Mediterraneidad
Recientemente ha despertado el concepto geoestrat¨¦gico del corredor mediterr¨¢neo aplicado al tren, un invento decisivo para la Comunitat Valenciana. El ferrocarril, tan antiguo y tan moderno, permiti¨® la modernizaci¨®n de la econom¨ªa y de la sociedad. La C¨¢mara de Comercio de Valencia, ya en 1989, realiz¨® un estudio que sirvi¨® para poco, en el que se recog¨ªan todos los aspectos de los trenes de alta velocidad. En las conclusiones aparec¨ªa que si en el territorio espa?ol hab¨ªa un trazado de ferrocarril que requer¨ªa y justificaba la alta velocidad, ¨¦ste era el corredor mediterr¨¢neo.
El mar es una referencia que explica muchos enigmas. Hay dos clases de hombres y mujeres, los que han vivido el mar y los que no se sienten ligados a ¨¦l. La persona de mar no puede vivir sin ¨¦l y termina orientando su existencia hacia ¨¦l.
El mar hay que tratar de imaginarlo, de verlo, con la mirada de un hombre de ayer: como un l¨ªmite, una barrera extendida hasta el horizonte, como la inmensidad obsesionante, omnipresente y enigm¨¢tica. El historiador Fernand Braudel afirmaba que el mar aporta mucho a los recursos de la regi¨®n mediterr¨¢nea, pero no le asegura la abundancia cotidiana. Desde que ha habido hombres en sus costas -insist¨ªa Braudel- la pesca, una industria tan vieja como el mundo, lo ha provisto de los "fruti di mare". El Mediterr¨¢neo no tiene una enorme riqueza biol¨®gica, entre otras razones, porque es antiguo y se est¨¢ agotando.
En cambio, el Mediterr¨¢neo cuenta con otro tipo de riqueza que le suministra su potencial tur¨ªstico. La Comunitat Valenciana tiene puestas sus expectativas en las excelencias del paisaje y de unos modos de vida que rezuman cultura y bienestar. Por contra, el ecosistema mediterr¨¢neo es fr¨¢gil y est¨¢ supeditado a la providencia clim¨¢tica y al buen sentido de sus habitantes y de los gobernantes que tienen la responsabilidad de salvaguardarlo.
La principal amenaza para el entorno pr¨®ximo, tierra adentro, es el desm¨¢n urban¨ªstico de quienes construyen sin considerar el da?o que causan al paisaje y al crecimiento sostenible. Es una paradoja que quienes construyen acaben destruyendo un patrimonio natural e irrecuperable. El turismo y la construcci¨®n, vinculados por una alianza evidente, impulsan conjuntamente la creaci¨®n de riqueza y el riesgo de aniquilar la precaria estabilidad de una zona que tiene establecidas sus particulares reglas de juego.
Los amigos del mar tienen una personalidad configurada. El conocimiento y el respeto a las eventualidades marinas marcan a quienes los han aprendido. Navegar es un arte que se asimila, de entrada, con el manejo de un tim¨®n contra viento y marea. El Mediterr¨¢neo es un "pont de mar blava", seg¨²n Llu¨ªs Llach, y un punto de atracci¨®n para muchos "b¨¢rbaros" que acuden a ¨¦l con la intenci¨®n de invadirlo y explotarlo. Sabemos que su propia vulnerabilidad exige, sin m¨¢s dilaci¨®n, establecer unas normas de vigilancia y respeto hac¨ªa sus valores y riquezas.
La pesca tiene su ritmo y sus artes para no aniquilar las especies. Saint-Exup¨¨ry, experto aviador, explic¨® que en las peque?as ciudades de anta?o, que o¨ªan hablar de las islas, constru¨ªan un nav¨ªo para que los hombres pudiesen ver c¨®mo su esperanza abr¨ªa las velas sobre el mar. El objetivo, tal vez, nada justifica, pero la acci¨®n libera de la muerte. Esos hombres perduraron a causa de su nav¨ªo.
Recientemente ha muerto Gaspar Samper, un hombre de esos que, por encima de la barah¨²nda de cada d¨ªa, viv¨ªa con la esperanza de reencontrarse con el mar a cualquier hora y en las circunstancias que fuera. Pescador empedernido, conocedor de una actividad que le compensaba los m¨¢s duros esfuerzos, hab¨ªa fijado su horizonte con un aparejo y a la espera de la captura deseada. La fatalidad establece que el Mediterr¨¢neo se altera de repente y trunca los planes de una navegaci¨®n apacible hacia las zonas donde todav¨ªa es posible disfrutar de unas capturas gratificantes. Los hombres ven, a menudo, truncados sus planes. Quiz¨¢s los sue?os cuidadosamente planificados como recompensa a una vida vertiginosa de tensiones sobrehumanas. De nada sirve, salvo el sensato convencimiento de lograr aprovechar las oportunidades de cada instante.
El mar puede acabar siendo una conexi¨®n que une o una barrera infranqueable. Quienes aman el Mediterr¨¢neo saben que debe ser respetado. Ausi¨¤s March escribi¨® que a menudo bulle como una cazuela en el horno y, sobre todo, no debe ser traicionado por quienes ignoran su peculiaridad.
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