?Qui¨¦n mat¨® a Kennedy?
Las teor¨ªas conspiratorias son edificantes porque, de alguna forma, enaltecen al ser humano. Contra la evidencia de que el hombre tiende sin remedio a la chapuza, la indiscreci¨®n y la soberbia, quienes creen en las verdades alternativas atribuyen a sus cong¨¦neres una capacidad suprema para planear, ejecutar y silenciar de manera perfecta formidables maniobras secretas que alteran el destino del mundo.
Abundan quienes creen que la llegada a la Luna fue un montaje, que el 11-S fue organizado desde Jerusal¨¦n y el Pent¨¢gono, que los socialistas espa?oles mantienen una relaci¨®n perversa con unos polvos b¨®ricos y que Elvis Presley sigue vivo. En Italia, el pa¨ªs de la dietrolog¨ªa (la ciencia de lo que est¨¢ detr¨¢s, oculto), esa tendencia a la fabulaci¨®n posee una gracia especial por la distancia entre lo real (el pa¨ªs funciona de milagro) y lo fant¨¢stico (todo lo que ocurre forma parte de un plan maestro).
Seg¨²n 'la verdad juventina', el Inter y Telecom manejaron los hilos de la corrupci¨®n
La ¨²ltima gran teor¨ªa dietrol¨®gica italiana explica bajo una nueva luz lo que ha ocurrido en el calcio. Pens¨¢bamos que el director general del Juventus, Luciano Moggi, hab¨ªa creado una trama de relaciones con los poderes federativos y arbitrales que le permit¨ªa manipular los resultados. Parec¨ªa que las conversaciones telef¨®nicas intervenidas a Moggi y a otros dirigentes de su cuerda resultaban esclarecedoras: ped¨ªan un ¨¢rbitro as¨ª o as¨¢, que amonestara a tal jugador o a tal otro, que pitara un penalti a favor de ¨¦ste o aqu¨¦l..., y el domingo siguiente sal¨ªa todo clavado. El asunto se perfilaba bastante claro, dentro de la turbiedad.
Miles de juventinos, entre ellos el actual t¨¦cnico del equipo, Didier Deschamps, est¨¢n convencidos de que las cosas no fueron as¨ª. En realidad, ocurri¨® lo contrario. Se ha descubierto (y esa es la parte cierta: todas las teor¨ªas conspiratorias necesitan un punto al que agarrarse) que el jefe de seguridad de Telecom Italia formaba parte de una banda que espiaba ilegalmente a miles de ciudadanos m¨¢s o menos poderosos. A partir de ah¨ª, las piezas encajan.
?Qui¨¦n era el presidente de Telecom? Marco Pronchetti Provera, vicepresidente del Inter. ?Qui¨¦n asumi¨® las riendas del calcio tras descubrirse los manejos de Moggi? Guido Rossi, el nuevo presidente de Telecom y forofo interista. ?Qui¨¦n es el vicepresidente ejecutivo de Telecom? Carlo Buora, otro vicepresidente del Inter. ?Qu¨¦ hizo el propietario del Inter, Massimo Moratti, cuando antes de que estallara el esc¨¢ndalo recibi¨® la confidencia de que el ¨¢rbitro De Santis no era imparcial? Contrat¨® a un detective para que averiguara si la acusaci¨®n era cierta y el detective result¨® ser socio del jefe de seguridad de Telecom. ?M¨¢s pruebas? El patrocinador del calcio es Tim, sociedad filial de Telecom.
Seg¨²n la verdad juventina, el Inter y Telecom manejaron durante a?os los hilos de la corrupci¨®n y echaron las culpas al pobre Moggi, pillado en un par de desahogos telef¨®nicos. Moratti, el patr¨®n interista, un tipo que en quince a?os de gesti¨®n no dio pie con bola, nos tuvo bien enga?ados. Mientras se hac¨ªa el tonto, organiz¨® un plan maquiav¨¦lico cuyos objetivos aparecen hoy claros: uno, jorobar a Moggi; dos, que el Juventus ganara siempre y el Inter nunca (a este segundo objetivo a¨²n no se le ha encontrado explicaci¨®n dietrol¨®gica).
Moratti prestar¨¢ hoy declaraci¨®n voluntaria ante el fiscal especial del calcio. Habr¨¢ que preguntarle d¨®nde estaba el d¨ªa en que mataron a Kennedy: ¨¦stos del Inter son capaces de cualquier cosa.
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