi¨® jugar contra Grecia. Fue el punto culminante. Y se vivi¨®, no pod¨ªa ser de otra manera, al son del We are the champions, de Queen, o del "?Champi?ones!", en versi¨®n de los propios jugadores de Pepu Hern¨¢ndez, que concluyeron core¨¢ndose a s¨ª mismos: "?Dream team, dream team!".
Durante la espera, se sumaron el calor y la falta de agua -reclamada insistentemente por la muchedumbre- para que hubiera varias lipotimias. Mucho antes, hasta con un adelanto de dos horas, hab¨ªan llegado los primeros entusiastas, que se encontraron con que el lugar, uno de los centros neur¨¢lgicos de comunicaciones de la capital, estaba cerrada al tr¨¢fico. Los operarios, que se contaban por decenas, se afanaban en terminar el escenario, situado en el monumento a Calvo Sotelo, irreconocible bajo las luces moradas y amarillas de ne¨®n. El vicealcalde Cobo lo supervisaba todo bajo la atenta mirada de sus guardaespaldas. Hab¨ªa muchos polic¨ªas, a pie, en moto o en coche, de paisano y de uniforme. Pero mandaban los ciudadanos, los seguidores de la roja, que tomaron el recinto y jalearon a los campeones. Casi todos iban de rojo y gualda, con la camiseta de la selecci¨®n o la de los Grizzlies de Gasol. Todos gritaban. Y algunos, los m¨¢s madrugadores, voceaban: "?Que se lo aprenda todo el mundo! ?Que viva Espa?a!". Algunos, los menos, ridiculizaban a Grecia, el rival derrotado.
Ganar da fuerzas. Espa?a, once jugadores m¨¢s Gasol mir¨¢ndoles desde el banquillo, hab¨ªa ganado el Mundial 30 horas antes. Desde entonces nadie hab¨ªa tenido descanso: hab¨ªa corrido la cerveza, hab¨ªan humeado los puros y se hab¨ªan cantado las canciones de Estopa, el grupo de Cornell¨¢, casi vecinos de los hermanos Gasol, durante la celebraci¨®n. Se hab¨ªa rendido cumplido homenaje a las Red Fox (Zorras Rojas), el grupo de animadoras que ha amenizado los partidos. Y luego, todos a la cama. Dos horas. Despu¨¦s, viaje Tokio-Londres. Doce horas de vuelo. Una paliza. Aterrizaje en Heathrow, en la capital brit¨¢nica. Cuatro horas de espera. Y luego: Londres-Madrid. La llegada. El autob¨²s esperando en la pista de Barajas. Y... la locura.
"?Campeones, campeones, o¨¦, o¨¦, o¨¦!", tronaba una marea roja, padres con sus hijos, j¨®venes de botell¨®n, abuelas con los nietos, todos mezclados bajo el bochorno de la noche. Una doble fila de vallas y un nutrido cord¨®n policial separaba a la afici¨®n del escenario, de la tarima en la que las autoridades recibieron a los vencedores. Nadie se inquiet¨® por la tardanza. Claro, era la oportunidad para un ensayo ante las c¨¢maras. "?Una hora, o¨¦! ?Una hora, o¨¦!", calculaba la gente. Cuando se preguntaba por el grito de guerra, aullaba: "?Carlos Jim¨¦nez, menudos huevos tienes!". Cuando no hab¨ªa nada que hacer, se juntaban tres amigos y actuaban de directores: "?A por ellos, o¨¦!". Alg¨²n padre se plante¨® qu¨¦ hacer con sus ni?os. Por poco tiempo. "Hay que hacerlo, hay que disfrutarlo", se autoconvenc¨ªa un sufridor; "qui¨¦n sabe cu¨¢ndo ser¨¢ la pr¨®xima vez que ganemos algo... Bueno, el Europeo de 2007, que lo jugamos aqu¨ª". Y un "?Pepu, Pepu, Pepu es cojonudo!" le ahogaba la voz.
Gasol y sus compa?eros cerraron la emotiva jornada con una cena en un restaurante cercano. Pero los campeones no descansan. El oro tiene propiedades vitam¨ªnicas. Hoy, al mediod¨ªa, ser¨¢n recibidos por Rodr¨ªguez Zapatero, el presidente del Gobierno, y los Reyes.
![Los baloncestistas espa?oles, con Pau Gasol y su hermano Marc en primer plano, bailan sobre el escenario.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/6EJTN7AHOV7553QN4S2VGAYMDE.jpg?auth=2ecf309db24c01cde525d277490f93e8ebb71adb6f9e885b07f6e003233b4483&width=414)
![Los campeones del mundo saludan a la multitud desde la terraza de su autob¨²s.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/2AGKOJHW4HPXK6OG3SV4MHN5GI.jpg?auth=6ca4f0a433792f67ba7976bd021b9f61c39de07ccbe9f95834d7d8c49804850a&width=414)
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