Malcolm Arnold, autor de la m¨²sica de 'El puente sobre el r¨ªo Kwai'
Compuso 132 bandas sonoras para el cine y nueve sinfon¨ªas
Lo que son las cosas. Mientras estaban dando en la televisi¨®n El puente sobre el r¨ªo Kwai llega la noticia de que ha muerto Malcolm Arnold, el autor de su m¨²sica, de esa marcha del coronel Bogie que le har¨ªa ser el primer compositor brit¨¢nico que ganara un Oscar. Antes hab¨ªan venido La barrera del sonido y Trapecio, y luego llegar¨ªan El albergue de la sexta felicidad, De repente, el ¨²ltimo verano o David Copperfield. As¨ª hasta 132 bandas sonoras, que pudieron ser m¨¢s, y a¨²n m¨¢s sonadas, si no llega a rechazar el encargo para componer la de Lawrence de Arabia.
Pero eso fue s¨®lo una parte de su obra, la que le dio m¨¢s dinero seguramente pero no la que m¨¢s le importaba. Cuando a finales de los a?os cuarenta del pasado siglo decidi¨® dejar su puesto como primer trompeta de la Filarm¨®nica de Londres su anhelo era llegar a ser un gran compositor. Y de hecho lo fue, a pesar de ciertas incomprensiones, de que determinada cr¨ªtica no supiera valorar lo que de enormemente personal, de libertad absoluta hab¨ªa en una obra que siempre hablaba directamente al oyente, al que le comunicaba, quiz¨¢ sin que ¨¦ste lo supiera, la interioridad de una vida repleta de dificultades. Hoy, al fin, Arnold era reconocido como una de las grandes voces de la m¨²sica brit¨¢nica de los ¨²ltimos cien a?os, aunque su nombre fuera de las Islas no lo sea a¨²n en la medida de su genio.
Sus nueve -ese n¨²mero fatal en la historia de la m¨²sica- sinfon¨ªas son un recorrido por una existencia que le llev¨® a una Segunda Guerra Mundial de la que saldr¨ªa peg¨¢ndose un tiro en un pie y que pasa por los abismos de la depresi¨®n m¨¢s feroz -a los 20 a?os le fue detectada una esquizofrenia-. Arnold se cas¨® dos veces, ambas con las consiguientes separaciones. Del segundo de sus matrimonios nacer¨ªa un hijo autista, retratado junto a sus hermanos en su Sexta Sinfon¨ªa, una obra en la que parece tambi¨¦n volver a esa infancia en la que escuchaba jazz en la casa de sus padres con citas que recuerdan inevitablemente a Charlie Parker. Sus desastres conyugales tuvieron que ver con episodios ligados al alcoholismo, fruto tambi¨¦n de su indefensi¨®n ante la cr¨ªtica. La depresi¨®n le hizo caer en un intento de suicidio en 1975, y, cuatro a?os despu¨¦s, le llev¨® a un hospital psiqui¨¢trico -y a otro intento por darse muerte- del que le sacar¨ªa en 1984 Anthony Day, un asistente social, que ser¨ªa a partir de entonces, deshechas las relaciones con sus hijos, su fiel acompa?ante y quien aliviar¨ªa su absoluta falta de medios econ¨®micos. A lo largo de su gran crisis, Arnold dejar¨ªa de componer, pero en 1986 retomar¨ªa la partitura de su Novena Sinfon¨ªa, estrenada s¨®lo en enero de 1992. Curiosamente, en los ¨²ltimos a?os han ido apareciendo en discos sus mejores obras y est¨¢n disponibles en el mercado como un legado imprescindible.
La m¨²sica de Arnold muestra sin ambages la complejidad de su propio interior pero, por eso, tambi¨¦n ofrece momentos de exaltaci¨®n, como sucede en sus dos extraordinarias sinfon¨ªas iniciales o en sus memorables series de danzas escocesas, irlandesas, inglesas o galesas, que ¨¦l dirig¨ªa como nadie. Escribi¨® tambi¨¦n obras de c¨¢mara y para piano, 15 conciertos -incluido uno para guitarra-. Pero si se le quiere recordar con una sonrisa ante tanto sufrimiento, lo mejor es escuchar su A Grand, Grand Overture, una pieza escrita en 1956, lo que los ingleses llaman una verdadera extravaganza que une a la orquesta sinf¨®nica tres aspiradoras, una pulidora de suelos y tres escopetas, y que presenta la coda m¨¢s hilarante de la historia de la m¨²sica. Adi¨®s a este m¨²sico escuchado por millones de personas que jam¨¢s oyeron -ni oir¨¢n- hablar de ¨¦l.
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