La banalizaci¨®n de la extrema derecha
Todos sabemos c¨®mo pasamos, en menos de 10 a?os, del entusiasmo por las libertades al desencanto democr¨¢tico, pero ignoramos c¨®mo se ha producido, en apenas dos d¨¦cadas, y c¨®mo persiste hoy el creciente descr¨¦dito, expreso o informulado, de la democracia. Descr¨¦dito al que ha acompa?ado, desde el ¨²ltimo cuarto del siglo XX, una angustiada interrogaci¨®n sobre el incierto futuro de los valores democr¨¢ticos, que bajo el lema general de crisis de la democracia ha producido una abultada bibliograf¨ªa sobre sus disfunciones y quiebras. Descr¨¦dito que ha asumido m¨²ltiples variantes, desde quienes la reducen al horizonte simb¨®lico de los inefectivos y fetichizados Derechos Humanos, hasta quienes la rechazan porque funciona como coartada para ocultar / legitimar la falsificaci¨®n de sus ideales, pasando por los que se resignan a aceptarla como un mal menor. ?C¨®mo hemos llegado a esta desafecci¨®n casi un¨¢nime que nos deja sin defensas y sin alternativas?
Todo comienza con la mala fama de los pol¨ªticos: incompetentes, venales, corruptos. La condena del pol¨ªtico profesional, su rechazo como individuo y como colectivo -todos vendidos- es general, sin apelaci¨®n. Para las madres italianas, encuestadas en 1995, la profesi¨®n pol¨ªtica s¨®lo tiene un escal¨®n inferior: el de los g¨¢nsteres. De aqu¨ª pasamos a los partidos pol¨ªticos utilizados como artefactos para la conquista y disfrute del poder; como resonadores sectarios de la promoci¨®n y del veto, como reductos para el adoctrinamiento en la obediencia del miedo (el que se mueve no sale en la foto). Esta impugnaci¨®n de los pol¨ªticos y de sus partidos ten¨ªa que alcanzar de lleno a la pol¨ªtica como esfera de la acci¨®n humana y como centro de imputaci¨®n de la gesti¨®n responsable de la comunidad. Como as¨ª ha sido.
En la presentaci¨®n del desprestigio de la pol¨ªtica en la opini¨®n p¨²blica mayoritaria, a que acaba de procederse, sin agresividad pero tambi¨¦n sin concesiones ni matices, convergen, pues, tanto los posmodernos debeladores de lo p¨²blico, como los ide¨®logos de la derecha radical y hasta los dem¨®cratas cr¨ªticos de la deriva actual de la democracia. Pero estos ¨²ltimos se diferencian por reivindicar la importancia de lo p¨²blico desde una lectura distinta de lo colectivo. En cualquier caso la triple convergencia cr¨ªtica y su importante capacidad legitimadora explica la banalizaci¨®n del integrismo ultraderechista que en algunos pa¨ªses y contextos ha llegado hasta su plena aceptaci¨®n. In¨²til a?adir que ah¨ª no cabe la democracia. Pero, como se sabe, la realidad tiene horror del vac¨ªo, con lo que el espacio pretendidamente purificado de la turbia pol¨ªtica democr¨¢tica ha venido a ocuparlo la extrema derecha. Frontalmente, mediante la multiplicaci¨®n de formaciones y grupos. Por ejemplo, un partido en Eslovenia y en Serbia; dos en Grecia, Suecia, Ucrania, Eslovaquia, Francia y Polonia; tres en el Reino Unido, Suiza, Eslovaquia, Turqu¨ªa, Finlandia, Grecia, Austria, B¨¦lgica y Dinamarca; cuatro en Holanda y Alemania; y hasta ocho en Rusia.
Por lo dem¨¢s los gemelos polacos Kaczynski gobiernan su pa¨ªs desde el extremismo derechista y se codean, de igual a igual, con los lideres de la Uni¨®n Europea; y el socialdem¨®crata Olmert ha invitado al presidente de la formaci¨®n israel¨ª m¨¢s ultranacionalista a entrar en su Gobierno. M¨¢s peligrosa es la insidiosa guerra ideol¨®gica en la que el reaccionarismo europeo, apoyado en el fundamentalismo religioso norteamericano est¨¢ retomando todas las acciones de la cruzada integrista yanqui comenzando con la movilizaci¨®n pol¨ªtica de las religiones -cat¨®lica, protestante...- contra el laicismo a la par que introduce el Creacionismo en la ense?anza y promueve la apertura de museos para la condena del evolucionismo y la difusi¨®n cultural del Dise?o Inteligente.
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