Por los cuatro costados
Se ha visto ya que son insuficientes tres Espa?as para explicar lo que sucedi¨® entonces. Tal vez nos sean precisas cuatro, como poco. En 1954 Juan Ram¨®n Jim¨¦nez se niega a saludar en Puerto Rico, donde vive, al escritor Segundo Serrano Poncela, implicado en las matanzas de Paracuellos: "No he dejado mi pa¨ªs", explica, "para acabar d¨¢ndole la mano a un asesino". Ambos est¨¢n en el exilio, pero desde luego no forman parte de la misma Espa?a. Azor¨ªn u Ortega no fueron asesinos, pero tampoco podremos asegurar que ellos, beneficiarios del r¨¦gimen en cierto modo, y JRJ estaban en una Espa?a com¨²n. Cuatro Espa?as son al menos necesarias para desentra?arla: la Espa?a revolucionaria, no siempre democr¨¢tica, de anarquistas, comunistas, trotskistas y socialistas radicales; la Espa?a contrarrevolucionaria, antidem¨®crata y reaccionaria de los fascistas, el clero, la milicia y la oligarqu¨ªa; la Espa?a de izquierda democr¨¢tica que pese a no ser revolucionaria corri¨® la misma suerte que ¨¦sta, y la Espa?a que pese a ser de derechas, no dej¨® de ser democr¨¢tica, y se mantuvo m¨¢s o menos al margen del franquismo. Naturalmente ninguna de estas cuatro Espa?as ten¨ªa el mismo tama?o ni el mismo peso en todo momento, y encontramos representantes de todas ellas en el exilio y en el interior, lo cual viene a complicar la comprensi¨®n del problema.
Ni eran todos de la misma derecha ni su literatura vale lo mismo. No es sencillo dilucidar eso
Pocos escritores de la Espa?a fascista se arrepintieron, desde luego. Claro que no sabemos qu¨¦ l¨ªmites le ponemos a esa palabra: ?cu¨¢nto hace falta para arrepentirse? ?Vale lo mismo un arrepentimiento de 1944 que otro de 1974 o de 1980? Tampoco hubo muchos que, habiendo sido comunistas, se arrepintieran de su pasado estalinista. Alberti, por ejemplo, premio Lenin, al venirse abajo el bloque socialista, lo dijo con melancol¨ªa: "Siempre llevar¨¦ a la URSS en mi coraz¨®n". Al frente de Fundaci¨®n, Hermandad y Destino, escribi¨® S¨¢nchez Mazas de su pu?o y letra con una arrogancia delirante: "Ni me arrepiento ni me olvido. 1957". Stalin muri¨® en 1953 (y s¨®lo diez a?os despu¨¦s Neruda inici¨® su t¨ªmido mutis), y 1953 fue el a?o en que Antonio Tovar, a la saz¨®n rector de la Universidad de Salamanca, o sea, un hombre hecho y derecho, recib¨ªa honoris causa a su caudillo, pero tambi¨¦n por esos mismos a?os escritores del r¨¦gimen, como S¨¢nchez Mazas o Panero, facilitaban el regreso de exiliados como Bergam¨ªn o Gaya. Es imposible explicar lo que ocurri¨® en un bando, sin tener en cuenta al otro. Y m¨¢s cuando hablamos de cuatro costados. "Por los cuatro costados" podr¨ªa titularse una historia de la preguerra, de la guerra, de la posguerra, esa historia en la que no es f¨¢cil encontrar a muchos que admitan sus errores y complicidades (y de cr¨ªmenes ya ni hablamos).
A estas alturas, por ejemplo, todav¨ªa hay miles de espa?oles que se resisten a condenar el r¨¦gimen de Franco y otros miles que se niegan a hablar de las checas mientras no queden solventadas las afrentas que se les hicieron. Cuando Tovar o La¨ªn se apartaron de la Victoria que se lo dio todo, hab¨ªan pasado ya muchos a?os. De ese todo, a unos el r¨¦gimen les incaut¨® algo y otros no devolvieron nada, como si pensaran: que nos quiten lo bailado. Por lo mismo, algunos escritores republicanos le deben mucho a la derrota. Y al rev¨¦s, est¨¢n aquellos a los que la literatura les debe mucho, pese al exilio, pese al r¨¦gimen, como Cernuda o Aub, como los Villalonga o Francisco Pino. Los mejores de una parte, Fox¨¢, Ruano, S¨¢nchez Mazas, Panero o D'Ors, murieron mucho antes de que se vislumbrara el final del r¨¦gimen. Incluso despu¨¦s, algunos como Garc¨ªa Serrano, hicieron del fascismo la sustancia literaria de sus libros. De hecho, ni siquiera es razonable meter en el mismo saco la subliteratura de ¨¦ste y la de, por ejemplo, los admirables Torrente Ballester o Josep Pla, los ves¨¢nicos engrudos de Gim¨¦nez Caballero y las fabulaciones de Cunqueiro, los versos de Pem¨¢n y los de Manuel Machado, y as¨ª hasta el infinito: ni eran todos de la misma derecha ni su literatura vale lo mismo. No es sencillo, desde luego, dilucidar todo eso, unas veces por exceso de palabras interesadas y otras, por ausencia de las necesarias (y c¨®mo se echan en falta las de un Ferlosio, pongamos por caso, para ayudarnos a desenredar esa madeja que en buena medida empez¨® a hilarse, y enredarse, en la casa paterna).
Nadie ha dicho nunca que haya que medir a todo el mundo por el mismo rasero, porque ni todos ten¨ªan manchadas las manos de sangre ni todos fueron p¨¦simos escritores a los que salv¨® la pol¨ªtica. Y eso vale para la izquierda y la derecha. Tampoco se trata, ni mucho menos, de aplicar dos pesos y dos medidas, como a menudo vemos que sucede de modo indecoroso. La complejidad de esto pasa por la singularidad de cada persona, de cada obra, de cada circunstancia. Echa uno de menos los matices y asusta un poco ver que quiere volverse al sistema del blanco y negro, otra vez a las dos Espa?as, cuando puede decirse que hubo entonces tantas como espa?oles. Y como en este caso hablamos de literatura, recordemos: reconocer sus errores pol¨ªticos y asumir sus responsabilidades fue un gesto valeroso y expuesto que tampoco hizo de Ridruejo un escritor mejor. Fox¨¢ o S¨¢nchez Mazas, para los que ni siquiera fueron errores, no son peores escritores por ello.
Andr¨¦s Trapiello es autor de Las armas y las letras. Literatura y Guerra Civil (Pen¨ªnsula).
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