Nadar
Estar con el agua al cuello es un ideal de vida siempre que uno sepa nadar. Con el agua al cuello se puede practicar el elegante estilo mariposa o chapotear alegremente como una foca feliz. Todo son ventajas. Cuando el nadador se agota, hace pie, descansa, recupera el aliento y a continuaci¨®n puede seguir braceando con el ritmo que ¨¦l mismo se imponga. En el mar como en la vida, lo peor es que el agua o el ¨¦xito te cubra por completo. En este caso para mantenerse a flote uno est¨¢ obligado a bregar continuamente, con la amenaza de que si paras, te hundes. El artista que ocupa las cabeceras de cartel, el escritor que m¨¢s libros vende, el empresario que m¨¢s negocios levanta, la figura de radio o de televisi¨®n con mayor ¨ªndice de audiencia, el financiero que m¨¢s bancos se traga, estos h¨¦roes en cuyo espejo la sociedad se mira, saben que, al levantarse cada ma?ana, les espera el abismo lleno de predadores al pie de la cama y que no ser¨¢n nada si ellos no desarrollan tambi¨¦n unos dientes de tibur¨®n. Salen de casa, los recibe el mec¨¢nico en el portal, suben al coche blindado y comienzan a nadar en el asfalto, en el despacho, en el plat¨®. De pronto sienten un tir¨®n. Alguien les ha arreado un bocado desde abajo. No obstante, siguen nadando como si nada hubiera pasado, pero son conscientes de que acaban de perder una pierna. Poco despu¨¦s notan otra dentellada en un costado. Mientras bracean con furia sin perder el ¨¢nimo, se palpan las costillas y antes de que encuentren el hueco que ha dejado la herida, comienzan a oler a sangre. Entonces deciden contraatacar. Cuando uno permanece en la superficie del ¨¦xito teniendo bajo el cuerpo cien brazas de profundidad, hay que morder para seguir arriba y al mismo tiempo nadar para no ahogarse. Mitad gloria, mitad agon¨ªa, mitad euforia, mitad depresi¨®n, ¨¦sas son las dos caras del ¨¦xito. El p¨²blico contempla a estos triunfadores en las recepciones oficiales o en las tribunas donde se reparten medallas y en apariencia los ve enteros, pero debajo de su rostro sonriente y de su traje oscuro apenas les queda nada. Vienen de una guerra muy carn¨ªvora. Todos son h¨¦roes mutilados. Tampoco sirve vivir con agua a la rodilla, porque uno se debate contra las rocas del fondo y acaba desollado. Cada uno tiene su propia orilla marcada. A ella hay que llegar sin que el esfuerzo te haga zozobrar antes de alcanzarla. El ideal es estar siempre con el agua al cuello. Con ese nivel nadie se ahoga; en cambio te permite cierta emoci¨®n al desafiar las olas que te manda el azar.
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