Energ¨ªa y democracia
Con esta propuesta se abri¨® el debate del Club de Madrid en su Asamblea anual. A mi juicio, la energ¨ªa es una variable estrat¨¦gica clave para el desarrollo, para la integraci¨®n regional y para la convivencia internacional. Sin embargo, la relaci¨®n directa entre energ¨ªa y democracia es menos evidente, salvo que se quiera situar su car¨¢cter imprescindible para el crecimiento econ¨®mico y el bienestar social como un componente necesario, aunque no suficiente, para el avance de la sociedad democr¨¢tica.
Por eso creo que deber¨ªamos analizar el problema energ¨¦tico tratando de responder a varias preguntas b¨¢sicas:
?Existe un riesgo real de crisis de oferta en materia energ¨¦tica?
?Qu¨¦ relaci¨®n existe entre energ¨ªa y desarrollo socioecon¨®mico?
?C¨®mo contribuir¨ªa la energ¨ªa a la integraci¨®n regional?
?Cu¨¢nto pesa la cuesti¨®n energ¨¦tica en las din¨¢micas de paz o conflicto a nivel internacional?
En primer lugar, sobre la existencia o no de una escasez de oferta para satisfacer las demandas de energ¨ªa en el mundo, parto de la convicci¨®n, que hay que discutir, de la existencia a corto plazo de un cuello de botella en la cantidad disponible si el crecimiento de la econom¨ªa mundial se mantiene.
La aproximaci¨®n correcta en este punto deber¨ªa llevarnos al an¨¢lisis t¨¦cnico de las reservas existentes de las no renovables, la capacidad de producci¨®n y transformaci¨®n actual, junto a las previsiones de inversi¨®n. As¨ª podr¨ªamos aproximarnos a la capacidad real de satisfacci¨®n de la demanda en los pr¨®ximos 10 a?os. Naturalmente hay que considerar la participaci¨®n de estos recursos no renovables en el consumo total y su posible evoluci¨®n, sin olvidar el factor, cada d¨ªa m¨¢s presente, de su impacto medioambiental.
Junto a ello, es imprescindible reabrir el debate de la energ¨ªa nuclear, cuyo desarrollo parece imparable. Me toc¨® decidir la moratoria para Espa?a hace m¨¢s de 20 a?os basada en problemas de seguridad y, sobre todo, en la imposibilidad de eliminar los residuos radiactivos. La primera cuesti¨®n ha sido resuelta tecnol¨®gicamente con mejoras sustanciales. La de eliminaci¨®n de residuos plantea m¨¢s dudas, pero deber¨ªamos conocer el grado de avance del Centro Europeo de Investigaci¨®n de F¨ªsica de Part¨ªculas en este terreno para fundamentar un debate serio.
Finalmente, pero no en orden de importancia, tenemos la obligaci¨®n de conocer el estado de desarrollo de las energ¨ªas renovables e impulsarlas decisivamente. Sol, agua, viento, biomasa, etc¨¦tera, aparecen ya como las respuestas m¨¢s aceptables medioambientalmente y con clara tendencia a ser competitivas a los precios actuales y previsibles de las energ¨ªas f¨®siles. Su evoluci¨®n no puede depender de intereses inmediatos ni de falta de voluntad pol¨ªtica.
La primera aproximaci¨®n deber¨ªa ser t¨¦cnica, contrastando las distintas opiniones, para conocer con el mayor rigor posible cu¨¢l es el estado real de la cuesti¨®n.
A continuaci¨®n, estar¨ªamos en mejores condiciones de introducir una reflexi¨®n estrat¨¦gica que implique a los actores pol¨ªticos, a las empresas del sector, tanto p¨²blicas como privadas, a los pa¨ªses productores y consumidores, a los sectores medioambientales etc¨¦tera, para abordar la variable energ¨¦tica en las tres dimensiones se?aladas: elemento imprescindible para el desarrollo, factor deter-minante para la integraci¨®n regional, y clave para la convivencia internacional. El trasfondo medioambiental deber¨ªa atravesar la reflexi¨®n de conjunto, buscando nuevos equilibrios que sean m¨¢s justos entre las diferentes regiones del mundo para mejorar las exigencias cada d¨ªa m¨¢s serias de evitar un deterioro natural grave.
Nadie puede renunciar a la energ¨ªa, aunque sea para sobrevivir. Mucho menos si se aspira leg¨ªtimamente a aumentar el crecimiento y mejorar las condiciones de vida de la gente. En la condici¨®n de pa¨ªs emergente o en la condici¨®n de desarrollado. Las nuevas fracturas de esta econom¨ªa globalizada, unidas a las antiguas, evidencian que la revoluci¨®n tecnol¨®gica no cambia la variable estrat¨¦gica de la energ¨ªa como un elemento clave en el bienestar de los seres humanos.
Merece la pena considerar una paradoja inexplicable. La inmensa mayor¨ªa de los pa¨ªses productores de petr¨®leo y gas no han sido capaces de transformar esta riqueza decisiva en crecimientos econ¨®micos con desarrollos sociales equilibrados. En el lado contrario del espectro, los pa¨ªses desarrollados son consumidores y transformadores sin recursos energ¨¦ticos propios en este campo.
Ni el r¨¦gimen de propiedad de los recursos, ni los sistemas pol¨ªticos, ni la diversidad cultural parecen haber influido en esta especie de maldici¨®n que viene pesando sobre las sociedades de las zonas ricas en petr¨®leo. Las exportaciones de la materia prima tienden a concentrar la riqueza en pocas manos, con escasa incidencia en el empleo y en el desarrollo real.
Los pa¨ªses desarrollados dependientes de la materia prima, como la mayor¨ªa de los europeos, ni han hecho un esfuerzo sostenido en los ¨²ltimos quince a?os para fomentar seriamente el uso de energ¨ªas alternativas, ni se enfrentan con rigor al tema de la energ¨ªa nuclear, ni han mantenido estrategias de diversificaci¨®n de suministros eficientes. Los mercados de los noventa y de lo que va del nuevo siglo no parecen dispuestos a premiar inversiones relevantes en nuevos recursos.
La energ¨ªa debe ser analizada asimismo como factor de integraci¨®n regional. No es dif¨ªcil en algunas regiones con avances serios en la din¨¢mica de la supranacionalidad, como la Uni¨®n Europea, avanzar en modelos de integraci¨®n de redes viarias u otras infraestructuras para el desarrollo aprovechando las sinergias. Sin embargo, cuando se trata de emplear estrategias conjuntas en materia energ¨¦tica surgen pulsiones nacionalistas que incrementan la fragilidad y la dependencia del conjunto.
En Am¨¦rica Latina existen todas las posibilidades imaginables para emplear sus recursos energ¨¦ticos en los desarrollos nacional y regional. La riqueza en energ¨ªas f¨®siles, en hidr¨¢ulica o en las dem¨¢s renovables es m¨¢s que suficiente para facilitar un aut¨¦ntico despegue econ¨®mico de la regi¨®n. Una pol¨ªtica energ¨¦tica regional o subregional contribuir¨ªa m¨¢s que todos los discursos integracionistas a la unidad latinoamericana y al desarrollo del conjunto.
Algo semejante podr¨ªamos decir del Magreb o de otras zonas de ?frica si se superaran las desconfianzas rec¨ªprocas y los conflictos.
O de Rusia y sus vecinos de la antigua URSS.
O de Oriente Medio.
Para terminar este debate, hay que considerar que el desaf¨ªo energ¨¦tico global tiende a ser la principal causa de la conflictividad internacional. La convivencia en paz o las tensiones dependen m¨¢s, mucho m¨¢s, de una respuesta ser¨ªa a la probable crisis de oferta en esta materia sensible que de todos los inventos de conflictos de civilizaciones. Oriente Medio ser¨ªa algo diferente si no se cruzaran en la regi¨®n los intereses petroleros y gas¨ªsticos que existen.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno espa?ol.
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