Aragon¨¦s y la selecci¨®n absoluta
Luis Aragon¨¦s se hab¨ªa otorgado 48 horas para dimitir o no como seleccionador pero su resoluci¨®n ha sido tan repentina que los especialistas la igualan al tiempo indispensable para hacer sumas y restas sobre el estipendio o la indemnizaci¨®n. Como el seleccionador se afana en hacer saber, ¨¦l es un profesional esc¨¦ptico, c¨ªnico o con el culo pelado. Y m¨¢s todav¨ªa respecto al mismo punto. En Dortmund, durante el ¨²ltimo campeonato del Mundo, cuando las autoridades locales le agasajaron con un ramo de flores ¨¦l lo rechaz¨® diciendo: "?Un ramo de flores para m¨ª que no me cabe en el culo ni el pelo de una gamba?". Aragon¨¦s proclamaba as¨ª que goza de un culo estricto, hom¨®fobo y espa?ol, sin fisuras. Y de ah¨ª, probablemente que la selecci¨®n espa?ola de f¨²tbol, "la Absoluta", vaya de mal en peor.
Desde hace cinco siglos la esencia hist¨®rica espa?ola despide un pesimismo que ha impregnado nuestros mismos d¨ªas. En este largo trayecto ha conllevado una incesante cadena de desprendimientos, desvertebraci¨®n y ¨®xidos que si no han descompuesto por entero el corpus patrio ha sido gracias a ciertos tejidos correosos y esf¨ªnteres como el del seleccionador. Porque no en vano su apellido y sus eventuales patillas de trabucaire evocan el Arag¨®n de Agustina de Arag¨®n y al esp¨ªritu de la Guerra de la Independencia de cuya gesta brot¨® la vacilante identidad espa?ola.
En el enfrentamiento con lo afrancesado o afeminado, en la oposici¨®n a lo volteriano y el abrazo a lo fernandino absolutista se halla el antecedente nuclear de la selecci¨®n Absoluta. Si se trata de la raza, Luis alarde¨® sus propias convicciones cuando anim¨® al sevillano Reyes en un entrenamiento dici¨¦ndole que era mucho mejor que "ese negro de mierda", Tierry Henry, con quien se alineaba por entonces en el Arsenal.
Los negros son una mierda, los franceses son maricones, los espa?oles son una etnia y su testosterona no admite f¨¢ciles comparaciones. ?Que nos eliminan casi siempre en octavos de final? As¨ª ha venido a fraguarse el ser nuestra Patria.
La reiterada y trivial comparaci¨®n que se viene haciendo con el comportamiento de otras selecciones nacionales (de baloncesto, de f¨²tbol sala, de waterpolo o de balonmano) que lograron campeonatos del mundo deber¨ªa evitar conclusiones superficiales. Porque bien, son campeonas del mundo, pero ?son espa?olas?
En primer lugar no son naturales. Todas ellas juegan bajo techo, sobre pavimentos sint¨¦ticos y con permanente luz artificial. Ocioso ser¨¢ a?adir que los cuatro ejemplos se refieren adem¨¢s a estilos deportivos con un incuestionable aire de feminidad. Tres de ellas se juegan con las manos y la restante es un menguado remedo del balompi¨¦.
Los futbolistas son, por antonomasia, hombres, mientras en las piscinas o en las pistas cubiertas, no desentonan las mujeres. El f¨²tbol se desarrolla sobre un campo abierto (de batalla) mientras los otros se practican en recintos climatizados, palacios llamados "de deportes" y en prefabricados.
Los factores que determinan el enfrentamiento al aire libre, la inclemencia de los vientos, las nevadas, los aguaceros o las irregularidades del terreno, son eliminadas del escenario donde se celebran aquellas competiciones en las que nuestras selecciones ganaron alg¨²n campeonato mundial. ?Eran propiamente competiciones viriles? ?Luchas fieras con espa?oles? La fiereza, el orgullo y el honor, desde Bail¨¦n a la Guerra de ?frica, tuvo su correspondencia en la olimpiada de Amberes, en el Mundial de Brasil de 1950 o en el gol de Marcelino en la Eurocopa. ?Sucesivos fracasos despu¨¦s?
El fracaso de lo espa?ol coincide con nuestra abnegada manera de ser; y de servir a Dios y a la Patria. Una sencilla observaci¨®n hace saber que casi tan s¨®lo en la selecci¨®n nacional de f¨²tbol -la Absoluta- quedan jugadores que se santiguan al saltar al campo y besan, cuando suena el himno, la medalla de la Patrona. Contrariamente, en los deportes de interior se ha perdido pr¨¢cticamente la fe y, significativamente, las alineaciones se encuentran trufadas de catalanes. No significa esto que los catalanes sean ateos o menos cat¨®licos pero no puede aspirarse a ser creyente o cat¨®lico de verdad sin ser, a la vez, espa?oles entusiastas.
Dios, Patria y Rey. Reyes abdic¨® hace poco de su estancia en Inglaterra debido a su irrenunciable naturaleza espa?ola. Cesc, en cambio, se encuentra dentro del conjunto nacional como un virus a erradicar, una especie de boletus. De incorporar al equipo gentes poco o nada espa?olas es preferible optar por tipos como Pern¨ªa que reproducen fielmente el modelo cacere?o, sarmentoso y conquistador.
De ning¨²n modo deber¨¢ reforzarse la selecci¨®n Absoluta con productos espurios. La selecci¨®n no est¨¢ llamada para triunfar a toda costa sino, principalmente, para reproducir, como genuino representante de Espa?a lo m¨¢s aut¨¦ntico de lo espa?ol, por doloroso que sea.
?La continuaci¨®n de Luis? Mientras siga doli¨¦ndonos Espa?a no hallaremos referencias m¨¢s apropiadas de nuestra identidad secular que la recreaci¨®n del imaginario colectivo en los funestos destinos de la selecci¨®n. S¨®lo Luis Aragon¨¦s ha alcanzado a desentra?ar, como profundo sabio de Hortaleza, la llave de su incomprensible permanencia. Cuanto m¨¢s propicia sea la posibilidad de un nuevo fracaso mayor apego a la adversidad. Mayor entra?amiento (o ensa?amiento) con el mal absoluto de la selecci¨®n nacional.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.