El 'blues' de lo que pasa en mi escalera
Recientemente se han otorgado en Madrid las medallas Fields de matem¨¢ticas. Este galard¨®n representa los premios Nobel de esta disciplina. Por primera vez en la historia, uno de los galardonados, el ruso Perelman, ha rechazado la distinci¨®n, denunciando la falta de ¨¦tica y el conformismo existentes en las matem¨¢ticas actuales. No es la primera vez que lo hace: tambi¨¦n rechaz¨® el Premio Europeo que nos otorgaron conjuntamente en 1996. Pero esta vez su desplante viene acompa?ado de comentarios de protesta y moralizadores.
Es f¨¢cil, y conveniente para algunos, atribuir la actitud de Perelman a su excentricidad y cierto car¨¢cter asocial. Sin embargo, este hecho sin precedentes merece un an¨¢lisis algo m¨¢s profundo. Entre otras cosas, Perelman est¨¢ poniendo el dedo en la llaga en un problema real, no exclusivamente matem¨¢tico, que afecta a la ciencia, al mundo acad¨¦mico, a gran parte de nuestra sociedad, y que podr¨ªamos resumir como el del conformismo y el triunfo de la mediocridad. No es algo nuevo. Ya lo cantaba nuestro maestro Joaqu¨ªn Sabina en El blues de lo que pasa en mi escalera, pero parece que en Rusia no le escuchan.
Para explicarlo simplemente, imaginemos una liga de f¨²tbol en la que los tres primeros equipos son los ¨²nicos premiados. Es adem¨¢s una competici¨®n muy peculiar. Se juegan los partidos normalmente pero, adem¨¢s, se realiza un voto, por los mismos equipos, para determinar la clasificaci¨®n final (en la jerga moderna lo llamar¨ªamos peer review), con la particularidad de que el resultado del voto cuenta mucho m¨¢s, digamos cuatro veces m¨¢s, que los goles marcados en los encuentros. Supongamos tambi¨¦n que hay un equipo claramente superior a los dem¨¢s. ?Resultar¨¢ ¨¦ste el vencedor? No hace falta ser un experto en Teor¨ªa de Juegos para darse cuenta de que esto jam¨¢s ocurrir¨¢, salvo que el primer equipo est¨¦ varias categor¨ªas por encima del resto (como en el caso de Perelman). En efecto, est¨¢ claro que los equipos inmediatamente inferiores tienen una estrategia ganadora. Con cierta dosis de falta de escr¨²pulos, no tendr¨ªan m¨¢s que aliarse, votarse los primeros entre s¨ª y elegir como ¨²ltimo al equipo superior. Todo esto s¨®lo ser¨¢ posible con el conformismo y el mutismo de los otros equipos honestos que asistir¨ªan a la maniobra sin rechistar.
En ciencia actual esto es, en cierta medida, lo que ocurre en algunas ocasiones. Este problema est¨¢ agravado por el omnipresente y err¨®neamente venerado sistema de peer review, esto es, la evaluaci¨®n por especialistas colegas. El peer review es algo que sin duda puede funcionar perfectamente cuando los evaluadores est¨¢n en un nivel superior a los evaluados, o se distinguen por una honestidad indiscutible. Sin embargo, no es el caso de otra manera. Es humanamente comprensible, pero ¨¦ticamente reprensible, y asombrosamente frecuente, que un evaluador tenga tendencia a disminuir o despreciar el talento superior de un evaluado, quien pasa a ser temido y considerado como un competidor peligroso.
Como nos muestra la historia, este problema no es nuevo. El matem¨¢tico franc¨¦s Evariste Galois muri¨® en 1832, con s¨®lo 20 a?os, amargado e ignorado habiendo resuelto el mayor problema de las matem¨¢ticas de su ¨¦poca. Once a?os m¨¢s tarde, gracias a la insistencia de su hermano y de un amigo, Liouville reconoci¨® la importancia de sus contribuciones. Los acad¨¦micos de la ¨¦poca, y en lugar prominente Poisson, se encargaron de que Galois muriera como matem¨¢tico an¨®nimo.
M¨¢s recientemente, John Nash, el matem¨¢tico en cuya biograf¨ªa se inspira la pel¨ªcula Una mente maravillosa, no consigui¨® jam¨¢s la medalla Fields. Sus trabajos en Geometr¨ªa Riemanniana y Ecuaciones en Derivadas Parciales estaban demasiado por encima de lo soportable. Sylvia Nassar, autora de la biograf¨ªa de Nash, sugiere que esta injusticia est¨¢ en el origen de sus problemas psicol¨®gicos. Ir¨®nicamente, Nash consigui¨® hace unos a?os el Premio Nobel de Econom¨ªa por sus primeras contribuciones en Teor¨ªa de Juegos, que representan una min¨²scula parte de su aportaci¨®n matem¨¢tica. Ya anciano y medianamente recuperado, no es hoy en d¨ªa un competidor para nadie y menos para los economistas que le honran justamente.
Probablemente se deba tomar con cierta dosis de humor negro el frecuente reconocimiento tard¨ªo a los desaparecidos, muchas veces por aquellos mismos que les envidiaban, atacaban y jam¨¢s reconocieron en vida. Est¨¢ claro que una vez en el otro mundo ya no son competidores..., aunque a¨²n pueden ser ¨²tiles...
Tambi¨¦n es c¨®mico el caso de aquel candidato brillante cuya ¨²nica forma de ser seleccionado, despu¨¦s de haber sido rechazado en varias ocasiones, fue la de amputar seriamente su curr¨ªculo para hacerlo m¨¢s soportable.
Un viejo y sabio matem¨¢tico sol¨ªa recordar el siguiente principio de recurrencia: "Los matem¨¢ticos de primera quieren rodearse de matem¨¢ticos de primera, los de segunda quieren matem¨¢ticos de tercera, y los de tercera, matem¨¢ticos de quinta...".
Esto explicar¨ªa que pueda resultar m¨¢s f¨¢cil obtener una plaza en una prestigiosa instituci¨®n extranjera que en el CSIC espa?ol.
?O tal vez ya estemos a la cabeza de las matem¨¢ticas mundiales?
Ricardo P¨¦rez Marco es catedr¨¢tico en la Universidad de California (Los ?ngeles) y director de investigaci¨®n en el CNRS franc¨¦s (ricardo@math.ucla.edu, ricardo@math.univ-paris13.fr)
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