Esperando a los b¨¢rbaros
La gran foto de portada del verano es una pila de negros africanos -subsaharianos, en espa?ol pol¨ªticamente correcto- muy juntos, apilados como en un recuerdo de ¨²ltimo curso de universidad sin escalera, o como un equipo de f¨²tbol, con sus suplentes, posando para la historia; hacinados, gracias al titular que habla de colapso, y amenazantes merced al ruido medi¨¢tico que los convierte, visto y no visto, en la gran preocupaci¨®n de los espa?oles. Amenazantes, aunque sus rostros, de uno en uno, muestran una gran calma. Resuelta, eso s¨ª, pero serena. Seren¨ªsima.
La palabra del verano es "cayuco", que digo yo que se escribir¨¢ as¨ª, porque parece que ya no hay pateras; y la amenaza que se est¨¢ colando subrepticiamente hasta el fondo de los miedos ancestrales, es "enfermedades". Se lo o¨ª a la presidenta del PP canario en Channel 4, el programa de mi amigo Boris Izaguirre. Vamos, que as¨ª como se ven, j¨®venes, fuertes y sanos aunque quiz¨¢ algo cansados, a saber qu¨¦ traen. No hizo ning¨²n hincapi¨¦, pero lo dej¨® caer. Las enfermedades y eso, dijo.
Los subsaharianos son, en realidad, la quintaesencia del emigrante, su patr¨®n y su icono. Son los m¨¢s "distintos" por la cosa del color, aunque la extranjer¨ªa se nota siempre, y tambi¨¦n por la desesperaci¨®n y extrema pobreza de sus lugares de origen. S¨ª, tambi¨¦n por eso. Y, por eso, aunque son los que menos "amenazan" el puesto de trabajo del espa?ol medio, tienen todas las papeletas para sufrir la xenofobia, nombre suave del racismo, y eso que, como todos sabemos, "los espa?oles no somos racistas". Pero, precisamente porque es un sentimiento elemental y preeducativo, y qu¨¦ bien lo explicaba Savater, el racismo se puede inducir. Y se induce. As¨ª es como se produce, por extensi¨®n de unos clich¨¦s, siempre los mismos desde la Inquisici¨®n a nuestros d¨ªas, que se agarran al lado oscuro del sentido com¨²n y hacen carne all¨ª. A todos los pueblos, etnias, religiones, etc¨¦tera, se les ha acusado de ser un peligro para la salud p¨²blica antes de exterminarlos o rechazarlos. De envenenar las aguas. De armas de destrucci¨®n biol¨®gica. De enfermedades.
En las enfermedades africanas tenemos mucho que ver los sanos occidentales. El sida, que les asuela, y que no deja de estar relacionado con la polio, desde su origen nunca totalmente desmentido (cierto accidente -chimpanc¨¦s por Rhesus- en la aplicaci¨®n experimental de la llamada CHAT, del doctor Koprowski) el sida, digo, es imparable gracias a la pol¨ªtica de patentes farmac¨¦uticas. Con dos pesetas se erradicar¨ªan casi todas las dem¨¢s, de la malaria al c¨®lera, al paludismo. El hambre y la depauperaci¨®n por sequ¨ªas probablemente necesitar¨ªa un poco m¨¢s de dinero, pero con media docena de aviones, y no digamos de sat¨¦lites, ser¨ªa suficiente. Pero, francamente, casi mejor no vacunar (no vayan a aparecer sidas nuevos) y que ?frica se convierta en un continente de vacaciones. El debate sobre la inmigraci¨®n, al margen de su uso como arma arrojadiza contra el Gobierno, se est¨¢ planteando en t¨¦rminos que van a inducir al racismo. Que ya lo est¨¢n induciendo.
?Y lo del colapso canario? Un par de datos: las Canarias cuentan con algo m¨¢s de trescientas mil plazas hoteleras. Por aire, llegan cinco millones de pasajeros al a?o. El aeropuerto de Gran Canaria es el cuarto de Espa?a en movimiento de aviones y gente. ?Qu¨¦ son 25.000? Incluso, ?qu¨¦ son 25.000 pobres? ?De verdad son una cat¨¢strofe nacional?
Soy una sentimental, no puedo evitarlo, y cuando oigo esgrimir los n¨²meros decrecientes de las deportaciones, como argumento contra Zapatero, me entra un yuyu... ?Y cuando le acusan de poner en marcha el "efecto llamada"? Efecto llamada.
Las ideas viajan m¨¢s deprisa que las cosas. En las favelas, las villas y los barrios de las ciudades del tercer mundo hay televisi¨®n y funciona el tel¨¦fono por sat¨¦lite. Todos saben que en Occidente se vive mejor y ven el escaparate de las cosas. Todos saben, tambi¨¦n, que para cada uno no hay m¨¢s que una vida. Y se emigra de uno en uno, aunque hagan el viaje juntos. La emigraci¨®n es una aventura personal, adem¨¢s de la consecuencia de un sinvivir. Dicen que Zapatero no hace m¨¢s que llamar a los emigrantes, como si hiciera falta que se les llamara. Y a lo mejor s¨ª hace falta: sostienen el desarrollo con su trabajo, cuidan a nuestros ni?os y a nuestros viejos. Los servicios, la construcci¨®n, el campo. Dependemos de ellos.
Y ellos tambi¨¦n dependen de nosotros, all¨¢ en su tierra, o aqu¨ª. Estamos en un solo mundo. Repaso la Carta Universal de los Derechos Humanos. Taxativamente declara el derecho a la emigraci¨®n y al refugio. Que yo sepa, es la norma moral m¨¢s alta de que nos dotamos colectivamente. Pero a lo mejor es s¨®lo para occidentales, y no para b¨¢rbaros... Repaso tambi¨¦n al viejo Kavafis: "Y han venido unos de la frontera / y han dicho que ya no hay b¨¢rbaros". Pero termina: "?Y ahora, qu¨¦ nos va a suceder sin b¨¢rbaros? / Esos hombres eran una cierta soluci¨®n". A muchos niveles, ?no?
Rosa Pereda es periodista y escritora.
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