Mi Parlamento
Estoy disgustado con el Parlamento. Que nadie pregunte la causa de mi descontento. Me sobran los motivos. No me siento representado por esa gente ilustre. Ojal¨¢ que los bedeles los echasen a todos, a escobazos si fuere preciso... pero eso s¨ª: manteni¨¦ndoles el sueldo ¨ªntegro, y condecorados con la Cruz de Sant Jordi.
Gente con m¨¢s sentido de la realidad, con los pies en el suelo, ocupar¨ªa sus esca?os.
Pienso, por ejemplo, en los dos mendigos homosexuales instalados desde hace a?os en la calle de Pelai, una acera muy buena, de mucho tr¨¢nsito, delante de la zapater¨ªa Padev¨ª. El que lleva el rol del var¨®n es cojo y llega a su puesto de trabajo con muletas, pero nada m¨¢s sentarse en el suelo se remanga el pantal¨®n y se quita la pata de palo, para exhibir el argumento irrebatible del mu?¨®n; y el que va de mujer hay temporadas que luce barba y otras que se afeita, pero siempre va bien maquillado, con colorete, rimel y carm¨ªn.
Una vez o¨ª c¨®mo el tullido le comentaba a la novia el estado de sus finanzas. Solemnemente le dijo: "No te separes nunca de m¨ª, y nunca te va a faltar de nada".
Seg¨²n y c¨®mo da un poco de miedo esa pareja, pero seguro que representar¨ªan bien los intereses de la comunidad; o por lo menos los m¨ªos.
Tambi¨¦n me gustar¨ªa ver all¨ª a los dos hermanos gemelos que, desde hace d¨¦cadas, caminan a ritmo de marcha r¨¢pida, como atletas aut¨®matas, por toda la ciudad. Cuando un sem¨¢foro rojo les sale al paso, tuercen el rumbo y siguen caminando, pues parece que lo que les importa no es llegar a ning¨²n sitio sino caminar sin descanso, como los indios machiguengas de la novela de Vargas Llosa El hablador, que temen que si se detienen el cielo se desplome. Estos hermanos tienen la cabeza grande, la piel rosada, son flacos, van correctamente vestidos; caminan encorvados y con la vista clavada en el suelo que se desliza incesantemente bajo sus pies. La verdad es que quiz¨¢ uno de los dos se ha muerto porque de un tiempo a esta parte s¨®lo se ve al otro, y cada vez como m¨¢s descoyuntado, como si los huesos y el resto de la maquinaria se resintiesen del prolongado sobreesfuerzo.
Una tarde en el bar Las Ostras de la calle de Val¨¨ncia, donde le estaban sirviendo un vaso de tubo de agua del grifo, quise trabar conversaci¨®n con ¨¦l y enterarme de su historia (?esa curiosidad que nos caracteriza a los periodistas! ?Siempre a la caza de la noticia!). Pero el andar¨ªn rechaz¨® mis aproximaciones sin una palabra, incluso un poco asustado. Apur¨® el vaso y sali¨® a toda prisa.
Deber¨ªa tener esca?o tambi¨¦n la homeless bajita, con barba y bigote canosos y ralos, estilo Fu-Manch¨², que deambula pensativa por la calle de Tallers, en ch¨¢ndal, fumando, fumando. Gasta muy mal humor y se dice por el barrio que hab¨ªa sido monja y colg¨® los h¨¢bitos para ver mundo y vivir la vida.
Un esca?o tambi¨¦n para el hombre que est¨¢ apoyado en la pared soleada de la plaza de Catalunya y vende folletos sobre la saludable dieta del ajo y el lim¨®n.
Por la misma plaza, un payaso con camiseta de rayas y narizota roja se pega a la espalda de los transe¨²ntes que andan con prisa e imita sus andares. Si no le haces caso, te pregunta: "On t'has deixat l'alegria?". Ese joven podr¨ªa formar grupo parlamentario y hacer buenas migas con la se?ora de piel tostada por el sol y cubierta con un pa?uelo de bucanero que cada ma?ana atruena la Granja La Catalana donde desayuno, explicando a la parroquia que "jo de jove era molt maca", y que eso le viene de familia, pues tambi¨¦n su madre era muy guapa. Nadie le hace mucho caso, pero en la C¨¢mara podr¨ªa hablar sin tasa de las cosas que le interesan...
Reclamo acta de diputado y que llamen ilustre al portero de una finca en la calle de P... que merodeaba el colegio de monjas a la hora de salida de las clases y gustaba de palparse la entrepierna ante las ni?as at¨®nitas. El pobre hombre creo que ha sufrido un grave accidente coronario, pues ahora anda en zapatillas y con la lengua fuera...
Hace tiempo que no se ve a la poetisa germ¨¢nica, rubia, pintarrajeada y con faldas de gasa, que abordaba a los hombres en los alrededores de la cafeter¨ªa Sandor y les ofrec¨ªa recitarles un poema de amor, "carnal o rom¨¢ntico" a su elecci¨®n, y si la rechazabas te maldec¨ªa.
Yo tambi¨¦n deber¨ªa estar en ese centro de representaci¨®n popular, pues aunque llevo corbata al cuello como todo el mundo, es cierto que hay algo por dentro que no acaba de funcionar.
El tipo ceniciento con bigotito negro, ahora ya canoso, que vende libros de la Falange a la puerta de la iglesia de los Redentoristas, que se venga, que se venga.
Ese se?or con el cabello gris peinado en ensaimada para cubrir la calvicie, con chaqueta floja, que asiste a todas las inauguraciones, traba conversaci¨®n con todas las mujeres que vayan escotadas, y si no se sirve vino, se enfada... que se venga.
L¨¢stima que ya es demasiado tarde, y ya no pueda venirse con nosotros cierta se?ora que sobrellev¨® elegantemente durante largos a?os la desdicha de haberse quedado ciega. Era venerable, distinguida. Una tarde que durante la visita "pas¨® un ¨¢ngel", e inesperadamente coment¨®:
-Lo que hace mucho que no se ve son enanos, ?no?
museosecreto@hotmail.com
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