La energ¨ªa que no cesa

A veces, en p¨²blico, Carlos Fuentes levanta el dedo ¨ªndice de la mano derecha, declamando sus textos, recitando una conferencia o simplemente subrayando una opini¨®n, cualquier cosa, y entonces se distingue perfectamente en el aire que ese dedo est¨¢ totalmente curvo, como el pico de un p¨¢jaro. Algunos de sus amigos le oyeron decir que se le qued¨® as¨ª escribiendo Crist¨®bal Nonato; puede que con ese libro -que tiene m¨¢s de quinientas p¨¢ginas- hubiera vencido ya por completo la resistencia del dedo, pero lo cierto es que durante toda su vida, "desde que soy chiquito", Fuentes se ha fiado s¨®lo de ese ¨²til de escribir, y su escritura ha sido incesante, innovadora, ardorosa, pensativa, amorosa, guerrera, extra?ada, fantasmal, erudita, narrativa y, muy pocas veces, autobiogr¨¢fica. Siempre en¨¦rgica. La energ¨ªa es lo que sobresale de ¨¦l, como una pasi¨®n de vivir y de estar en forma para hacerlo. Le hemos visto en playas y piscinas, caminando al trote por plazas y ciudades, firmando siempre de pie los ejemplares de sus libros; en Oviedo, en 1993, cuando le dieron el Premio Pr¨ªncipe de Asturias, se empe?¨® en estar en la calle firmando su libro de entonces, Diana o la cazadora solitaria, que es un raro relato autobiogr¨¢fico sobre su relaci¨®n -tormentosa, torrencial, apasionada- con la actriz Jean Seberg. Antes de esa firma se hab¨ªa sometido a una ronda de largas entrevistas, entre ellas una que le hizo la entonces periodista Letizia Ortiz, que luego ser¨ªa, precisamente, princesa de Asturias. Esa energ¨ªa, con la que responde y firma, le acompa?a siempre, y cuando imaginas que le ver¨¢s disminuido o falto de fuerzas, sometido a la natural melancol¨ªa de las p¨¦rdidas -en pocos a?os murieron sus dos hijos, Carlos y Natasha-, resurge de nuevo como si esa energ¨ªa se cultivara en el huerto de escribir, con su dedo curvo de tanto hacerlo. Ahora acaba de publicar un nuevo libro, Todas las familias felices (Alfaguara), que de alguna manera responde a la herida sentimental que dejan estas recientes tragedias, y para presentarlo vino a Espa?a; estuvo en Mallorca, en Barcelona, en Madrid, en Sevilla, y en todas partes mostr¨® esa energ¨ªa con la que se apresta a recibir los 78 a?os, que cumple el 11 de noviembre; preocupado por la crisis mexicana, por el di¨¢logo interrumpido entre el Norte y el Sur, acuciado por conferencias, presentaciones y escrituras, estaba en Madrid, a punto de su viaje de regreso a M¨¦xico, en el hotel Palace, donde siempre se queda. Vest¨ªa de beis; durante un tiempo se cort¨® el pelo, y as¨ª, casi rapado, pareci¨® durante un tiempo enflaquecido, pero ahora, con el pelo otra vez en su sitio y a su altura, Fuentes volv¨ªa a lucir plet¨®rico; sus respuestas fueron r¨¢pidas, casi urgentes, veloces, por encima incluso de las preguntas, como si tuviera un motorcito que le fuera ayudando a imaginar lo que le iba a preguntar el periodista. Tom¨® t¨¦, agua abundante, y mir¨® con esos ojos a veces turbulentos -un ojo m¨¢s grande, casi desmesurado, el otro m¨¢s chico- con los que se enfrenta a su propio pensamiento, mientras ¨¦ste se va haciendo. Esa velocidad -casi la velocidad de la luz- con la que responde es en cierto modo la de su escritura y de sus conferencias; en su conversaci¨®n Fuentes es m¨¢s inquisitivo, escucha m¨¢s, pregunta m¨¢s; su pasi¨®n en esas reuniones es la pol¨ªtica, y su secreto es la literatura; asegura que todos los veranos lee entero a Balzac, y se enfrasca en el Quijote todas las primaveras; ha escrito de su pa¨ªs, sobre todo, y alguna vez se ha adentrado en tierras de fantasmas. Una relaci¨®n de sus obras puede resultar abrumadora, pero su perfil quedar¨ªa muy incompleto si no se dijera que es el autor de La muerte de Artemio Cruz, Cambio de piel, Terra Nostra o Los a?os con Laura D¨ªaz?

Los a?os con Laura D¨ªaz es un fresco del siglo en M¨¦xico, y en el mundo, casi como si Fuentes hubiera escrito una saga familiar, en la que tambi¨¦n puede rastrearse su propia autobiograf¨ªa. Naci¨® en Panam¨¢, y sigui¨® a su padre -diplom¨¢tico, como ¨¦l despu¨¦s- a Chile, a Estados Unidos, a Argentina, a Brasil y a M¨¦xico, donde finalmente se hizo. En todas partes descubri¨® vetas de lo que luego ser¨ªa su literatura, pero cuando de verdad se sinti¨® un hombre ya presto a ser Carlos Fuentes Mac¨ªas, ¨¦l solo, fue en el R¨ªo de la Plata, Argentina. Le preguntamos a su mujer, Silvia Lemus, periodista, si ella singularizar¨ªa alguna imagen de ese tiempo en que Fuentes empez¨® a hacerse como es ahora, y nos se?al¨® precisamente una foto en la que a ¨¦l se le ve rodeado de su familia, a los 15 a?os. "Sonriente, muy guapo, ya ¨¦l sabe que es un hombre". Por ah¨ª le empezamos preguntando, y ¨¦l respondi¨® r¨¢pidamente.

?Y c¨®mo era ese hombre, Carlos Fuentes Mac¨ªas?

En Buenos Aires m¨¢s que un adolescente me hice un hombre; lleg¨® mi padre a encargarse de la Embajada de M¨¦xico despu¨¦s de un golpe de Estado t¨ªpico de los militares argentinos. Era todav¨ªa la Argentina que hab¨ªa sido pronazi durante la guerra, y me empezaron a dar una educaci¨®n que contrastaba mucho con la educaci¨®n democr¨¢tica que yo hab¨ªa recibido en los Estados Unidos en tiempos de Roosevelt, o en M¨¦xico en tiempos de L¨¢zaro C¨¢rdenas, o en Chile en los del Frente Popular. De repente resultaba que Esparta ten¨ªa raz¨®n sobre Atenas, y all¨ª se daba una educaci¨®n militarista, se insinuaba una gran simpat¨ªa hacia el Eje. Una educaci¨®n racista. As¨ª que le dije a mi pap¨¢: "Yo no resisto esto, yo me quiero educar de otra manera, ?por tu culpa voy a ser educado por estos racistas militares!". Me concedi¨® un a?o de libertad, me dej¨® ser un chico libre.

Y en Buenos Aires, casi nada.

Empec¨¦ a caminar por las calles, descubr¨ª a Jorge Luis Borges, aprend¨ª a bailar tango en el Tango's Bar. ?Todav¨ªa me luzco en las pistas de baile! Y me enamor¨¦ de una se?ora guap¨ªsima que me doblaba la edad y que viv¨ªa en los mismos apartamentos que yo. Cuando se iba todo el mundo a trabajar y en el edificio s¨®lo qued¨¢bamos los dos, me dije: "?sta es mi oportunidad". Y toqu¨¦ el timbre. Llevaba en la mano la revista Sinton¨ªa, que era una publicaci¨®n de radio. Le dije: "Perdone que la moleste, pero no s¨¦ qu¨¦ papel interpreta usted en la radio, ?Eva Duarte, Madame Dugarry, Juana de Arco?". Me respondi¨®: 'Madame Dugarry, que es menos santa pero m¨¢s entretenida, pase'. Y ah¨ª se inici¨® mi vida sexual. Y ah¨ª tambi¨¦n empez¨® mi vida de ser humano latinoamericano. Le debo mucho a Buenos Aires, me inici¨® en muchas cosas.

?Y c¨®mo hab¨ªa sido la ni?ez?

Fue muy bonita, porque tuve unos padres muy cari?osos. Nac¨ª en Panam¨¢, donde mi padre era el encargado de la Legaci¨®n de M¨¦xico. En R¨ªo de Janeiro recib¨ª una educaci¨®n subliminal, all¨ª el embajador era [el escritor mexicano] Alfonso Reyes, y mi padre, su secretario. Yo siempre digo que aprend¨ª literatura sentado en las rodillas de Alfonso Reyes. Luego fuimos a Washington, que es donde pas¨¦ toda mi ni?ez, de los cuatro a los doce a?os. Entonces la educaci¨®n propiamente dicha se inici¨® en una escuela p¨²blica y tuve una maestra maravillosa, miss Florence Painter. Hab¨ªa all¨ª, en aquel Estados Unidos de Roosevelt y del Nuevo Trato [New Deal] un gran entusiasmo por hacer cosas. Un gran dinamismo, una energ¨ªa democr¨¢tica que se me qued¨® en el ¨¢nimo para siempre. Lo que vino despu¨¦s fue un contraste, y Washington se convirti¨® en la ciudad terriblemente fr¨ªa del invierno e insoportablemente c¨¢lida del verano, as¨ª que yo rogaba que me mandaran con mis abuelas a M¨¦xico. De esa manera manten¨ªa la lengua espa?ola y sobre todo manten¨ªa la memoria de mi familia, de mi pasado, de m¨ª mismo, de mi pa¨ªs.

En busca de sus abuelas.

Ten¨ªa unas abuelas maravillosas; las dos se llamaban Emilia; una descend¨ªa de alemanes, y hac¨ªa maravillosas comidas. Era una mujer muy severa, muy decidida. Se hab¨ªa quedado viuda de mi abuelo, que hab¨ªa sido un banquero en el puerto de Veracruz, y ella hab¨ªa decidido seguir adelante; puso una casa de hu¨¦spedes en M¨¦xico. Y la otra abuela era tambi¨¦n de gran decisi¨®n; perdi¨® a su marido muy joven, ten¨ªa cuatro hijas, las tuvo que mantener, se hizo maestra de escuela. Dos abuelas que me protegieron y me mantuvieron viva la lengua, aunque yo viviera en un mundo que hablaba en ingl¨¦s. Porque, claro, yo segu¨ªa estudiando en ingl¨¦s. En la escuela p¨²blica, donde era muy popular. Hasta un d¨ªa aciago, el 18 de marzo de 1938.

?Qu¨¦ pas¨®?

Ese d¨ªa, el presidente C¨¢rdenas expropi¨® las compa?¨ªas extranjeras en M¨¦xico y desde ese momento aparecieron en los peri¨®dicos norteamericanos encabezados que dec¨ªan: "Comunistas mexicanos se roban nuestro petr¨®leo", "Que se beban su petr¨®leo los rojos mexicanos". Me convert¨ª en un ni?o comunista en la escuela y de repente dej¨¦ de ser popular, y me di cuenta de que pertenec¨ªa a M¨¦xico, que pese a mi vida de ni?o internacional ten¨ªa yo una ra¨ªz mexicana. Un d¨ªa fui al cine con mi padre a ver una pel¨ªcula sobre la independencia de Tejas. Y en medio de la batalla del ?lamo, al lado de mi padre diplom¨¢tico, me levant¨¦ y grit¨¦: ?Viva M¨¦xico! ?Mueran los gringos! Y mi pap¨¢ me sac¨® del cine corriendo, "?no te das cuenta de que soy diplom¨¢tico, y t¨² pegando esos gritos en el cine?". Pero yo ten¨ªa 10 a?os y una emoci¨®n muy mexicana.

Un ni?o muy pol¨ªtico. Premonitorio.

S¨ª. Yo siempre viv¨ª la pol¨ªtica, desde muy temprano. C¨¢rdenas fue el detonante. El mejor presidente que hemos tenido, un aut¨¦ntico revolucionario que transform¨® las estructuras de M¨¦xico y abri¨® los brazos a la emigraci¨®n republicana espa?ola. As¨ª que todo mi pensamiento pol¨ªtico ten¨ªa que ver con C¨¢rdenas, con Roosevelt? Los problemas se resuelven con democracia, apelando a la capacidad creativa del pueblo. Es una lecci¨®n que nunca olvid¨¦.

Ha mencionado a los republicanos espa?oles exiliados en M¨¦xico. Usted ha dicho que M¨¦xico gan¨® la guerra de Espa?a.

Hab¨ªa una gran hispanofobia en M¨¦xico, por las guerras de la independencia, y ese sentimiento perduraba. Pero, de repente, llegaron los representantes de la emigraci¨®n republicana a M¨¦xico y renovaron nuestra cultura, la modernizaron de golpe gente como Jos¨¦ Gaos, Luis Bu?uel, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, Emilio Prados, Le¨®n Felipe. Hubo un traslado de tanta inteligencia desde Espa?a. Y mi generaci¨®n fue la que primero se benefici¨® de esa corriente. Yo en particular les debo mi visi¨®n del derecho, de la justicia, del derecho internacional, de la poes¨ªa, del cine?

Pero en Argentina hab¨ªa descubierto a las chicas, y en Chile, la pol¨ªtica.

La pol¨ªtica y la poes¨ªa, al tiempo. Me sorprendi¨® vivir en un pa¨ªs de habla espa?ola en el momento en que Chile ten¨ªa un frente popular de socialistas y comunistas radicales; Chile demostr¨® que se puede gobernar un pa¨ªs de Am¨¦rica Latina con una democracia de izquierdas. ?No hay que volverse loco, como el payaso de Ch¨¢vez! Yo iba a los m¨ªtines, me obsesionaba encontrarme de pronto mi lengua como veh¨ªculo de un movimiento de izquierdas. Y descubr¨ª la gran poes¨ªa de Neruda. Fue cuando empec¨¦ a leer a Gabriela Mistral, a Vicente Huidobro, me daba cuenta de que se pod¨ªan unir la poes¨ªa y la pol¨ªtica.

?Conoci¨® bien a Neruda?

S¨ª, pero m¨¢s tarde, en la escuela de verano de Concepci¨®n, en Chile. Llegu¨¦ y me invitaron a un recital de Neruda. Recuerdo haber entrado en ese recital escuchando la voz del poeta a la orilla del mar, confundido con el rumor de las olas, era espectacular c¨®mo la voz tan peculiar de Pablo Neruda y las olas se amalgamaban, iban juntas, id¨¦nticas. Nos hicimos grandes amigos.

?C¨®mo era?

Un gran poeta, quiz¨¢ el mejor poeta latinoamericano, con C¨¦sar Vallejo y Rub¨¦n Dar¨ªo, del siglo XX. Un hombre de grandes convicciones pol¨ªticas y de profunda sensualidad humana. ?l cre¨ªa en sus ideas, era sincero, pero al mismo tiempo adoraba la comida, la bebida, la naturaleza, las mujeres, los amigos. Recuerdo haber recorrido el r¨ªo Biob¨ªo con ¨¦l, Alejo Carpentier y Benedetti. Neruda iba recogiendo cochayuyos [un tipo de alga que crece en Chile], y nos los daba a comer, eran muy sabrosos, en medio de una gran alegr¨ªa.

?Cu¨¢ndo se dio cuenta de que usted iba a ser escritor?

Muy chiquito. A los siete a?os. Viviendo en Washington, decid¨ª hacer un peri¨®dico; dibujaba a Roosevelt, a Mussolini, a Hitler; daba las noticias del d¨ªa como si yo las hubiera descubierto, hac¨ªa cr¨ªtica de cine, comentaba una serie de cosas y hac¨ªa circular estas paginitas por los siete pisos del edificio. No creo que eso le interesara a nadie, pero ah¨ª ya alentaba lo que quer¨ªa hacer, y mi padre me daba un gran apoyo. Y hay un antecedente. Mi t¨ªo Carlos Fuentes era un joven poeta excelente; hay versos suyos publicados en una revista de Veracruz. Era muy buen poeta, y adem¨¢s, muy guapo; ten¨ªa 21 a?os cuando muri¨®, de tifus. Y mi padre, que vivi¨® esa muerte con un gran dolor, quiso que yo me llamara Carlos Fuentes tambi¨¦n, y me encauz¨® a cumplir el destino de su hermano muerto. Me animaba mucho a leer, ¨ªbamos al cine, al teatro. A los 11 a?os escrib¨ª mi primer ensayo en el bolet¨ªn del Instituto Nacional de Chile, y a los 17 concurs¨¦ en mi escuela preparatoria de Morelos y en el Colegio Franc¨¦s, y gan¨¦ los tres primeros premios con tres seud¨®nimos distintos.

Dice que descubri¨® que M¨¦xico era su sitio. ?C¨®mo fue ese encuentro?

Fueron tiempos en que escuch¨¦ a mi padre defendiendo los intereses de M¨¦xico, que era un pa¨ªs muy atacado, y yo me sent¨ªa muy de M¨¦xico.

Ha dicho usted que un novelista es como un profeta. Ha escrito dos libros que tienen que ver con la historia, o con la actualidad, de M¨¦xico: 'La silla del ¨¢guila' y ¨¦ste, m¨¢s reciente, 'Todas las familias felices'. ?Hay profec¨ªa en esos libros?

Lo que yo he tratado de hacer es exorcizar los problemas de M¨¦xico. Lo malo de eso es que cuando lo que uno escribe se hace profec¨ªa se cumple lo bueno y lo malo. La silla del ¨¢guila es un libro de exorcismo fallido, pero es prof¨¦tico porque las intrigas pol¨ªticas de las que trata terminaron cumpli¨¦ndose. M¨¦xico es un pa¨ªs con una larga tradici¨®n autoritaria; el imperio azteca era profundamente autoritario, y el virreinato espa?ol ni se diga. La independencia fue un caos entre la anarqu¨ªa y la dictadura, hasta que Benito Ju¨¢rez estableci¨® un orden republicano y luego Porfirio D¨ªaz impuso el progreso sin libertad, sin democracia. La revoluci¨®n provoc¨® que todos los revolucionarios, Zapata, la gente de Pancho Villa, la gente de Obreg¨®n, se juntaran en la ciudad de M¨¦xico, y de repente el pa¨ªs se conoci¨® a s¨ª mismo, y eso fue muy importante para que hubiera una gran explosi¨®n cultural, que se pone en evidencia en el muralismo, en la campa?a educadora de Jos¨¦ de Vasconcelos, en la novela de la Revoluci¨®n. Ese garabato de autorreconocimiento, de nacionalismo sano, luego deriv¨® en un nacionalismo rampl¨®n, barato, patriotero, ese nacionalismo de "?Como M¨¦xico no hay dos!" y esas sandeces. Fue entonces cuando aparec¨ª en la literatura con un libro de cuentos fant¨¢sticos titulado Los d¨ªas enmascarados. Fue r¨¢pidamente lapidado por los nacionalistas porque no se ocupaba de los problemas del pa¨ªs, de la revoluci¨®n y del proletariado. Un intelectual de entonces dijo que "el que lee a Proust se proustituye". Era un ambiente asfixiante que yo trat¨¦ de combatir a trav¨¦s de novelas m¨¢s cr¨ªticas en cuanto a la situaci¨®n del pa¨ªs y m¨¢s renovadoras en cuanto a la forma de narrar.

Y en un momento determinado el PRI convirti¨® a M¨¦xico en una dictadura perfecta, como dijo Mario Vargas Llosa.

O en un dictablanda, como la de Primo de Rivera en Espa?a.

Octavio Paz casi pidi¨® la expulsi¨®n de Vargas Llosa de M¨¦xico por haberlo dicho.

No se puede simplificar la Revoluci¨®n mexicana; fue un gran momento hist¨®rico, una revoluci¨®n contradictoria. Dio una fisonom¨ªa cultural, un nuevo aire a un pa¨ªs legendario. M¨¦xico se convirti¨® en un pa¨ªs medianamente pr¨®spero, naci¨® una burgues¨ªa que no exist¨ªa y se crearon los sindicatos. Lo que le faltaba a la Revoluci¨®n era la democracia. Se produjo una alianza de clases que se quebr¨® el 2 de octubre de 1968, cuando el Gobierno acab¨® a balazos con una manifestaci¨®n de estudiantes en la plaza de Tlatelolco. A partir de ese momento ya nadie crey¨® en la Revoluci¨®n mexicana, y a tropezones se inici¨® un proceso que lleva al proceso en el que ahora mismo est¨¢ inmerso el pa¨ªs.

?C¨®mo reaccion¨® usted ante esa matanza?

Con furia. Estaba en Par¨ªs; hice declaraciones feroces en Le Monde para denunciar esa atrocidad; Octavio [Paz] dej¨® la embajada en la India en protesta contra la matanza. Fue un momento decisivo, intelectual y pol¨ªtico, para M¨¦xico.

Y luego fue usted embajador en Par¨ªs. ?Por qu¨¦ lo acept¨®?

Porque cre¨ª que se estaba creando un clima nuevo despu¨¦s de Tlatelolco y de D¨ªaz Ordaz [presidente en 1968]. Sent¨ª que hab¨ªa una posibilidad de renovaci¨®n del pa¨ªs y muchos escritores de aquella ¨¦poca tratamos de apoyar esa renovaci¨®n aceptando puestos p¨²blicos con esa esperanza. Y no hubo una renovaci¨®n inmediata; lo que hubo fue un largo proceso que culmin¨® en las elecciones de 2000 [ganadas por Vicente Fox, l¨ªder del PAN, frente al PRI] y por fin se produjo la alternancia democr¨¢tica.

Sin embargo, el presidente con el que usted fue embajador, Luis Echevarr¨ªa, fue el acusado de la matanza, hasta en fecha reciente.

El ¨²nico que pod¨ªa dar la orden de disparar al Ej¨¦rcito era el presidente de la Rep¨²blica, no el ministro del Interior. Ah¨ª D¨ªaz Ordaz es el responsable.

?Y lo que ocurre ahora [tras la elecci¨®n de Felipe Calder¨®n, tambi¨¦n del PAN, y las protestas organizadas por su oponente, L¨®pez Obrador] es una met¨¢fora de M¨¦xico o un incidente?

?Se acuerda de cuando Mar¨ªa Zambrano hablaba de la Rep¨²blica espa?ola y la denominaba la Rep¨²blica ni?a? Tenemos una democracia ni?a tambi¨¦n. En M¨¦xico hemos tenido tres pruebas democr¨¢ticas, en el siglo XX y ahora, relacionadas todas con elecciones: la de Francisco Madero en 1910, la de Fox en 2000 y ¨¦sta. Es una tercera prueba democr¨¢tica, que es la de aceptar la primac¨ªa de las instituciones. Hace 12 a?os, el sucesor del presidente era designado por el dedazo. Eso ha cambiado s¨®lo en una d¨¦cada; se han creado instituciones electorales para definir la validez de los comicios. Ahora se ha producido un proceso que ha dado de s¨ª un resultado muy cerrado. Como el de Prodi, como el de Merkel, como el de Bush. Ya no es la aplanadora del PRI la que gana por el 80% de los votos. El tribunal dice que Calder¨®n gan¨® por un 0,5%, y porque no simpatice con Calder¨®n yo no le puedo negar legitimidad. Es una frase lamentable esa de L¨®pez Obrador: "Al diablo con las instituciones". ?Si las instituciones las cre¨® la izquierda! Y en funci¨®n de ese sistema ¨¦l ha ganado muchos esca?os. ?Al diablo tambi¨¦n con lo que ¨¦l ha ganado? As¨ª no se juega.

?Lo que ocurre es materia para un novelista o es una cuesti¨®n de preocupaci¨®n ciudadana?

No, hay una gran preocupaci¨®n ciudadana; pero tambi¨¦n se trata de un fen¨®meno muy circunscrito a la ciudad de M¨¦xico. Es un problema del Z¨®calo, de la avenida Ju¨¢rez, del paseo de La Reforma. Pero las cosas se van a calmar.

En Par¨ªs fue embajador, en un momento culminante de su vida literaria.

Y el puesto me interrumpi¨® esa vida. Ten¨ªa que atender al Gobierno franc¨¦s, a los diplom¨¢ticos extranjeros, a la Iglesia, a los alcaldes, a los empresarios, a los intelectuales. Ten¨ªa que dedicarme a eso y dej¨¦ de escribir.

Su agente, Carmen Balcells, me pidi¨® que le hiciera esta pregunta: siendo de una familia acomodada pudo haber hecho lo que le viniera en gana y tener ¨¦xito en todo. Se hizo escritor. ?Esto es lo mejor del mundo?

S¨ª, lo creo sinceramente. Beethoven hubiera dicho que lo mejor era ser m¨²sico, y Brad Pitt dir¨¢ seguramente que lo mejor es ser actor. Me siento libre haciendo lo que me gusta hacer.

A los 47 a?os ya era una celebridad, estaba en Par¨ªs. Una vida rutilante. Y estaba en marcha el 'boom'.

Hab¨ªa escrito una novela que tuvo mucho ¨¦xito en M¨¦xico, La regi¨®n m¨¢s transparente. Luego vino el boom, del que se empieza a hablar en Barcelona, donde est¨¢n Vargas Llosa, Jos¨¦ Donoso, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez y al que despu¨¦s se anexa Julio Cort¨¢zar. El boom estaba en deuda con la generaci¨®n que le preced¨ªa: Onetti, Rulfo, Carpentier, Lezama? Y una enorme deuda verbal con la poes¨ªa, con la de C¨¦sar Vallejo, por ejemplo. Y con los cronistas de Indias, por ir al origen. El boom no invent¨® nada, ten¨ªa profundas ra¨ªces en una tradici¨®n extraordinariamente rica. Y coincidi¨® con un inter¨¦s espectacular por Am¨¦rica Latina.

Y sobre todo por Cuba.

Cuba se convirti¨® en un fen¨®meno internacional de enorme repercusi¨®n en todo el mundo; tuvo que ver con esa iluminaci¨®n que hubo sobre Am¨¦rica Latina, claro que s¨ª.

Y se desbarat¨® la cohesi¨®n intelectual sobre la isla a partir del 'caso Padilla'.

Mucho antes. Cuando fuimos al Pen Club de Nueva York, con Pablo Neruda, en 1966. Hablamos del deshielo, y eso fue recibido con un repudio total por las autoridades culturales cubanas; nos denunciaron a Neruda y a m¨ª, nos pusieron como al perico, sobre todo Roberto Fern¨¢ndez Retamar. En ese momento yo dije: "No vuelvo a ir a un lugar donde se trata a los escritores de esta manera". Hab¨ªa ya signos de un creciente dogmatismo e intolerancia en la isla.

?Y qu¨¦ piensa hoy de Cuba?

Yo no estoy de acuerdo con el autoritarismo de Fidel Castro: no puedo querer para mi pa¨ªs lo que no me gusta de otro pa¨ªs. Quiero tener una democracia mexicana con unas libertades fundamentales. No puedo tener como modelo una dictadura totalitaria como ha sido la dictadura cubana. Las cosas van a cambiar con la muerte de Castro. Por otra parte, siempre me opuse a la agresi¨®n norteamericana contra Cuba. Deseo una Cuba democr¨¢tica, independiente de los Estados Unidos. Que conserve las grandes conquistas, que las ha habido: educaci¨®n, salud, dignidad nacional.

?No tuvo efecto esa crisis con Cuba en el trato entre los escritores de esa generaci¨®n suya?

S¨ª. Pero m¨¢s por el caso Padilla. Pero mucha gente que luego se ha alejado del r¨¦gimen de Castro sigui¨® yendo a Cuba despu¨¦s de que nosotros nos apartamos. No se puede juzgar por ello a nadie; eran decisiones personales, efectos de la historia que estaba sucediendo.

Usted ha mantenido una buena relaci¨®n con Gabo.

S¨ª, y con Vargas, y con Pepe Donoso, y con Cort¨¢zar. Pero he tenido mayor intimidad con Gabo. Somos amigos desde hace 40 a?os.

Dijo usted que cuando ¨¦l gan¨® el Nobel lo hab¨ªan ganado todos ustedes. ?De veras un escritor puede renunciar en virtud del triunfo de otro?

Mira, yo no tengo ninguna ambici¨®n por el Nobel. Y me sent¨ª premiado cuando se lo dieron a Gabo.

Le hiri¨® a usted la enemistad con Paz.

Mucho. Fuimos muy amigos, pero se rompi¨® esa relaci¨®n, de la que no quiero hablar m¨¢s. Siempre le tuve gran admiraci¨®n y respeto. Fue una relaci¨®n muy cercana, muy buena. No s¨¦ lo que pas¨®. Yo no siento ninguna culpa.

?Su obra podr¨ªa darnos su autobiograf¨ªa?

Soy muy poco autobiogr¨¢fico. Presento el mundo desde la gran arena de la imaginaci¨®n. No me interesa tanto introducir a mi persona. Alguna vez lo hice, en Diana..., por ejemplo, que es una novela muy autobiogr¨¢fica.

?Le cost¨® hacerla?

S¨ª, me cost¨®. Pero exorcic¨¦ ese problema. Me humill¨¦. Y lo quise escribir as¨ª, sin pelos en la lengua; salgo perdiendo en la novela, no hab¨ªa otra manera. Contar un amor fracasado por esos detalles nimios de la vida que te llevan a conquistar y a perder lo conquistado.

Y al final, la protagonista, Jean Seberg, perdi¨® tambi¨¦n.

Era melanc¨®lica y muy fr¨¢gil. Y quer¨ªa parecer fuerte, se aliaba con luchas terribles, como las de los Panteras Negras. Pas¨® de ser una chica de 16 a?os en un peque?o pueblo del Estado de Iowa a hacer de Juana de Arco en Par¨ªs. No estaba preparada para ese tr¨¢nsito, trat¨® de equiparar su vida a su personalidad y ah¨ª se le fue la vida.

?Es tan fuerte la literatura que permite que un escritor exorcice una experiencia?

T¨² te olvidas de los nombres de los primeros ministros, pero jam¨¢s te olvidas de los grandes escritores: los libros son los grandes indicadores de la historia. Porque ayudan a comprender el alma humana.

Va a cumplir el 11 de noviembre 78 a?os. ?Qu¨¦ le ha hecho el tiempo a su edad?

Me ha permitido ganarme la juventud; yo he hecho un gran esfuerzo por gan¨¢rmela, por asociar a mi creaci¨®n todo lo que quiero: a mi esposa Silvia, a los hijos que perd¨ª, Carlos y Natasha. Me gano la vida y la juventud incorpor¨¢ndolos a mi vida, a mi creaci¨®n, a mis sue?os.

?El dolor no interrumpe la creaci¨®n?

El dolor te puede destruir pero te puede engrandecer. No se va el dolor, pero alimenta tu creatividad en nombre de los seres que quieres.

Uno de sus rasgos ha sido siempre el entusiasmo. ?Hay alg¨²n momento en que ese entusiasmo disminuya?

Cuando se ve lo que pasa en el mundo. La peor situaci¨®n que he visto en mi vida. Un tiempo definido por los extremismos maniqueos.

?Cu¨¢l ser¨ªa hoy su ilusi¨®n personal?

Tener la suficiente memoria para seguir viviendo. Del amor, de la vida personal, de la amistad.

Me pidi¨® alguien que le preguntara qu¨¦ estaba pensando en aquella foto, en la playa, cuando ten¨ªa 15 a?os, rodeado de su familia

Quer¨ªa volver a Buenos Aires, acabar las vacaciones, bailar tangos, ver a Borges, y en el amor de una mujer.

?Lo ha logrado?

Bueno, no s¨¦ si logr¨¦ lo de bailar. Lo dem¨¢s creo que lo he conseguido todo.

?Fracasos?

Much¨ªsimos. La vida est¨¢ llena de lo que quisiste obtener y no lograste, sobre todo por tu culpa. M¨¢s lo que dejaste escapar que lo que te arrebataron. Tienes que escoger, estar siempre en el centro, ante seis avenidas, y escoger alguna.

Aquella pregunta era de su mujer, Silvia.

Me encanta esa pregunta.

'Todas las familias felices', de Carlos Fuentes, est¨¢ publicado por Alfaguara.