?Existe el zapaterismo?
La primera visita de Blair a Zapatero llega cuando la tercera v¨ªa ya es historia. Blair, un d¨ªa referente de la izquierda europea, est¨¢ agotando sus ¨²ltimos meses al frente del poder, desgastado sobre todo por su incondicional -e incluso irracional, en su vehemencia y pasi¨®n- apoyo a los errores de la Administraci¨®n de Bush en la guerra de Irak. Hoy, la izquierda europea mira a Zapatero y se interroga sobre sus ¨¦xitos. ?Existe el zapaterismo?
Cuando Zapatero lleg¨® al poder no iba con un documento de estrategia preparado en las grandes escuelas, y envuelto con etiquetado medi¨¢tico -tercera v¨ªa- como fue el caso de Blair. El discurso de Zapatero tiene la peculiaridad de poner las expectativas por delante de las respuestas concretas. De modo que hay pocos documentos que sirvan como fuente para definir el zapaterismo.
La acci¨®n -las maneras de hacer- dieron la etiqueta de partida: el talante, un estilo para diferenciarse de la arrogancia aznarista, que ya s¨®lo sirve para chistes de la oposici¨®n. El talante ha quedado eclipsado por una considerable acumulaci¨®n de poder. De modo que se ha pasado, con suma rapidez, de la imagen de bambi a la de killer, a la hora de caricaturizar al presidente.
El zapaterismo es, sobre todo, una ruptura generacional: por primera vez asume el poder en Espa?a un l¨ªder de izquierdas que no lleva a sus espaldas las mochilas acumuladas por los que estaban por encima de los dieciocho a?os en Mayo del 68. Tanto el mito de la revoluci¨®n como las eternas querellas ideol¨®gicas de la izquierda le son completamente ajenos. Zapatero vive y asume, sin inquietud alguna, el paradigma liberal.
Como consecuencia de ello, Zapatero asume una gesti¨®n econ¨®mica perfectamente ortodoxa. No quiere riesgos con el dinero, que tantas veces ha provocado el fracaso de la izquierda. Conservador en lo econ¨®mico, las se?as de identidad de izquierdas las busca en el terreno de los valores. Por esto, la derecha le llama radical. Podr¨ªa decirse -y quiz¨¢s es lo m¨¢s caracter¨ªstico del zapaterismo- que opera como si el ¨¢mbito econ¨®mico y el ¨¢mbito pol¨ªtico y simb¨®lico fueran relativamente aut¨®nomos. De ah¨ª que siendo muy pragm¨¢tico aparezca en algunos casos como muy ideol¨®gico.
El conservadurismo econ¨®mico se compensa con una gran ambici¨®n reformista en otros ¨¢mbitos: en materia de costumbres, en materia de derechos sociales y en la cuesti¨®n territorial. Esta apuesta reformista le permite conectar con las fibras m¨¢s sensibles de la cultura espa?ola de izquierdas y con la tradici¨®n liberal, muy escasa en Espa?a. Por eso irrita tanto al PP, que se siente escorado a la derecha. En materia de costumbres, las reformas han cuajado sin mayores tensiones en la sociedad. Zapatero ha conseguido que el PP se aliara in¨²tilmente con la Iglesia, subrayando su deriva conservadora. Los nuevos derechos sociales -la ley de dependencia y la ley de la igualdad- forman parte de aquellas cosas que se hac¨ªan ineludibles y que hasta ahora se hab¨ªan retrasado s¨®lo porque los Gobiernos han ido bastante rezagados en relaci¨®n con la evoluci¨®n de la sociedad.
La panoplia de reformas estatutarias se entiende desde el principio zapaterista de que en pol¨ªtica nada es imposible de antemano y desde el principio republicano de que la libertad se basa en la comunicaci¨®n. Pero hay que verla sobre todo en relaci¨®n con la gran apuesta de Zapatero: el proceso de fin de la violencia. Obviamente, es la gran ilusi¨®n de todo presidente, para la que Zapatero cuenta con una coyuntura mejor que sus antecesores, a pesar del juego desleal de una derecha despechada y sin liderazgo.
La salida inmediata de Irak despu¨¦s de su elecci¨®n dio un caudal de confianza a Zapatero y gratific¨® a la conciencia de izquierdas, siempre afectada por esta enfermedad infantil que es el antiamericanismo. Tambi¨¦n en esta materia, Zapatero lleva menos mochila que sus antecesores. Y ha demostrado que se pueden marcar distancias respecto al Imperio sin que se hunda el mundo. Sin embargo, cuando ha querido liderar una alternativa se ha metido en una trampa: el discurso de las civilizaciones es un mellizo conceptual del conflicto de civilizaciones.
La clave del ¨¦xito del zapaterismo es simple: ha conectado con una sociedad cansada de caudillajes y de desplantes ideol¨®gicos. Si la conexi¨®n dura, el zapaterismo ir¨¢ tomando cuerpo; si no, desaparecer¨¢ tan deprisa como lleg¨®.
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