El chicle del capit¨¢n Culp
El capit¨¢n Jimmie Culp, abogado de la defensa, hac¨ªa globos con su chicle. A su lado el sargento Anthony Yribe chupaba una piruleta. En ese momento el tribunal escuchaba el testimonio del m¨¦dico que examin¨® el cad¨¢ver de Abir Kasim Hamza al Yanabi. La muchacha, de 14 a?os, estaba desnuda y quemada de cintura para arriba. Presentaba un impacto de bala debajo del ojo izquierdo. As¨ª informaba la agencia Reuters sobre lo que ocurr¨ªa en el juicio que se estaba celebrando en Bagdad el martes 8 de agosto de 2006.
De acuerdo con esta informaci¨®n el capit¨¢n Culp no parec¨ªa demasiado preocupado por la suerte de sus defendidos, los soldados Paul Cortez, James Barker, Bryan Howard y Anthony Yribe, el sargento de la piruleta que hab¨ªa ocultado los hechos que se juzgaban. Probablemente tampoco le preocupaba lo que pudiera sucederle a Steven Green, encausado con las mismas acusaciones en Estados Unidos. Mascando tranquilamente su chicle quiz¨¢ Culp pensaba m¨¢s en la impunidad que en el castigo.
No obstante, si el globo h¨¢bilmente conseguido con su chicle fuera una bola de cristal se reflejar¨ªan en su interior im¨¢genes casi insoportables. Tanto por lo que muestra como por lo que ocultan. Con actores en primera l¨ªnea y con actores a miles de kil¨®metros de distancia. Veamos en secuencia retrospectiva algunas de estas im¨¢genes encerradas en la bola con la que juega el capit¨¢n Culp.
Primera imagen. James Barker est¨¢ asando alas de pollo para comer ¨¦l y sus compa?eros.
Segunda imagen. Un poco antes. James Barker echa queroseno de una l¨¢mpara sobre una chica de 14 a?os que est¨¢ gritando. Despu¨¦s le prende fuego. Steven Green dispara sobre la muchacha, Abir Kasim, con un fusil de asalto AK-47. El tiro le destroza la cara.
Tercera imagen. Un poco antes. Steven Green viola a Abir Kasim mientras Paul Cortez la est¨¢ inmovilizando.
Cuarta imagen. Un poco antes y en una habitaci¨®n contigua. Steven Green, con su fusil de asalto AK-47, abre fuego contra un hombre y una mujer, padres de Abir Kasim, y contra la hermana menor de ¨¦sta, una ni?a de seis a?os.
Quinta imagen. Un poco antes. James Barker viola a Abir Kasim, que es sujetada por Paul Cortez.
Sexta imagen. Un poco antes. Paul Cortez viola -o intenta violar, porque est¨¢ demasiado borracho- a Abir Kasim, aprisionada por James Barker.
S¨¦ptima imagen. Un poco antes. Cuatro soldados irrumpen tumultuosamente en una casa. Encierran al matrimonio y a la hija peque?a en una habitaci¨®n. Se quedan en el sal¨®n con la mayor, una adolescente de 14 a?os llamada Abir Kasim Hamza al Yanabi.
Octava imagen. Un poco antes. Unos militares juegan al golf en la parte posterior del puesto central donde est¨¢n destacados en la localidad de Mahmudiya, a 30 kil¨®metros al sur de Bagdad. Uno de ellos, Steven Green, reafirma ante sus compa?eros que tiene ganas de entrar en una casa para matar a algunos iraqu¨ªes. Esta idea ha surgido previamente durante una partida de cartas.
Novena imagen. Un poco antes. "Mientras est¨¢bamos jugando a los naipes y bebiendo whisky, surgi¨® la idea de ir a una casa iraqu¨ª, violar a una mujer y matar a su familia".
Estas palabras forman parte de la declaraci¨®n del sargento Paul Cortez. El resto de las escenas tambi¨¦n han sido minuciosamente descritas por los acusados, una vez el crimen se hizo p¨²blico y pese a los sucesivos intentos de encubrir los hechos, como en el caso del informe falso elaborado por Anthony Yribe, el individuo que en la sesi¨®n del juicio celebrada el 8 de agosto pasado se entretiene chupando una piruleta.
Naturalmente en los globos que el capit¨¢n Jimmie Culp hac¨ªa con su chicle podr¨ªan insinuarse muchas otras im¨¢genes. Siempre retrospectivamente en ellas ver¨ªamos, por ejemplo, el tipo de vida que llevaban a cabo hombres como Green, Cortez, Barker, Howard o Yribe en el puesto de control de Mahmudiya, casi en los ant¨ªpodas de sus lugares de origen. Podr¨ªamos adentrarnos en el adiestramiento que recib¨ªan. Quiz¨¢ incluso podr¨ªamos conocer algo de sus opiniones sobre lo que les ocurr¨ªa y lo que ocurr¨ªa a su alrededor.
?D¨®nde cre¨ªan que estaban? ?Contra qui¨¦n luchaban? ?Sab¨ªan algo de aquellos a quienes pronto matar¨ªan? ?Y de su ciudad? ?Y de su pa¨ªs? ?Y de sus esperanzas o frustraciones? Seguramente ni siquiera se hicieran estas preguntas porque formaba parte de su oficio no hacer esta clase de preguntas. A ellos les bastaba con obedecer las ¨®rdenes y con despreciar un enemigo del cual desconoc¨ªan pr¨¢cticamente todo, a excepci¨®n de que era molesto y los manten¨ªa alejados de casa. Un escarmiento de vez en cuando era indispensable. Aquella noche hab¨ªan pensado en divertirse un poco, s¨®lo eso.
La bola del capit¨¢n Culp tal vez nos llevara tambi¨¦n hacia los paisajes familiares de esos soldados y nos mostrar¨ªa c¨®mo un hombre se convierte en una m¨¢quina de matar. Pero inevitablemente, antes o despu¨¦s, los globos del juguet¨®n capit¨¢n Culp deber¨¢n oscurecer las existencias de los asesinos y violadores para iluminar las caras de aquellos que, desde la lejan¨ªa de los despachos y de los papeles, los impulsaron hacia el crimen. La cr¨®nica de las circunstancias que condujeron a la muerte de Abir Kasim Hamza al Yanabi y sus familiares no se circunscribe a las im¨¢genes de los soldados en la noche maldita de Mahmudiya.
Hay otras im¨¢genes en la cadena de los acontecimientos. Alguien llev¨® hasta Mahmudiya a los asesinos. Alguien los adoctrin¨®. Alguien minti¨® a la sociedad norteamericana sobre los beneficios de la guerra de Irak. Alguien minti¨® al mundo y alguien colabor¨® en la mentira, por ambici¨®n o por ideolog¨ªa. Tenemos los nombres, tenemos las fotograf¨ªas -?recuerdan?- de los c¨®mplices.
Y sin embargo los c¨®mplices no ser¨¢n juzgados porque, en el mejor de los casos, los tribunales s¨®lo juzgan a los ejecutores ya que los moralmente manchados de sangre siempre gozan de impunidad. Culp, el defensor de los asesinos, hac¨ªa globitos con su chicle: se sent¨ªa seguro porque sab¨ªa que las v¨ªctimas pronto se desvanecer¨ªan en el anonimato, pues ?qui¨¦n se acordar¨¢ dentro de unos meses de una tal Abir Kasim Hamza al Yanabi?
Rafael Argullol es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.