"El ingreso en el museo fuerza a repensar la noci¨®n de espectador"
Un documental sobre la primera experiencia cinematogr¨¢fica de un ni?o, La morte rouge. Un episodio que rod¨® para la pel¨ªcula colectiva Ten minutes older, Alumbramiento. Son tan s¨®lo dos de las obras de V¨ªctor Erice (Carranza, 1940) que se han podido ver en su exposici¨®n conjunta con Abbas Kiarostami (Teher¨¢n, 1940). Compuesta por videoinstalaciones, pel¨ªculas, fotograf¨ªas, y vertebrada en torno a unas videocartas que desde abril de 2005 se env¨ªan estos dos cineastas, la muestra cerr¨® el domingo pasado sus puertas, tras recibir m¨¢s de 51.000 visitas en La Casa Encendida de Madrid y 22.000 en el Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona. Erice, director de El esp¨ªritu de la colmena (1973) y El sol del membrillo (1992), reflexiona en torno al cine y los museos en una entrevista que, exige, s¨®lo se puede realizar v¨ªa correo electr¨®nico.
"El arte se disuelve dentro de una cultura festiva o decorativa, de entretenimiento"
"La alianza entre el cine y los museos puede permitir que algunos autores sigan en activo"
Pregunta. Correspondencias ha sido visitada por m¨¢s de 73.000 personas. ?Qu¨¦ valoraci¨®n le merece este hecho?
Respuesta. En lo que al cine, la literatura o el arte en general se refiere, no acostumbro a dar mucha importancia a las cifras. Soy reacio a considerarlas como base de un posible juicio de valor. Las cifras rigen los ¨ªndices de audiencia en la televisi¨®n, las ventas de libros, las cuotas de mercado... pero, en este caso, como en tantos otros, hay que atender primero a lo que puede haber detr¨¢s de las mismas, averiguar la clase de experiencia que ha supuesto para el espectador su visita a la exposici¨®n.
P. ?Se puede decir que con este g¨¦nero de iniciativas, que vienen produci¨¦ndose tambi¨¦n en otros pa¨ªses -en Francia, sobre todo-, el cine entra en los museos?
R. El cine ha entrado hace mucho tiempo en los museos a trav¨¦s de los artistas pl¨¢sticos, y no se pueden comprender algunos de los rasgos esenciales del arte en el siglo XX si se prescinde del cine. Pero es que, adem¨¢s, hay museos que han contado con ¨¦l desde sus or¨ªgenes. Ya en 1935, el fundador del MOMA, Alfred Barr, cre¨® un departamento de cine -en el cual, por cierto, trabaj¨® durante un tiempo Luis Bu?uel- que ha ido desarrollando una labor muy valiosa, hasta el punto de que hoy posee el archivo de pel¨ªculas m¨¢s importante de los Estados Unidos.
P. ?Qu¨¦ supone el hecho de que los cineastas desarrollen su trabajo atendiendo a la iniciativa de un museo?
R. Lo que, hoy por hoy, parece claro es que la alianza entre el cine y los museos puede permitir que algunos autores sigan en activo, ampliando el campo de sus b¨²squedas formales. Supone la conquista de un espacio p¨²blico liberado de ciertas servidumbres que acostumbra a imponer el conjunto de la industria cinematogr¨¢fica asociada a la televisi¨®n. Es verdad que, a la vez, surgen limitaciones de otra ¨ªndole, sobre todo para los cineastas que, como yo, permanecen muy ligados a la sala cinematogr¨¢fica. Pero hace ya tiempo que la sala, como dispositivo tradicional de la experiencia p¨²blica del cine, ha perdido la supremac¨ªa que socialmente detent¨® desde sus or¨ªgenes. La televisi¨®n, el v¨ªdeo y, finalmente, Internet, han abierto nuevos espacios para la recepci¨®n y consumo de las obras. Pero lo que tengo muy claro es que el ingreso en el museo fuerza a los cineastas a llevar a cabo una nueva consideraci¨®n del lenguaje, oblig¨¢ndoles a repensar el tiempo y la noci¨®n de espectador.
P. Usted, de hecho, ha mostrado dos filmes en esta exposici¨®n. ?C¨®mo ha sido la experiencia?
R. Alumbramiento, episodio del largometraje Ten minutes older, o La morte rouge, concebidas ambas como obras estrictamente cinematogr¨¢ficas, han mostrado la fragilidad de su naturaleza. Realizadas desde la experiencia del cine de los or¨ªgenes, reclaman las condiciones y el ritual de las salas. Tambi¨¦n la disposici¨®n del espectador que las frecuenta o frecuentaba. Si acept¨¦ presentarlas es porque Ten minutes older no encontr¨® distribuci¨®n comercial en Espa?a. Y porque La morte rouge, por su car¨¢cter y su duraci¨®n, parece que no cumple los requisitos necesarios para una exhibici¨®n comercial convencional.
P. ?Es la din¨¢mica de mercado el factor principal que contribuye a la deriva del cine en estos d¨ªas?
R. El mercado influye de una manera determinante. Pero la deriva del cine no s¨®lo depende de los vaivenes del mercado, ni de la mayor o menor debilidad de la industria. Porque sucede una cosa: que el cine est¨¢ incluido en la Historia del Arte y forma parte, se mire por donde se mire, de la cultura contempor¨¢nea. Particularmente entre nosotros, esta cultura responde ahora, en l¨ªneas generales, a una concepci¨®n tecnocr¨¢tica, utilitarista. Aqu¨ª se habla mucho de industria o producci¨®n cultural, de la creatividad como materia prima de la misma, de la cultura como incentivo tur¨ªstico, espect¨¢culo y ocio; es decir, se promociona y fomenta una cultura desprovista de cualidades transformadoras, de capacidad revulsiva. Y lo que es a¨²n m¨¢s grave, despojada de sus ra¨ªces art¨ªsticas. Porque la crisis actual, y no s¨®lo del cine, sino del conjunto de la educaci¨®n que se proporciona al ciudadano, no se puede entender en su m¨¢s honda dimensi¨®n si no se tiene en cuenta este hecho crucial: la presente disoluci¨®n del arte dentro de una cultura festiva o decorativa, o lo que es igual, de una cultura del entretenimiento.
P. Su situaci¨®n personal, ?puede llegar a hacerle abandonar la pr¨¢ctica cinematogr¨¢fica que circula a trav¨¦s de las pel¨ªculas de ficci¨®n?
R. Aunque el sustrato documental de los proyectos que tengo entre manos es considerable, como Kiarostami, quiero seguir haciendo pel¨ªculas en el contexto de la industria cinematogr¨¢fica, con una producci¨®n m¨¢s o menos normal. La colaboraci¨®n con los museos no significa necesariamente abandonar el cine, sino todo lo contrario, profundizar en sus posibilidades. Estoy trabajando en un proyecto adaptado expresamente a las condiciones del espacio muse¨ªstico. Lo que persigo es establecer una relaci¨®n entre im¨¢genes, yuxtaponer -gracias al v¨ªdeo- fragmentos de tiempo. En el fondo, este tipo de experiencia no hace otra cosa que girar alrededor del Museo Imaginario que fabul¨® en su momento Andr¨¦ Malraux.
P. ?Llevar¨¢n adelante el proyecto de enviarse correspondencia a los 70 a?os tal y como dijo Abbas Kiarostami en la rueda de prensa de presentaci¨®n?
R. No lo s¨¦, pero por m¨ª no va a quedar. La correspondencia no ha hecho m¨¢s que empezar. Y espero que llegue el momento en que nuestras cartas no deban pasar necesariamente por el protocolo de su exhibici¨®n p¨²blica.
Babelia
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