"A mi hijo le han matado"
La madre de uno de los cinco obreros muertos en el accidente del Poblenou critica la falta de seguridad
Margarita Falc¨® ha decidido guardar para s¨ª todo el dolor que le causa la muerte de su hijo Isaac. Al menos, dice, "hasta que se haga justicia". Desde la terraza de un bar de Martorell, esta mujer luchadora y de car¨¢cter ind¨®mito repite una y otra vez la misma sentencia: "A mi hijo le han matado".
Isaac Casero Falc¨®, de 29 a?os, falleci¨® el pasado julio en un accidente laboral en el Poblenou de Barcelona, que acab¨® con la vida de otros cuatro compa?eros. Los obreros hab¨ªan abierto una zanja de canalizaci¨®n junto a un muro de contenci¨®n. La idea era abastecer un edificio de oficinas que se estaba construyendo en la calle de los Almog¨¤vers. De repente, el muro (que no estaba apuntalado y med¨ªa cinco metros) cedi¨®. Una monta?a de piedras y arena sepult¨® a los trabajadores.
Que las medidas de seguridad eran escasas es algo que ya han denunciado los sindicatos UGT y CC OO. Como el muro no se hab¨ªa reforzado, hurgar en su base era casi cavar la propia tumba. Margarita va m¨¢s all¨¢ y denuncia que el encargado de la obra hizo caso omiso a las reiteradas advertencias de los trabajadores en el sentido de que el muro se mov¨ªa y era un peligro. Eso es lo que lleva a Margarita a hablar de "asesinato" y no de accidente.
Margarita dice que la manguera que los obreros utilizaban para refrescarse estaba al pie del muro. "Fue una imprudencia porque, con el agua, el terreno se desgasta m¨¢s". A la hora de atribuir responsabilidades, la madre de Isaac lo tiene claro: "Si vio que el muro se mov¨ªa, el encargado debi¨® paralizar las obras".
En la silla de al lado de la terraza est¨¢ Montse, la mayor de los tres hijos de Margarita. Con el peque?o Julen protegido contra su pecho, tambi¨¦n apunta como responsable al Ayuntamiento de Barcelona. Cree que el consistorio deber¨ªa haber tomado medidas: "Si sab¨ªan del estado del muro, ?por qu¨¦ no lo apuntalaron? Podr¨ªa haber ca¨ªdo a la calle y haber matado a alguien". Su madre cree que alguien de Galasa -la empresa para la que trabajaba su hijo desde hac¨ªa siete a?os- deber¨ªa haber comprobado antes las medidas de seguridad de la obra.
"Que no vuelva a ocurrir"
Margarita cuenta que ha llevado el caso a los tribunales y asegura que llegar¨¢ hasta el final para que "alguien vaya a la c¨¢rcel". Su objetivo es denunciar la "pirater¨ªa" en el sector de la construcci¨®n y procurar que "no vuelva ocurrir" una tragedia similar.
A partir de lo que le contaba su hijo, que era delegado de Comisiones, Margarita dice que los trabajadores de Galasa "ten¨ªan que compr¨¢rselo todo ellos: el uniforme, las botas, el casco...". Adem¨¢s, asegura que muchos de los obreros extranjeros no hablaban castellano ni catal¨¢n y eso "pon¨ªa en riesgo a los dem¨¢s".
En la muerte de Isaac Casero, y al margen de la peligrosidad del muro, hay mucho de fatalidad. Galasa le hab¨ªa pedido que acudiera a echar una mano al Poblenou. Necesitaban a un encofrador de primera, e Isaac ten¨ªa esta categor¨ªa profesional. El joven se present¨® por primera vez en la obra el mismo d¨ªa en que se produjo el accidente: el 27 de julio, un jueves lluvioso en Barcelona. Seg¨²n su madre, entr¨® despu¨¦s de comer y, a las cuatro de la tarde, qued¨® sepultado. Una hora m¨¢s y habr¨ªa concluido felizmente su jornada laboral.
Montse recuerda c¨®mo su hermano fue de los primeros en ser rescatado, ya sin vida, del mont¨®n de escombros: "Fue el ¨²nico de los cinco que pudo ser reconocido". El resto ten¨ªan el rostro desfigurado. De aquella funesta tarde recuerdan cada detalle. Edgar, el hijo peque?o de Margarita, le advirti¨® a su madre mientras iban en el coche: "Prep¨¢rate para lo peor". "Yo le contest¨¦ que a Isaac no le pasar¨ªa nada porque es muy listo", evoca Margarita. Aunque contiene las l¨¢grimas, no puede evitar que sus ojos se enrojezcan.
Tres d¨ªas despu¨¦s del accidente, el cuerpo de Isaac fue incinerado. Se truncaba as¨ª, de golpe y sin m¨¢s explicaci¨®n, la vida de un hombre en toda su plenitud. Acababa de celebrar el sexto aniversario de su matrimonio con Yolanda, una mujer que ahora queda desolada y viuda, al cargo de dos ni?os peque?os: Lisar, de dos a?os y medio, y Minerva, de apenas ocho meses. "Lisar siempre se pregunta: ?Cu¨¢ndo vendr¨¢ mi papa con el coche y me pondr¨¢ la m¨²sica que me gusta?", recuerda Margarita emocionada. Por ahora le han explicado la muerte de su padre con una met¨¢fora, seg¨²n la cual Isaac vive en una estrella del cielo, desde donde le protege.
Yolanda e Isaac ten¨ªan planes. "Acababan de comprarse un coche y un piso en el Eixample, y lo estaban arreglando". La tarde del accidente, la esposa llam¨® para ir a comprar unas pinturas. No contest¨® su marido, sino el encargado.
De Isaac, su hermana dice que era "muy chistoso" y cuidaba de sus compa?eros. Antes de trabajar en la hosteler¨ªa, de adolescente hab¨ªa hecho de extra y de modelo publicitario. Montse dice entre risas que lo de encofrador no le pegaba: "?Si era muy pijo! Siempre que pasaba delante de un escaparate dec¨ªa que, alg¨²n d¨ªa, ¨¦l tendr¨ªa un Rolex". Precisamente Yolanda le hab¨ªa comprado un reloj. No era un Rolex, sino un Sandoz. Pero por algo se empieza. Isaac no pudo recibir el regalo.
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