?Cu¨¢ndo podremos elegir libremente?
Cada cierto tiempo conocemos de la existencia de ciudadanos que, ante una situaci¨®n que consideran incompatible con su proyecto vital, deciden renunciar a su derecho a seguir viviendo. Estos casos dan lugar a intensos debates en los medios de comunicaci¨®n, pero el debate se desvanece a los pocos d¨ªas o semanas y seguimos donde est¨¢bamos, incapaces de salir del conflicto donde estamos sumergidos.
Es imposible mantenerse ciego al desarrollo de la medicina en el ¨²ltimo cuarto de siglo. Hoy somos capaces de sacar adelante situaciones que hasta hace poco conduc¨ªan inevitablemente a la muerte. Pero la muerte es consustancial a la naturaleza humana. En demasiadas ocasiones, los m¨¦dicos, animados tambi¨¦n por la sociedad, nos hemos resistido a esta realidad aumentando, sin pretenderlo, el sufrimiento de nuestros pacientes.
Un buen porcentaje de m¨¦dicos es partidario de legalizar determinadas situaciones
En este contexto, la medicina y sus profesionales, a pesar de conservar una positiva valoraci¨®n social, son repetidamente acusados de haberse "deshumanizado". Entiendo que, al concentrar nuestros esfuerzos en la enfermedad, nos hemos podido olvidar en ocasiones del enfermo, de su proyecto vital individual. De sus valores.
En este sentido, la sociedad ha reivindicado con ¨¦xito creciente a lo largo de estos a?os un mayor protagonismo en el Sistema Sanitario, el derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Es lo que en el ¨¢mbito de la bio¨¦tica se ha denominado principio de autonom¨ªa y lo que el legislador plasm¨® en el art¨ªculo 10 de la Ley General de Sanidad y en la Ley B¨¢sica Reguladora de la Autonom¨ªa del Paciente. Un paso m¨¢s ha sido la plasmaci¨®n legal del derecho a elaborar lo que conocemos como "testamento vital" o "voluntades anticipadas". Tambi¨¦n se ha dado un gran desarrollo de la Medicina Paliativa, fundamental y cada vez m¨¢s necesaria cuando el af¨¢n de curar cede al de cuidar. Acercarse al objetivo, tal vez ut¨®pico, de morir con dignidad, exigir¨¢ que los responsables sanitarios inviertan m¨¢s recursos en este campo, como dijo en estas p¨¢ginas Magdalena S¨¢nchez Sobrino, presidenta de la Asociaci¨®n Madrile?a de Cuidados Paliativos.
Sin embargo, una parte de la sociedad exige el derecho a disponer de la propia vida hasta las ¨²ltimas consecuencias, y cuando esto no sea f¨ªsicamente posible, como en el caso de los tetrapl¨¦jicos, a que alguien pueda ayudarles sin que sea penado por la ley.
La dignidad de las personas est¨¢ fuertemente vinculada a su libertad, un derecho fundamental reconocido por todas las democracias liberales y plasmado en nuestra Constituci¨®n. Por tanto, es dif¨ªcil no reconocer a las personas el derecho a disponer de la propia vida, tanto desde el punto de vista de una ¨¦tica laica como desde el legal. De hecho, el suicidio est¨¢ despenalizado en nuestro pa¨ªs. Aquellos que desde sus creencias religiosas entienden que la vida es un bien fundamental del que se es usufructuario, pero no due?o, deben ser respetados de manera absoluta. Sin embargo, me resisto a aceptar que estas creencias deban ser impuestas a aquellos que no las comparten. Pero un paso m¨¢s es solicitar y conseguir la cooperaci¨®n de terceras personas para llevar a cabo ese fin, y aqu¨ª es donde los defensores de la eutanasia exigen a la medicina su colaboraci¨®n.
?Puede la medicina, cuyo fin ha sido tradicionalmente buscar el bien del paciente, evit¨¢ndole cualquier da?o, causarle la muerte de forma directa e intencionada? Son sin duda muchos, honestos y cualificados, los profesionales que responden negativamente a la primera cuesti¨®n, que supondr¨ªa un deterioro en la imagen de la profesi¨®n.
Dif¨ªcilmente se puede cuestionar que causar la muerte de una persona es un acto ¨¦ticamente reprobable. Siempre supone un da?o. Pero tambi¨¦n es dif¨ªcil negar que hay situaciones que implican un terrible sufrimiento f¨ªsico, ps¨ªquico y moral que ni siquiera la medicina paliativa soluciona. Son pocos, pero ojal¨¢ fueran menos. Hacer o¨ªdos sordos a esta realidad tampoco se me antoja como la soluci¨®n m¨¢s honesta y ¨¦tica.
La sociedad y la medicina no deben dar la espalda a esta realidad, porque s¨®lo aumenta el sufrimiento de estas personas. No podemos negar los problemas de la despenalizaci¨®n de la eutanasia. Los defensores de la teor¨ªa de la "pendiente resbaladiza" afirman que, una vez abierta la espita, ser¨¢ imposible controlar la eutanasia y se llegar¨¢ a practicar sin la petici¨®n del paciente, y ponen como ejemplo el caso holand¨¦s.
Otro problema es la abundante terminolog¨ªa para hablar de la muerte m¨¦dicamente asistida: eutanasia pasiva, sedaci¨®n terminal, suicidio asistido..., que no clarifica el debate. Esto se ve potenciado por cierta incertidumbre legal a la hora de desempe?ar nuestra labor. Baste recordar que hace ahora un a?o saltaba a los medios de comunicaci¨®n el caso del hospital Severo Ochoa de Legan¨¦s.
La percepci¨®n que los m¨¦dicos tienen del problema es diversa, pero, si nos remitimos a encuestas como la del CIS de 2002, vemos que un buen porcentaje de ellos se manifiestan partidarios de legalizar determinadas situaciones. El legislador, llegado el caso, deber¨¢ regular la objeci¨®n de conciencia en este campo, como en la interrupci¨®n voluntaria del embarazo.
Debemos estar en disposici¨®n de poder ofertar alternativas a la eutanasia, esto es, una medicina paliativa de calidad con recursos suficientes. Cometeremos errores, pero s¨®lo quien puede elegir puede equivocarse. Procuremos que sean los menos posibles. Existen ya experiencias como la holandesa, la belga o la del Estado de Oreg¨®n (EE UU) en las que podernos apoyar. La prudencia, como dijo Arist¨®teles, es una virtud. Pero la par¨¢lisis es una enfermedad.
Siempre quedar¨¢ en mi memoria aquel paciente con un c¨¢ncer de pulm¨®n que, consciente de que pod¨ªa no despertar, se despidi¨® serenamente de su familia y me pidi¨® que subiera la persiana de la habitaci¨®n para ver el sol, tal vez por ¨²ltima vez. Cuando estuvo listo, dijo: "Ya puede dormirme, doctor". Como dije al principio, tener una "buena muerte" puede ser una utop¨ªa, pero enfrentarse a ella con conocimiento y responsabilidad se le aproxima mucho.
Sebasti¨¢n Iribarren Diarasarri es especialista en Medicina Intensiva y experto en Bio¨¦tica Cl¨ªnica.
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