Juan Goytisolo, 'psicopompos'
En 1977 -digamos- era muy f¨¢cil enamorarse de Juan Goytisolo y yo me enamor¨¦. Como ¨¦l no lo supo, entonces, no pudo decir si estaba o no de acuerdo con mi admiraci¨®n, que sin duda no era muy original. Entonces Goytisolo (no s¨¦ si para distinguirlo de sus dos notorios hermanos se le dec¨ªa ya en "petit comit¨¦", Goytimoro) era muy atractivo para todos los que nos quer¨ªamos j¨®venes renovadores y rebeldes. Era el gran heterodoxo y eso -tan bien mantenido- resultaba fascinante. Recuerdo un gran art¨ªculo suyo que le¨ª primero en Triunfo (creo) y despu¨¦s en el tomito -de 1978- Libertad, Libertad, Libertad: "Demos la vuelta de una vez, como un calcet¨ªn, a su miserable discurso": una estupenda defensa de la normalidad homosexual, contra el predominante discurso "perdonavidas". Yo hab¨ªa le¨ªdo Se?as de identidad y Reivindicaci¨®n del conde Don Juli¨¢n, y ambas me hab¨ªan gustado mucho. Algo menos Juan sin Tierra (1975) el final de esa trilog¨ªa, pero su af¨¢n experimentador, la b¨²squeda de una prosa art¨ªstica, m¨¢s dura, y a la par de un modo diferente del discurso narrativo (como pregonaban desde Robbe-Grillet o Guyotat a Burroughs) hallaba mi aquiescencia. Desde entonces hasta hoy mismo he sido un "fan" declarado de Juan Goytisolo, arrostrando incluso la incomprensi¨®n de algunos amigos cercanos. Porque nuestro Juan de Marrakech parece no tener -ni querer- sino incondicionales devotos o enemigos, desde luego equivocados. No le gusta la templanza ni el t¨¦rmino medio ni las componendas. Hace bien.
Es un amante de la mezcla, de lo aljamiado, del mestizaje, de la b¨²squeda de la innovaci¨®n, del inconformismo
He tratado poco a Goytisolo (y
sobre todo en la ¨¦poca de Coto vedado, 1985, inicio autobiogr¨¢fico que me interes¨® much¨ªsimo, tan raro en Espa?a) pero siempre le he hallado como a la defensiva -no s¨¦ de qu¨¦-, acaso porque yo, siendo muy seguidor suyo, no estaba inscrito (y no lo estoy) en el casi cerrado grupo de los incondicionales. Juan parece antip¨¢tico y a¨²n adusto, pero sin duda quienes le conozcan a fondo tendr¨¢n una impresi¨®n muy distinta. At¨ªpico tambi¨¦n yo, no soy incondicional suyo, pero mucho menos un detractor gratuito. La mayor parte de la obra de Juan Goytisolo -hoy menos de moda que en los setenta y ochenta- me ha interesado mucho, aunque nunca por igual. Alguno de sus libros ¨²ltimos como Carajicomedia o El lucernario (2004) me han cautivado casi como al principio. Creo que sigue siendo uno de nuestros prosistas y ensayistas m¨¢s iconoclastas -aunque menos que cuando entonces-, m¨¢s irreverentes y m¨¢s vivos. Por supuesto que cuida su reputaci¨®n y su nombre (?no procuramos hacerlo todos?), pero procura que ¨¦ste siga teniendo algo de sulfuroso y de d¨ªscolo. No deja del reclamar el maestrazgo de Genet. No quiere premios oficiales ni nada que suene a "excelent¨ªsimo se?or", y le honra haber mantenido su actitud cuando tantos insignes no lo han hecho. Jam¨¢s ha flirteado con la RAE, y no ha hecho como otros muchos (recuerdo a Chacel y a Umbral, pero hay m¨¢s y notorios) que tras haberse presentado y no ser elegidos declararon: "No me interesa la Academia. No quiero saber de ella". Cuando la pura verdad era, al contrario (pues se presentaron), que la Academia no quer¨ªa saber de ellos. En cuanto tiene que ver con el oficialismo y sus escalafones, Juan es ejemplar y coherente. Si se est¨¢ a la contra, si se ama la marginalidad y la disidencia, pues amigos m¨ªos, qu¨¦ menos que una m¨ªnima coherencia. Y Juan quiere ser un santo pero de la orilla opuesta, de la otra acera, un morabito.
?Hurra por Juan Goytisolo, amante
de la mezcla, de lo aljamiado, del mestizaje, de la b¨²squeda, de la innovaci¨®n, del inconformismo! Pero Juan (qui¨¦n no, probablemente) tiene sus contradicciones, sus bajuras -no bajezas- y su clientelismo. Con la literatura espa?ola -antigua o actual- es tremendamente taca?o. Todo lo que no entre en su estricto par¨¢metro (donde ¨¦l mismo, obviamente, entra) se condena al fr¨ªo silencio de las tinieblas exteriores. Ley¨¦ndolo uno saca la consecuencia de que toda la literatura espa?ola se reduce al Libro de Buen Amor, a La Celestina, al Quijote, a Blanco-White y ¨²ltimamente a Aza?a. Poco me dejo. Luego sus amigos vivos (poetas metaf¨ªsicos, contados) y alg¨²n latinoamericano, ya fallecido, como Severo Sarduy o Manuel Puig. Poco, muy poco m¨¢s. Siempre don Am¨¦rico Castro, nuestra aislada lumbrera ensay¨ªstica. Yo como lector amplio y como lector del propio Goytisolo hallo esta racaner¨ªa estrecha y corta. La literatura en espa?ol es m¨¢s (mucho m¨¢s) que eso, con ser notable. Y ah¨ª finca lo raro y perturbador: la intolerancia est¨¦tica del gran liberador. La estrechez del abierto. ?Por qu¨¦? ?Temor a la sombra? ?La misma falta de generosidad -en lo contempor¨¢neo- que Juan Ram¨®n Jim¨¦nez?
Es hermoso que Goytisolo, antinacionalista y ap¨¢trida (como el maestro Cioran), viva en Marrakech, lejos de esta balumba cuca?ista, aunque no desatento. Pero ¨¦l, tan cr¨ªtico -y con justicia- contra los abusos de poder, las dictaduras y a favor de los derechos del hombre, ?nada tiene que decir del peculiar r¨¦gimen marroqu¨ª, de la end¨¦mica pobreza de tantos magreb¨ªes? Contra la intolerancia cat¨®lica o cristiana -y bien hace- ?pero nada o casi contra el integrismo isl¨¢mico? Claro que este fanatismo de hoy, en parte del islam, viene de los abusos pasados de Occidente y ahora de la terrible pol¨ªtica de Bush, por supuesto, pero hay que seguir estando -aunque sea dif¨ªcil- contra toda intolerancia, y contra toda opresi¨®n antiliberal. No faltan voces que dicen (no quiero opinar) que si Juan Goytisolo fuese cr¨ªtico con Mohamed VI, no podr¨ªa vivir en Marrakech...
Pero ¨¦sta es (no se olvide) una
antigua declaraci¨®n de amor. Hay cosas en Juan que me irritan -su estrechez cultural con su lengua, sobre todo; sus ataques o no al poder seg¨²n se pueda, claro que debe ser incomod¨ªsimo estar contra todo- pero me gusta buena parte de su narrativa, cada vez m¨¢s lejos de los g¨¦neros t¨®picos; su actitud antip¨¢tica, azufrosa, procurando romper lo convencional y estar contra la norma, aunque ahora sea m¨¢s dif¨ªcil que antes, todo ello me sigue interesando y gustando. Juan Goytisolo es uno de nuestros imprescindibles y le debemos mucho. Pero sus sumisos devotos no se atreven a decir que nadie es perfecto. Ni siquiera Juan Goytisolo. Salud, Juan. Y un beso.
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