El Mundial 'sin hogar'
Otro f¨²tbol es posible. El pr¨®ximo fin de semana comienza en Sur¨¢frica la cuarta edici¨®n del Mundial de los 'homeless', los 'sin hogar', una iniciativa que trata de insuflarles autoestima. Jugar¨¢n selecciones de 48 pa¨ªses. Hemos estado con el equipo espa?ol
Han bebido vino pele¨®n a mansalva, han bajado a los infiernos en busca del destello, moment¨¢neo pero intenso, de la hero¨ªna o la coca¨ªna, han vendido sus cuerpos por un pu?ado de parn¨¦, por supuesto han robado al despiste o por las bravas? Y defienden con orgullo la zamarra de Espa?a. Manuel, Kike, Alfredo, Jos¨¦ Ignacio, Paco, Luis Antonio, Jes¨²s y Giusseppe, para algunos, par¨¢sitos, gandules, yonquis, con un deterioro f¨ªsico notable y la autoestima en baja forma, vestir¨¢n la roja a partir del pr¨®ximo fin de semana y durante 10 d¨ªas en la cuarta edici¨®n de la Homeless World Cup de Sur¨¢frica, el Mundial de los desamparados.
"Todo lo que s¨¦ con certeza sobre moral es gracias al f¨²tbol". El memorando, de Albert Camus, cobra sentido cuando se observa a los ocho expedicionarios sin hogar que han acudido a Ciudad del Cabo -que tambi¨¦n albergar¨¢ el Mundial oficioso de 2010- dej¨¢ndose el alma en los entrenamientos. Se saben afortunados. M¨¢s de 50 moradores de las aceras de todas las razas y edades pasan cada a?o por el proyecto iniciado hace cuatro por la Red de Apoyo a la Integraci¨®n Social (RAIS) y el Centro de Acogida de San Isidro de Madrid, en respuesta a la llamada de la Red Internacional de Peri¨®dicos Europeos de Calle, promotora de tan peculiar torneo. "Es un premio, un reconocimiento a su esfuerzo por salir del pozo. Aunque no necesariamente van los mejores deportistas. La finalidad no es traerse un trofeo, sino que se reincorporen a la sociedad", puntualiza Sa¨²l Rodr¨ªguez, el responsable del grupo. ?Palabrer¨ªa barata? No cuando presenta a Jes¨²s Baeza, un hombre de 62 a?os al que el vicio por el garraf¨®n no se lo ha llevado al otro barrio de milagro. Entre los 16 y 24 a?os se dedic¨® a atracar bancos. "Pero sin violencia, no me va eso", puntualiza. Nunca corri¨® la sangre. Bastaba con ense?ar la recortada. Ahora se convierte en otro cuando le da al bal¨®n. "El deporte tiene el poder de transformar a las personas", apunta Sa¨²l.
Como ya pas¨® hace tres a?os en la ciudad austriaca de Graz y a continuaci¨®n en Gotemburgo (Suecia) y Edimburgo (Escocia), el street soccer ofrece la emoci¨®n de una versi¨®n del deporte rey donde dos equipos de cuatro jugadores, da igual el sexo, disputan 14 minutos de f¨²tbol extremo repartidos en dos tiempos. Sin defensas, centrocampistas ni atacantes. Sin tener que haber nacido en el pa¨ªs que visten: la patria es la calle, fue el mensaje de los ocho africanos que ganaron para Austria el primer campeonato. "El f¨²tbol sala es lo m¨¢s parecido, aunque esto es un correcalles, que si todos p'atr¨¢s que si todos p'alante; no hay distinciones entre puntas ni interiores", observa Paco Calixto, de And¨²jar (Ja¨¦n). Tiene 56 a?os, dice que jam¨¢s ha birlado un centavo, y cuenta que hace 15 a?os li¨® un hatillo y se fue de casa, harto de las broncas con su se?ora. "Robar es tentador. Es lo f¨¢cil. Yo me gano la vida decentemente, vendiendo abanicos, rebuscando en la basura? Siempre queda un trocito de carne por ah¨ª, en las patas de los jamones". ?Qu¨¦ es lo que m¨¢s cuesta? "Que te vea el vecino, aunque, por supuesto, siempre se har¨¢ el despistado". El caso de Paco es quiz¨¢ el m¨¢s aterrador: nada de bingos, nada de drogas, nada de vivir la noche. Nada de nada, s¨®lo una relaci¨®n sentimental fallida. "La noche es dura, como la ola de fr¨ªo de hace un par de a?os; seis grados bajo cero? Eso es fr¨ªo".
El prototipo de las personas sin hogar -un mendigo es aquel que pide limosna; un vagabundo, el que va de una ciudad a otra, y un indigente, el que carece de comida y de ropa- es el de un var¨®n de entre 41 y 65 a?os, soltero, alcoh¨®lico, con problemas de salud y poca formaci¨®n cultural. Poco a poco, el perfil cambia, conforme al ritmo de la sociedad. "La gente no es consciente de lo f¨¢cil que resulta terminar en la calle", explica Jos¨¦ Manuel Caballol, secretario general de la RAIS. "Si tienes un empleo inestable, de poca capacidad econ¨®mica, temporal, y las relaciones sociales empiezan a resquebrajarse, te sit¨²as en la l¨ªnea divisoria. El 90% de los casos se gu¨ªa por estos patrones". Puede que la advertencia suene exagerada. ?O no?
"Sigue imperando la idea de que son unos locos o que est¨¢n as¨ª porque se lo han buscado. Que han optado por una vida rom¨¢ntica, que han nacido en una familia muy pobre. No necesariamente. Es una pobreza muy especial, relacionada con los malos tratos, con el abandono familiar", explica Manuel Mu?oz, psic¨®logo de la Universidad Complutense y autor del estudio Los l¨ªmites de la exclusi¨®n. Sus conclusiones corroboran la magnitud del problema: el 25% es menor de 20 a?os, el 15% ha estudiado una carrera, la mitad entra en la categor¨ªa de inmigrantes econ¨®micos? Se calcula que hay entre 50.000 y 200.000 personas sin hogar en Espa?a -no existen datos fiables-; de ellas, unas 15.000 duermen al raso a diario. Las cifras se triplican si se considera a quienes duermen en la calle espor¨¢dicamente. "El 90% de estas personas solventa sus problemas en menos de un a?o. Se levantan despu¨¦s de caerse. Pero hay un 10% reincidente, que por s¨ª solos no pueden", dicen en la RAIS. "Lo ¨²nico que deseas es no volver a despertarte", responden autom¨¢ticamente quienes lo han pasado. La calle les ha convertido en clones.
La terapia futbolera tiene su iron¨ªa. La vida les ha tratado a patadas, y es precisamente as¨ª, dando golpes a una pelota, como pretenden rescatarles de los d¨ªas al raso. Funciona. M¨¢s que profundizar en el arte del regate, o de emular a Beckham en los libres directos, el objetivo es que los futbolistas vuelvan a cumplir con unos horarios, que recuerden lo que era el trabajo en equipo. El esp¨ªritu ol¨ªmpico del bar¨®n de Coubertain en estado puro. "Vamos, que esto deber¨ªa servirnos de trampol¨ªn, motivarnos para adquirir h¨¢bitos, responsabilidades? El f¨²tbol es la herramienta para que te sientas ¨²til, para que te vuelvan las ganas de luchar en la vida", confirma Luis Antonio Ram¨ªrez, el Ara?a, que ya estuvo en la cita escocesa. "Siempre hay un veterano que hace de gu¨ªa, que le explica al resto lo que se siente cuando el avi¨®n se eleva, c¨®mo es la convivencia con las otras selecciones? Por eso uno repite curso", esgrime Miguel Buzeta, uno de los entrenadores.
No es f¨¢cil meter a ocho tipos acostumbrados a deambular por ah¨ª en un transporte cerrado, a 10.000 metros de altura, sin fumar ni beber, durante 11 horas. Esta vez le ha tocado hacer de embajador al Ara?a. "Dicen que lo paro casi todo, que tengo 20 brazos". El a?o pasado le incluyeron entre los tres mejores porteros del Mundial. "?Qui¨¦n me lo iba a decir! Al principio no quer¨ªa entrenarme; me dec¨ªa: '?si son unos manguis!'. Y mira", sonr¨ªe.
Un gesto que dice mucho de su recuperaci¨®n, de lo atr¨¢s que queda su erre que erre con la hero¨ªna. "Ojal¨¢ no le vuelva a ver por aqu¨ª, salvo para tomar un caf¨¦ de vez en cuando, como colegas. Eso significar¨ªa que ha rehecho su vida", asiente un voluntario. Manuel Gil, en cambio, acude todos los d¨ªas al centro de ayuda a la drogadicci¨®n detr¨¢s de su dosis diaria de metadona. La hero¨ªna es la droga que m¨¢s secuelas f¨ªsicas deja. Marca a sus consumidores. Jos¨¦ Ignacio Aparicio le saca 10 a?os a Manuel, pero los dos parecen de la misma quinta. "Cuando entr¨¦ en el mundillo de la droga no hab¨ªa la informaci¨®n que hay ahora. No sab¨ªa qu¨¦ consum¨ªa. Ni siquiera las consecuencias", cuenta. Jam¨¢s olvidar¨¢ su primer chute. "Est¨¢bamos en el barrio, llev¨¢bamos un rollo muy sano, pero vinieron los mayores y nos ofrecieron hero¨ªna para esnifarla. Me puse mal¨ªsimo, en parte me sent¨® mal pero me sent¨® bien, de alguna manera me llam¨® la atenci¨®n. Pero esa persona que me la ofreci¨® no me dijo 'ten cuidado, que si la consumes tres d¨ªas seguidos vas a tener dependencia'. Y as¨ª pas¨®". Uno de los principales problemas a que se enfrenta la organizaci¨®n del Mundial es que muchos de sus participantes no pueden pasarse un d¨ªa sin metadona ni antirretrovirales. "Tenemos que llevarlos encima, en el equipaje de mano. Esperemos que no haya problemas", explica Sa¨²l.
"Si mantenemos la fe, por peque?a que sea, alg¨²n d¨ªa transformaremos nuestras vidas", es la misiva que Luis Figo transmite a los participantes. Modesto, que hasta hace poco sobreviv¨ªa en la madrile?a plaza de Quevedo, es uno de los modelos. Rehabilitado, se gana el jornal como pintor y por 20 euros diarios convive en una pensi¨®n con su esposa. Dicharachero en cuanto se habla de f¨²tbol, advierte del "alt¨ªsimo" nivel de los contrincantes. "En Suecia, los ingleses iban y ven¨ªan en sus autobuses, con entrenadores del Manchester que grababan en v¨ªdeo los partidos de sus rivales", cuenta. No exagera. Una treintena de futbolistas callejeros han firmado un contrato con alg¨²n club o se iniciaron como entrenadores. "Si la Administraci¨®n se involucra, se notan las diferencias", apostilla Buzeta. Caso de Portugal, donde el seleccionador, Luiz Felipe Scolari, present¨® ante una avalancha de medios a sus ocho representantes.
Pasan las ediciones y el torneo gana adeptos -de 18 equipos en la primera edici¨®n a 48- y mecenas como la UEFA, aunque el a?o pasado a punto estuvo de no celebrarse. "Lo iba a albergar Nueva York, pero si las trabas burocr¨¢ticas casi impiden entrar a cualquier viajero sin antecedentes, ?imag¨ªnate a 400 personas marginales de 32 pa¨ªses!", se?alan los seleccionados espa?oles. El cofundador del evento, el escoc¨¦s Mel Young, movi¨® sus hilos y la competici¨®n se termin¨® disputando en Edimburgo. No logr¨®, sin embargo, sortear los problemas con las autoridades; le acech¨® la sombra del 7-J, del jueves que unos terroristas musulmanes coordinados segaron 50 vidas en Londres. "A Camer¨²n no le dejaron entrar en el Reino Unido. Argumentaban que no ten¨ªan el dinero suficiente para estar, pero era por los atentados. ?Por qu¨¦ se relaciona la violencia con estas personas? Los estudios dicen que el 80% son v¨ªctimas de ella", se queja Caballol. Las estad¨ªsticas tambi¨¦n sugieren que, al contrario de la tesis de Bujad¨ªn Boskov, el f¨²tbol es algo m¨¢s que un deporte-espect¨¢culo. De los m¨¢s de 200 participantes en Escocia, 80 encontraron un trabajo estable, 95 se reconciliaron con sus familias, 60 comenzaron a estudiar y 62 de 91, aquellos que libraban un combate cotidiano con la bebida y los estupefacientes, han triunfado. Paco va por el mismo camino. "Antes s¨®lo quer¨ªa pasarme todo el d¨ªa pedo, pimplando vino", suspira.
Si el Ara?a ejerce de gran capit¨¢n, Sa¨²l lo es todo para los integrantes del equipo. Tan pronto suelta una rega?ina al que ve -otra vez- tentado por el cart¨®n de vino como le reconforta con un abrazo. Y se desvive por unas equipaciones dignas, vista la apat¨ªa de la federaci¨®n espa?ola; el a?o pasado aport¨® varias camisetas y pantalones a la causa una semana despu¨¦s del Mundial de Edimburgo. Eso despu¨¦s de la mediaci¨®n del Consejo Superior de Deportes. Vodafone y Coca Cola llevan el peso fuerte del patrocinio. El Real Madrid, a trav¨¦s de su fundaci¨®n, tambi¨¦n arrima el hombro, ya sea con ropa deportiva, visitas a su sala de trofeos, encuentros con futbolistas de otra galaxia o entradas para los d¨ªas de partido. "?Se les ponen unas caras! Es como si vivieran un sue?o", sostiene Paulino Garc¨ªa, de la instituci¨®n madridista. "?El Bernab¨¦u? Precioso", cuenta Jos¨¦ Ignacio, el m¨¢s futbolero de los ocho. Con diferencia. "El Madrid podr¨ªa haber prescindido de Van Nistelrooy, soy m¨¢s partidario de la cantera. De Soldado, por ejemplo, cedido a Osasuna. Se saldr¨¢ en Navarra", barrunta. Cuesta creer que haya pasado por la c¨¢rcel. "Pero lo hice. Me junt¨¦ con unos carteristas, y como no cumpl¨ªa los arrestos domiciliarios porque no ten¨ªa casa?", prosigue desmenuzando el pasado.
M¨¢s que la pobreza, los expertos alegan que la mejor explicaci¨®n a la presencia de m¨¢s y m¨¢s personas sin hogar est¨¢ en lo que denominan "sucesos vitales estresantes". Todos tenemos alguno: separaci¨®n, maltrato, p¨¦rdida del trabajo, muerte de un familiar cercano? La media de estos sucesos en una persona normal es de tres; la de los sin hogar es de casi ocho. "Con la particularidad de que adem¨¢s est¨¢n muy agrupadas en el tiempo. No es lo mismo que los vivas a lo largo de la vida que en uno o dos a?os. No es lo mismo que se te muera el padre o la madre a que el otro te abandone o te maltrate, y que entonces no puedas con la casa y te echen de ella por motivos legales, porque unos meses antes no te han renovado en el trabajo? Vas sumando. Hay que tener mucha fortaleza para afrontar eso", sostiene Mu?oz.
Las historias de seleccionados y reservas dar¨ªan para muchas telenovelas venezolanas. Jes¨²s ense?a sus antebrazos, repletos de cicatrices. Cada una vale por un intento de suicidio. "Me las hice con cristales rotos. Es que echo de menos a mi madre". "Hay casos por ah¨ª que ?buff!?", responde el ¨²ltimo entrenador que le dio la Copa de Europa al Madrid, Vicente del Bosque, que ha participado en varias campa?as de sensibilizaci¨®n. La mayor¨ªa de la poblaci¨®n pierde a sus padres en torno a los 40 a?os. Manuel los vio irse de sopet¨®n. "Mi padre palm¨® cuando ten¨ªa 11 a?os, y mi madre, con 15 cumplidos", recuerda con un caf¨¦ de por medio. Era el mayor de tres hermanos y no pudo con la presi¨®n. "Era pinche de cocina y ten¨ªa mi chica hasta que lleg¨® a casa un colega enganchado y me quise tomar unas vacaciones? Todav¨ªa no las he terminado", a?ade con iron¨ªa.
A Alfredo Momomete, ecuatoguineano de 25 a?os, le cuesta hablar; si lo hace, es con la cabeza gacha, sin mirar a los ojos. "A ver si salimos adelante", se dice. Aunque no destaca por sus dotes de orador, ya no es el tipo solitario que se refugiaba en el whisky. O en el vodka. O en el ron. Termin¨® y¨¦ndose de casa. Como Paco y Kike. Como tantos.
A sus 39 a?os, Kike es la v¨ªctima de la coca¨ªna, la droga de moda. "Llevo dos meses sin probarla", narra. Se nota que cuenta los d¨ªas, horas y minutos, pero no se resigna a abandonarse de nuevo. El problema le vino por triunfar con 22 a?os. "Era relaciones p¨²blicas, me levantaba 3.000 euros al mes? Me cre¨ªa el amo del mundo. El puto amo". Cuando se rehabilite, igual vuelve por sus fueros, a sus tiempos como monitor de pirag¨¹ismo, esqu¨ª acu¨¢tico o manejo de veleros. El Ara?a no se corta: "Hay millones de personas que le dan al vicio los fines de semana. Ese gramo de coca¨ªna les puede llevar en un par de a?os a comprarlo todos los d¨ªas. No consiento que luego me vengan a dar sermones, ni que me miren como a un yonqui".
Hay miradas que lo dicen todo. "Parece incre¨ªble, pero en Escocia, con simples miradas y con cuatro se?as, te entend¨ªas con los chinos, rusos, noruegos? ?ramos similares, con vivencias muy parecidas. Cuesta menos que hablar con tu vecino", contin¨²a la charla.
Gane o pierda Espa?a, el Mundial es la estaci¨®n anterior de otra meta: montar una liga nacional para los sin hogar, como las que proliferan en los pa¨ªses n¨®rdicos. "Me han contado que sueltas a llorar cuando escuchas el himno. Igual o m¨¢s sentimiento tiene una persona de la calle que Fernando Torres, Ra¨²l o Casillas", concluye Manuel. Se levanta y se va a por su metadona, mezclada con Tang de naranja. "Nos ahogamos en un vaso de agua", se despide. "Soy como soy, no puedo cambiar", a?ade Jes¨²s resignado. "La gente debe de pensar: 'Vaya cristo se ha montado en L¨ªbano y a ¨¦stos les pagan una semanita en Sur¨¢frica", apostilla el Ara?a. "Estamos con ellos, juntos vamos a meter un gol a la exclusi¨®n", es el mensaje grabado en v¨ªdeo de Michel Salgado. Con ellos, el f¨²tbol regresa a sus or¨ªgenes. Al lugar donde naci¨®. A las calles.
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