Tecnolobos
G¨®mez Pin desarroll¨® una brillante trayectoria acad¨¦mica en Par¨ªs y Dijon en los a?os setenta. Doctor de Estado por la Sorbona, se confront¨® a fondo con Plat¨®n, Arist¨®teles, Descartes, Hegel, Marx, Proust y Chomsky, as¨ª como con Freud y Lacan, en este caso tanto en teor¨ªa como en la pr¨¢ctica. Su Drama de la ciudad ideal (1974) es un cl¨¢sico de la filosof¨ªa espa?ola del siglo XX. A principios de los ochenta se involucr¨® plenamente en una singular aventura institucional, la creaci¨®n de la Facultad de Filosof¨ªa en la colina de Zorroaga (San Sebasti¨¢n). All¨ª convivieron acad¨¦micos y poetas, chicos y chicas, psic¨®logos, pedagogos y fil¨®sofos, terroristas y agentes secretos, euskaltzales e hispan¨®filos, titiriteros, sacerdotes y cantantes de rock. G¨®mez Pin pensaba entonces que la contradicci¨®n es el motor del mundo.
Luego aprendi¨® matem¨¢ticas, f¨ªsica, biolog¨ªa, e incluso tauromaquia. Como autor, obtuvo el Premio Anagrama en 1989 con un libro quijotesco, Filosof¨ªa, el saber del esclavo. Retorn¨® a Barcelona, su ciudad natal, sin dejar de ser jud¨ªo errante, sevillano y veneciano. Se fue a la Universidad Aut¨®noma de Barcelona como catedr¨¢tico de Filosof¨ªa, pero algo de su pathos qued¨® en la Universidad del Pa¨ªs Vasco, donde ha creado una escuela de j¨®venes pensadores, Industrias Cartesio. En los ¨²ltimos a?os se ha involucrado decididamente en dos de los grandes temas de nuestro tiempo: ecolog¨ªa, tecnolog¨ªa. Ha reaparecido en la arena p¨²blica en su papel de siempre, fil¨®sofo comprometido y que toma partido, partido hasta mancharse. Desde que se pronunci¨® sobre cuestiones ¨¦ticas (La dignidad, 1995) es kantiano militante. Con igual decisi¨®n defiende ahora un humanismo basado en la dignidad y el respeto mutuo.
Los ojos del murci¨¦lago (2000) aport¨® una primera cr¨ªtica a algunos evangelistas de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y la comunicaci¨®n. Un animal singular (2005) abri¨® la pol¨¦mica con defensores de los derechos de los animales y ecologistas profundos. Entre lobos y aut¨®matas: la causa del hombre (premio Espasa de Ensayo 2006) retoma ambas cuestiones.
G¨®mez Pin afirma un antropocentrismo sin complejos. El centro de la cultura, el pensamiento y la ¨¦tica, es el ser humano. La tecnocracia y la primac¨ªa de lo animal son dos formas de antihumanismo, complementarias entre s¨ª. Los lobos fueron domesticados por los seres humanos, ahora hay que enfrentarse a los tecnolobos (cyborgs, inteligencia artificial, sensores digitales y dem¨¢s simulacros). G¨®mez Pin denuncia la sustituci¨®n de los cuerpos de carne y hueso por artefactos digitalizados, evocando la alegor¨ªa plat¨®nica de la caverna. Clama al p¨²blico, a veces indignado, al comprobar que nunca ha habido tantos millones de pobres e indigentes en la especie humana, ni tanto paternalismo a favor de algunos animales dom¨¦sticos, que viven como curas. El animalista radical no busca tanto ser consecuente como tener de s¨ª mismo imagen de redentor, afirma en un pasaje. No hay di¨¢logo posible entre animales, ni tampoco entre m¨¢quinas -remacha G¨®mez Pin- porque los primeros carecen de concepto y las segundas de pathos.
La pol¨¦mica est¨¢ servida, pero jugando a dos bandas. Hay que humanizar los entornos tecnol¨®gicos, por una parte. Adem¨¢s, se trata de humanizar la ecolog¨ªa, en lugar de animalizarla. El hombre es el fundamento de la ecolog¨ªa y la tecnolog¨ªa, no los lobos ni los aut¨®matas. Somos animales singulares, un misterio de la evoluci¨®n, porque no s¨®lo tenemos voz, sino adem¨¢s lenguaje. Defender la causa del hombre implica volver a situar los problemas de las personas en el centro de la pol¨ªtica, la econom¨ªa y el derecho, incluyendo las cuestiones tecnol¨®gicas y ecol¨®gicas.
Prot¨¢goras lo dijo: el hombre es la medida de todas las cosas. G¨®mez Pin a?ade: tambi¨¦n es la palabra de todas las cosas, lobos y aut¨®matas incluidos.
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