No hay tinieblas
En esta novela hay un camino que es como un r¨ªo y sus afluentes. Hay veredas, atajos entre lomas y senderos que se despliegan en los valles. Por ese r¨ªo de tierra andan caminantes en un traj¨ªn sin tregua, en un recorrido m¨²ltiple y silencioso que les invita a reflexionar sobre cu¨¢l es el lugar que ocupan en el mundo. Entre otros, est¨¢ una insegura muchacha, un artista desolado, un joven enfermo, una sanadora prisionera del amor filial y un japon¨¦s con habilidad para la papiroflexia. Fuera del camino, sin peregrinar, hay presencia de una dama anciana de memoria desterrada. Cristina Cerezales (Madrid, 1948) ha dispuesto en este libro sendas, paradas y posadas del Camino de Santiago como lugares de encuentro entre sus personajes, que en el inicio ir¨¢n intercambiando t¨ªmidos y escuetos saludos y en las siguientes ocasiones una confidencia y otra y otra, y as¨ª se construir¨¢ un gran rompecabezas con cada historia particular. Adem¨¢s est¨¢ la naturaleza y valles como el de la luna que es en realidad un rinc¨®n del alma, y las hogueras y la noche y el cielo abierto y esa lluvia fina y el calor de las posadas. Hay tambi¨¦n historias de brujas y embrujos. Y un equipaje m¨ªstico.
POR EL CAMINO DE LAS GRULLAS
Cristina Cerezales
Destino. Madrid, 2006
424 p¨¢ginas. 20 euros
Cristina Cerezales es pinto
ra y ha escrito De oca a oca y tambi¨¦n se ha ocupado, junto a sus hermanos, de la edici¨®n de la obra de su madre, Carmen Laforet. En El camino de las grullas, la trama que se ilustra resulta ambiciosa, con esas historias individuales que se van enlazando y haciendo grandes sin parar y el esfuerzo f¨ªsico de andar ese camino parece que ayudar¨¢ a los personajes que lo transitan, tanto a expiar culpas como a encontrar consuelo. Tambi¨¦n a tratar de ser otros, sin traicionarse. Sin embargo, esa ambici¨®n no es suficiente pues el texto que desgrana las historias, algunas dolorosas, no consigue subrayar la intensidad de la tragedia personal y la transformaci¨®n que sufren los protagonistas resulta ingenua y previsible. No hay tinieblas en esta novela coral a pesar del desastre que acarrea cada cual. Y el aire m¨ªstico y tambi¨¦n algo brujo queda un tanto enredado. A?adir que hay destellos de letra inquietante en los silencios de la dama ave, una anciana encerrada en una oscuridad senil que la aparta del mundo de la palabra y el reconocimiento. Una mujer con la memoria anegada.
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