Este terror no busca excusas
El islamismo m¨¢s radical incorpora necesariamente la violencia contra el disidente
Los terroristas de Al Qaeda deben sentirse incomprendidos. A pesar de todos sus esfuerzos a partir de 1998 para explicar a la comunidad de los creyentes y a todo el mundo cu¨¢les son los fundamentos de su acci¨®n, qu¨¦ objetivos buscan y por qu¨¦ medios, un amplio sector de los medios occidentales, incluidos representantes de sus v¨ªctimas, sigue empe?ado en buscar todo tipo de coartadas para no mirar de frente al fondo ideol¨®gico de su estrategia.
Con gran frecuencia, el problema es abordado ¨²nicamente desde una ¨®ptica determinista, como si el factor econ¨®mico -la explotaci¨®n del Tercer Mundo en la globalizaci¨®n-, el sociol¨®gico -la marginaci¨®n de los j¨®venes en los suburbios de Occidente-, el pol¨ªtico -la proyecci¨®n imperialista de Estados Unidos sobre Oriente Pr¨®ximo- o el doctrinal -la incomprensi¨®n, o la aversi¨®n, ante el islam en Occidente- dieran como precipitado el actual fen¨®meno yihadista. Nadie puede negar, por supuesto, que esa pluralidad de factores, a la que se suman datos coyunturales, tales como la catastr¨®fica pol¨ªtica de Bush en la zona, desempe?an un papel importante, como lo hizo en el pasado el ensayo de occidentalizaci¨®n por v¨ªa colonial, pero dominaci¨®n econ¨®mica existe en otras regiones del planeta, y las alternativas, por ejemplo el resurgido indigenismo en Latinoam¨¦rica o las variantes del populismo caudillista, nada tienen que ver con la pr¨¢ctica del terror.
Para entender lo que sucede en la ¨®rbita de Al Qaeda hay que acudir a los procesos de formaci¨®n del yihadismo
Ya no hay una pir¨¢mide articulada, sino un centro que elabora consignas, con c¨¦lulas aisladas y combatientes individuales
Los ciclos de violencia juvenil forman ya un componente de la vida social en nuestras sociedades, pero sus manifestaciones no consisten en la formaci¨®n de grupos de afinidad integristas que acaban preparando la voladura de aviones. Frente a Israel y su apoyo norteamericano, una cosa era la acci¨®n nacionalista de Al Fatah, y otra, la vertiente yihadista de Ham¨¢s o de Hezbol¨¢. Y, cosa olvidada, la suerte de las minor¨ªas jud¨ªas y cristianas en los pa¨ªses musulmanes no es muy ventajosa, m¨¢s all¨¢ de los t¨®picos sobre la tolerancia y "la protecci¨®n" prestada a las gentes del libro (pensemos en Sud¨¢n). Y nadie responde con el terror.
Exclusi¨®n est¨¦ril
En una palabra, resulta f¨¢cil, pero intelectualmente est¨¦ril, fundir en la l¨ªnea de Edward Said la justa denuncia de la visi¨®n orientalista en Occidente con la exclusi¨®n de toda posibilidad de ejercer la cr¨ªtica sobre el mundo ¨¢rabe en general, y sobre las formas violentas del islam en particular.
Para entender cuanto sucede en la ¨®rbita de Al Qaeda, cuya proyecci¨®n tiene lugar hoy como organizaci¨®n y como inspirador doctrinal, y tambi¨¦n la variante iran¨ª, del terror de los ayatol¨¢s a Hezbol¨¢, hay que acudir a los procesos end¨®genos de formaci¨®n del yihadismo, desde que en la segunda mitad del siglo XX tiene lugar la radicalizaci¨®n del islamismo versi¨®n Hermanos Musulmanes, reforzada luego con otra radicalizaci¨®n, la del wahabismo saud¨ª. La citada variante shi¨ª sigue una senda propia, no s¨®lo por su original sustrato ideol¨®gico, sino por la excepcionalidad de contar con los medios econ¨®micos de un Estado. Es as¨ª como Hezbol¨¢ ha podido ir m¨¢s all¨¢ de su condici¨®n inicial de simple grupo terrorista, inventor de los veh¨ªculos suicidas, y convertirse en una organizaci¨®n pol¨ªtico-social que gracias al dinero de Ir¨¢n desempe?a una importante labor asistencial en medios shi¨ªes libaneses, con vocaci¨®n hegem¨®nica tanto en el orden pol¨ªtico como en el militar. El terrorismo de Estado de la era Jomeini, con el bueno de Salman Rushdie como m¨¢s visible chivo expiatorio, y con v¨ªctimas tan entra?ables como el ex primer ministro Shapur Bakhtiar, ha pasado a ser la base de una pol¨ªtica expansiva, propia de una potencia regional, con un objetivo concreto: la eliminaci¨®n de Israel. La l¨®gica de esa estrategia no debe ser pasada por alto: todos los medios son v¨¢lidos para eliminar a quien se oponga, o se haya opuesto, al poder religioso y a sus dogmas.
Al mismo tiempo que eran ajustadas las piezas de la construcci¨®n doctrinal, el contexto pol¨ªtico interno y regional favoreci¨® el paso a la violencia desde la d¨¦cada de 1970. La importancia del primer aspecto, casi siempre desde?ada, resulta fundamental, ya que, si bien en la fase de acci¨®n militar y elaboraci¨®n religiosa como "profeta armado", a partir de 622, pod¨ªan encontrarse suficientes recursos, simb¨®licos y ejemplares, para legitimar una yihad con terror, hab¨ªa que adaptar algunos elementos de ese escenario al presente. En el orden t¨¦cnico no habr¨¢ dificultades, ya que vencer al adversario pod¨ªa hacerse por la espada en el siglo VII y hoy por los explosivos o con el Kal¨¢shnikov, como muestra la portada del folleto sobre la necesidad de la yihad, pagado con dinero saud¨ª, que pod¨ªa comprarse en cualquier librer¨ªa cercana a las mezquitas de Londres hasta julio del a?o pasado. Pero hab¨ªa que mostrar, como hizo el paquistan¨ª Maududi, tan bien retratado en el filme El silencio del agua, o como puso en pr¨¢ctica el sudan¨¦s Al Turabi, que con la ley cor¨¢nica en la mano, aplicando estrictamente la shar¨ªa, la destrucci¨®n de la sat¨¢nica libertad occidental era realizable, instaurando un orden social enjaulado en las reglas dictadas por el Cor¨¢n y los hadices, le¨ªdos desde una ¨®ptica ultraconservadora. Ya el fundador de los Hermanos Musulmanes, Hassan al Banna, presentado por su nieto Tariq Ramadan bajo los rasgos de un reformador progresista, dej¨® claro qu¨¦ tipo de sociedad cerrada aspiraba a implantar en todos los aspectos, desde la imposibilidad de una pol¨ªtica laica hasta el fin de la libre expresi¨®n. Conviene recordarlo cuando con demasiada facilidad se ignora que la instauraci¨®n del islamismo, propuesto en su versi¨®n moderada con suaves palabras, incorpora necesariamente la violencia contra el disidente. Por algo el juramento de entrada en los Hermanos Musulmanes se hac¨ªa sobre el Cor¨¢n, con un rev¨®lver a su lado.
Para que resultase eficaz la actuaci¨®n de esos "caballeros bajo el estandarte del Profeta", como design¨® Al Zawahiri a los terroristas de su grupo en el 11-S, era necesario montar un tinglado de analog¨ªas, de manera que los aspectos m¨¢s agresivos del Cor¨¢n encontrasen aplicaci¨®n a la realidad del siglo XX. Es as¨ª como el gobernante infiel es designado una y otra vez, de acuerdo con la ramplona caracterizaci¨®n cor¨¢nica, como fara¨®n: todo fara¨®n, ejemplo Sadat, ha de ser eliminado. Otro tanto le sucede al tirano, o taghut, t¨¦rmino con el que Jomeini se dirig¨ªa al Sha. Y sobre todo el estado de ignorancia primordial que caracterizara a los adversarios mequ¨ªes de Mahoma, la yahiliyya, es al parecer del todo aplicable a las sociedades, intelectuales y Gobiernos occidentales del d¨ªa, seg¨²n sugiri¨® Maududi y divulg¨® con ¨¦xito hasta hoy el egipcio Sayyid Qutb. S¨®lo falta la articulaci¨®n de las distintas piezas por la codificaci¨®n que desde el a?o 1300 proporcion¨® "el jeque del islam" (palabra de Bin Laden), Ibn Taymiyya, para que funcione el mecanismo de adhesi¨®n a la verdad religiosa, en el marco del sujeto de la acci¨®n, la umma o comunidad de los creyentes, y de rechazo radical del otro, con la consiguiente voluntad de destrucci¨®n. Ese momento de codificaci¨®n es tambi¨¦n el de las cruzadas, cuando la yihad elimina a los invasores cristianos. Nueva analog¨ªa, Israel, Estados Unidos, los occidentales en general, son los nuevos cruzados a los que los creyentes eliminar¨¢n con la ayuda de Al¨¢.En la versi¨®n ofrecida por los dirigentes de Al Qaeda, el islamismo radical se convierte en yihadismo en la medida en que todos los elementos religiosos, utilizados con una sincera voluntad de ortodoxia, pasan a girar en torno a la guerra contra el infiel (gentes del libro incluidas). El yihadismo es un salafismo, porque se legitima por el regreso a la edad de oro de los "piadosos antepasados", el tiempo del Profeta. Pero tambi¨¦n aqu¨ª introduce la simplificaci¨®n de centrar todo en la voluntad de aniquilamiento del adversario.
Terror sin l¨ªmites
De ah¨ª la apolog¨ªa de un terror que, dada la disparidad de fuerzas existente, "lleve el miedo hasta los fetos en los vientres de sus madres". Ese terror es expl¨ªcitamente alabado, lo mismo que el m¨¢rtir, que sigue el patr¨®n definido en los libros sagrados y recibe la correspondiente recompensa.Una vez fijados estos principios, que en pa¨ªses como Inglaterra fueron hasta hace un a?o objeto de una divulgaci¨®n sin trabas en mezquitas, casetes, v¨ªdeos y folletos, los problemas t¨¢cticos adquieren una decisiva importancia. En su extensa enciclopedia de la yihad, el hoy desaparecido Mustaf¨¢ Setmarian proporciona datos que contribuyen a explicar c¨®mo ya no se trata de una pir¨¢mide articulada, propia del tiempo que exist¨ªa la plataforma afgana, sino de un centro que difunde posiciones y elabora consignas, con c¨¦lulas aisladas y combatientes individuales, encargados de protagonizar las acciones terroristas. Sin la eficacia inicial. Lo cual no significa la eliminaci¨®n de un riesgo persistente de imperio del terror, dado el impacto cada vez mayor de las doctrinas que propugnan el enfrentamiento a Occidente y la cohesi¨®n de tipo religioso que va adquiriendo la umma, gracias a los tr¨¢gicos errores del tipo de "guerra antiterrorista" puesta en pr¨¢ctica por Washington. Con su estrategia en Palestina e Irak, Bush ha sido el principal colaborador del proyecto pol¨ªtico yihadista.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
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