?Estado de excepci¨®n permanente?
La conmemoraci¨®n del quinto aniversario del 11-S ha coincidido con el estreno de dos pel¨ªculas de Hollywood: United 93, de Paul Greengrass, y World Trade Center, de Oliver Stone. Estas dos pel¨ªculas han intentado distanciarse al m¨¢ximo del modelo hollywoodiense: se centran en el coraje de la gente ordinaria, sin recurrir a las grandes estrellas, a los efectos especiales o a actos heroicos grandilocuentes, ofreciendo sencillamente una representaci¨®n realista y lac¨®nica de gente ordinaria en una situaci¨®n extraordinaria. En estas pel¨ªculas hay, sin duda, un toque de autenticidad, y la mayor¨ªa de la cr¨ªtica ha celebrado la sobriedad y la mesura de su estilo, el hecho de haber renunciado a todo sensacionalismo. Sin embargo, es este toque de realismo aut¨¦ntico lo que suscita algunas cuestiones controvertidas.
La consecuencia de este realismo es que las dos pel¨ªculas no s¨®lo impiden que adoptemos un punto de vista pol¨ªtico sobre los hechos que narran, sino tambi¨¦n que podamos describir el contexto m¨¢s amplio en que se sit¨²an estos hechos. Ni los pasajeros de United 93 ni los polic¨ªas y bomberos de World Trade Center tienen una visi¨®n global de la situaci¨®n: se encuentran de repente en una situaci¨®n terror¨ªfica y tienen que salir de ella lo mejor que puedan. Esta ausencia de "cartograf¨ªa cognitiva" es crucial: las dos pel¨ªculas representan a personas ordinarias afectadas por la intrusi¨®n brutal y repentina de la Historia como causa ausente, afectadas por el impacto de lo real invisible. Resulta entonces que el mensaje pol¨ªtico de las dos pel¨ªculas radica en el hecho mismo de que se abstienen de dar un mensaje pol¨ªtico expl¨ªcito: lo que transmiten es una confianza t¨¢cita en el Gobierno: "Cuando nos atacan, s¨®lo tenemos que cumplir con nuestro deber".
Aqu¨ª, sin embargo, empieza el verdadero problema. La amenaza invisible y omnipresente del terror legitima las medidas defensivas demasiado visibles. La guerra contra el terror se distingue de las precedentes luchas mundiales del siglo XX, como la guerra fr¨ªa, por el hecho de que si en estas ¨²ltimas el enemigo estaba claramente identificado como el imperio comunista realmente existente, la amenaza terrorista es constitutivamente espectral, est¨¢ desprovista de centro visible. La potencia que se presenta como estando continuamente amenazada y que afirma estar simplemente defendi¨¦ndose de un enemigo invisible corre el peligro de convertirse en un poder manipulador. ?Podemos realmente confiar en esa potencia o apela a esa amenaza s¨®lo para imponernos una disciplina y para controlarnos? Hay que extraer la siguiente lecci¨®n: en el combate contra el terror, es m¨¢s indispensable que nunca el que la pol¨ªtica de Estado sea democr¨¢ticamente transparente.
Desgraciadamente, estamos pagando hoy el precio por todas las mentiras y manipulaciones de los Gobiernos norteamericano y brit¨¢nico en estos ¨²ltimos diez a?os, que llegaron a su punto culminante con la tragicomedia en torno a las armas de destrucci¨®n masiva en Irak. Recordemos la alarma, en el mes de agosto, a prop¨®sito del atentado terrorista frustrado que ten¨ªa que hacer explotar en pleno vuelo una docena de aviones entre Londres y Estados Unidos: la alarma era sin lugar a dudas real, afirmar lo contrario ser¨ªa excesivamente paranoico. Sin embargo, no podemos evitar pensar que todo ese asunto era un espect¨¢culo puesto en escena a conciencia para acostumbrarnos al estado de emergencia permanente, al estado de excepci¨®n convertido en estilo de vida. ?Qu¨¦ margen ofrecen estos acontecimientos a la manipulaci¨®n, cuando las ¨²nicas cosas p¨²blicamente visibles son las mismas medidas antiterroristas? ?No ser¨¢ que piden demasiado a los ciudadanos ordinarios que somos todos, un grado de confianza al que los dirigentes hab¨ªan renunciado hac¨ªa tiempo?
?Cu¨¢l es entonces el sentido hist¨®rico del 11-S? Doce a?os antes, el 9 de noviembre de 1989, ca¨ªa el muro de Berl¨ªn. La debacle del comunismo era vista en todas partes como el fracaso de las utop¨ªas pol¨ªticas: hoy, despu¨¦s de haber aprendido, no sin dolor, que las utop¨ªas pol¨ªticas nobles se convierten en terror totalitario, vivimos en una ¨¦poca posut¨®pica de administraci¨®n pragm¨¢tica. Sin embargo, tenemos que se?alar de inmediato que a este supuesto fracaso de las utop¨ªas le ha sucedido el reinado durante una d¨¦cada de la ¨²ltima gran utop¨ªa: la utop¨ªa de la democracia liberal capitalista a escala mundial.
El 9 de noviembre de 1989 anunciaba los felices a?os 90, el sue?o del fin de la historia previsto por Francis Fukuyama. El 11-S es el gran s¨ªmbolo del fin de esta utop¨ªa, una vuelta a la historia real: los felices a?os 90 de la presidencia de Clinton ya han pasado; se anuncia una ¨¦poca en la que se levantan nuevos muros por todas partes, entre Israel y la franja de Gaza, alrededor de la Uni¨®n Europea, en la frontera entre Estados Unidos y M¨¦xico, entre Espa?a y Marruecos, sustituyendo as¨ª el muro de Berl¨ªn. Una ¨¦poca con nuevas formas de apartheid y de tortura "legal".
Tal como afirm¨® el presidente George W. Bush inmediatamente despu¨¦s del 11-S, Estados Unidos est¨¢ en guerra. Ahora bien, el problema est¨¢ precisamente en que Estados Unidos evidentemente no est¨¢ en guerra; al menos no en el sentido convencional del t¨¦rmino (para la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, la vida cotidiana sigue su curso, y la guerra es asunto exclusivo del ¨¢mbito estatal). De este modo, la distinci¨®n misma entre el estado de guerra y la paz queda alterada. Entramos en una ¨¦poca en la que la misma paz puede coincidir con el estado de excepci¨®n.
En su glorificaci¨®n del deseo ardiente e irrefrenable de libertad en los pa¨ªses poscomunistas, George Bush lo compar¨® a un "fuego en los esp¨ªritus". La iron¨ªa involuntaria de esta afirmaci¨®n est¨¢ en que utiliz¨® una frase de Los Demonios de Dostoievski, en la que ¨¦ste califica de despiadada la acci¨®n de los anarquistas radicales que incendiaron un pueblo: "El fuego est¨¢ en los esp¨ªritus, y no en las casas". Lo que el se?or Bush no ha entendido es que el 11 de septiembre de 2001 los habitantes de Nueva York ya ve¨ªan y ol¨ªan el humo de este fuego.
Slavoj Zizek es fil¨®sofo esloveno y autor de Irak. La tetera prestada. Traducci¨®n de Mart¨ª Sampons.
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