La Gerarda
Cuando en 1967 apareci¨® en el cine espa?ol de la mano de Carlos Saura, se la recibi¨® con ciertas reservas. La hija de Chaplin hablaba un castellano con mucho acento; su rostro recordaba al de su padre y daba, por tanto, algo de risa; ten¨ªa aspecto fr¨¢gil y un aire de divertido despiste, por lo que pocos creyeron que se tratara realmente de una actriz, aunque viniese triunfante con su personaje de Tonya en la famos¨ªsima Doctor Zhivago. Con una mezcla de cari?o y de mala baba se la apod¨® entonces La Gerarda, y hasta se dec¨ªa de ella que era la hija de los hermanos Marx o del Gordo y el Flaco.
A La Gerarda le encant¨® el sobrenombre, y desconcert¨® al personal con sus risas. Pose¨ªa un inteligente sentido del humor, ten¨ªa claras sus ideas, y quer¨ªa cambiar el mundo, como casi todos entonces, ella a trav¨¦s del cine: cuando en el mayo del 68 quiso colaborar ayudando a cerrar por fuerza las cortinas del Festival de Cannes mientras se proyectaba precisamente una de sus pel¨ªculas, recibi¨® un pu?etazo de Godard que le hizo perder un diente. A La Gerarda no se la tomaba en serio, parec¨ªa un simple capricho de Saura, y el cine espa?ol no la tuvo en cuenta, m¨¢s all¨¢ de un par de ocasiones espor¨¢dicas, y de un premio inesperado de la revista Fotogramas en 1970.
Lo que son las cosas. Mientras que aqu¨ª no se le daba ni pan, Geraldine Chaplin trabajaba sin cesar en pel¨ªculas europeas y americanas con los directores m¨¢s admirados: Jacques Rivette, Michel Deville, Robert Altman, Alan Rudolph, Alain Resnais, Martin Scorsese... y Daniel Schmid, uno de los que ella prefer¨ªa ("un talento extraordinario y una persona maravillosa", dec¨ªa ella), desgraciadamente fallecido el pasado agosto. Tuvieron que pasar m¨¢s de 20 a?os para que el cine espa?ol se fijara realmente en La Gerarda y descubriera en ella el talento de una actriz d¨²ctil y compleja. Ya no hac¨ªa falta que interpretara personajes de extranjera como s¨ªmbolo de las libertades que no hab¨ªa en la negra Espa?a del franquismo, sino que tambi¨¦n pod¨ªa ser perversa, como la mala p¨¦cora de En la ciudad sin l¨ªmites, o la extravagante y bondadosa profesora de baile de Hable con ella. Recientemente ha dado vida a la repelente se?orita Rottenmeier en una versi¨®n brit¨¢nica de Heidi, y a la priora del convento de Teresa de Jes¨²s: dos caras de un rostro peculiar, capaz tanto del encanto como de la m¨¢s siniestra perversidad.
En este pa¨ªs de memoria fr¨¢gil, la Academia de Cine ha tenido el gran acierto de recuperar a Geraldine Chaplin y concederle su anual medalla de oro, que la actriz recibi¨® el pasado mi¨¦rcoles. Tarde pero seguro. Hace dos a?os, el Festival de M¨¢laga ya le rindi¨® su tributo. A ver si entre unos y otros, La Gerarda vuelve a brillar en las pantallas espa?olas como hizo en aquella ¨¦poca dorada del cine de Carlos Saura, aunque entonces no nos di¨¦ramos cuenta de su val¨ªa. La Gerarda ha intervenido en m¨¢s de cien pel¨ªculas a lo ancho y largo del mundo. Se ha arriesgado con directores nuevos, experimentales o raros, adem¨¢s de con gente de prestigio consolidado. Con frecuencia se nos escapan los mejores.
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