En defensa de la diversidad
"No podr¨¢n sobrevivir aquellas culturas que pretendan excluir a las dem¨¢s", dec¨ªa Mahatma Gandhi. La diversidad cultural es hoy una realidad: en el mundo hay unas 6.000 comunidades y un n¨²mero semejante de lenguas distintas, lo que, naturalmente, da lugar a la existencia de una variedad inmensa de visiones del mundo, creencias, valores y pr¨¢cticas. Los avances realizados en las tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n y el transporte nos han permitido superar las fronteras geogr¨¢ficas y alcanzar un grado de conexi¨®n tal que una matanza local en Rwanda o la explosi¨®n de una bomba de Bagdad tienen una repercusi¨®n inmensa en el ciudadano de Espa?a, Jap¨®n o Australia. La globalizaci¨®n, pues, no consiste s¨®lo en extender la econom¨ªa de mercado o las transferencias de capitales, sino que tambi¨¦n entra?a un flujo constante de ideas que cruzan las fronteras.
Una visi¨®n caleidosc¨®pica del mundo ha venido a sustituir al discurso monol¨ªtico lineal del pasado, dando lugar a unos cambios constantes en el pensamiento que conforma nuestra herencia cultural com¨²n, la cual adopta el aspecto de una inmensa red de conexiones, ligadas todas ellas por el hecho de la coexistencia.
Las diferencias mutuas entra?an la necesidad de di¨¢logo, un di¨¢logo que implique cierto tipo de intercambio de visiones. No se puede encomiar una diversidad que no implique un di¨¢logo ¨¦tico-hermen¨¦utico en el que las partes intenten alcanzar un aprendizaje transcultural. Es ah¨ª donde hemos de liberarnos de los malentendidos derivados de ciertas actitudes preconcebidas, envenenadas por la idea de una supuesta superioridad. No se trata de idealizar ni de rechazar al "otro". Tenemos que superar esas deformaciones que aparecen por lo general bajo las denominaciones de orientalismo u occidentalismo.
El orientalismo y el occidentalismo exceden los l¨ªmites de la diversidad porque deshumanizan al otro, convirti¨¦ndolo en el mal. A diferencia de esas dos situaciones, que suelen estar acompa?adas de una actitud proclive a responder a la injusticia con otra injusticia, en el marco de un di¨¢logo ¨¦tico-hermen¨¦utico diversificado, la confrontaci¨®n y la protesta no son fines en s¨ª mismos, sino medios que se ponen al servicio de la armon¨ªa ¨¦tica y de la curaci¨®n. Me permito a?adir que la defensa de la diversidad constituye un ant¨ªdoto contra las guerras terroristas y los conflictos culturales. Ha de ser ¨¦ste un esfuerzo global en un mundo amenazado por la divisi¨®n cultural. Ha de ser un reto no s¨®lo de las relaciones internacionales, sino tambi¨¦n de las intra-nacionales.
Parece que la cuesti¨®n m¨¢s destacada es la divisi¨®n entre el mundo isl¨¢mico y Occidente. Pero tambi¨¦n nos podemos referir a los conflictos hind¨²-musulmanes del subcontinente indio. La violencia a la que nos enfrentamos en el ¨¢mbito internacional nos insta a considerar m¨¢s a fondo la posibilidad de resolver los conflictos entre las diversas culturas y tradiciones por la v¨ªa del di¨¢logo.Inspir¨¢ndonos en la visi¨®n y la pr¨¢ctica de Gandhi, de Abdul Ghaffar Khan y muchos otros, podemos experimentar con un pacifismo creativo y dialog¨ªstico, a modo de proceso o de m¨¦todo para entrar en contacto con la naturaleza herida y sagrada de las vidas de los otros. En este sentido, cuando defendemos la diversidad estamos invitando a escuchar al "otro"; estamos transformando una forma de pensar centrada en la idea del "nosotros contra ellos", y esa transformaci¨®n nos ayuda a reconocer que cada cual tiene su parte de verdad.
La participaci¨®n y el aprendizaje transculturales podr¨ªan impulsar la creaci¨®n de un "c¨®digo moral universal", el cual, a su vez, nos ayudar¨ªa a resolver los problemas comunes del futuro. El futuro de la condici¨®n humana depende de nuestra capacidad para construir un nuevo tipo de comunidad que se extienda allende los l¨ªmites del Estado-naci¨®n tradicional. Esta comunidad depender¨¢ de una nueva interpretaci¨®n moral consensuada de las cuestiones que nos afectan globalmente.
Compartir una misma visi¨®n y participar en un aprendizaje com¨²n nos servir¨¢ para superar la inclinaci¨®n hacia ese esencialismo cultural que fija y cosifica las identidades. Los participantes deber¨¢n negociar la estructura abierta de una diversidad subrayada por el di¨¢logo intercultural. ?ste requiere la voluntad de cambio y la participaci¨®n en el mismo de todos los implicados. Cuando la cohesi¨®n moral es fuerte, se suelen compartir las responsabilidades, lo cual permite que los individuos participen en un proceso din¨¢mico de interacci¨®n cultural basado en la inclusi¨®n. En este proceso, a diferencia de los procesos basados en la uniformidad cultural, se da un deseo colectivo de descubrir y examinar asunciones, de desarrollar los significados compartidos y los valores comunes y de integrar m¨²ltiples perspectivas a trav¨¦s de di¨¢logo. Los llamados conflictos de culturas tienen m¨¢s quever en el fondo con un tipo de comportamiento interno incivilizado de cada una.
En todas las culturas existe un conflicto entre los valores de los pluralistas y los valores de los absolutistas. La mayor¨ªa de la gente, por devota que sea, no suele tener una visi¨®n absolutista de su credo. Es decir, no tiene un deseo particular de perpetrar actos atroces de violencia terrorista en el nombre de la religi¨®n, ni tampoco lo tiene de vivir bajo la tiran¨ªa de gobiernos opresores que los someten a unas leyes religiosas muy estrictas. Hoy, a mi parecer, el conflicto real no es el que se da entre el islam y Occidente, sino entre los musulmanes pluralistas y los musulmanes absolutistas.
Se pueden tener unas firmes convicciones religiosas sin caer en el fundamentalismo. Pensemos en musulmanes pacifistas convencidos como Maulana Kalam Azad y Khan Abdul Ghaffar Khan. Merece sobre todo la pena conocer la figura del primero, porque es una demostraci¨®n de la dignidad humana m¨¢s genuina y de una voz contra la opresi¨®n, el prejuicio y laintolerancia. Honrando la memoria de Maulana Kalam Azad, honramos conjuntamente a la India y a Pakist¨¢n. Como dirigente del movimiento pacifista por la independencia liderado por Mahatma Gandhi, no s¨®lo representa la idea de la libertad frente al dominio colonial, sino tambi¨¦n de la fe tolerante que respeta otras creencias. Su fe se encarnaba en el principio de Unidad en la Diversidad, algo que constituye la esencia de la tradici¨®n hist¨®rica de la India. Pero tambi¨¦n estaba profundamente comprometido con la revelaci¨®n cor¨¢nica, que proclama: "Se invit¨® a todos los mensajeros de Dios, cualquiera que hubiera sido el lugar y el tiempo de su nacimiento, a seguir el mismo camino". De la visi¨®n universalista de Maulana Azad, que encuentra una expresi¨®n inmortal en la poes¨ªa m¨ªstica de Mirza Ghalib, el segundo presidente de India, Sarvapalli Radhakrishnan, dec¨ªa que simbolizaba "la emancipaci¨®n de la mente, liberada de las supersticiones, el oscurantismo y el fanatismo; liberada de los prejuicios de raza, de lengua o dialecto, de religi¨®n o casta". Por eso la segregaci¨®n de la India y Pakist¨¢n ech¨® por tierra su sue?o de una naci¨®n unificada, en donde los hind¨²es y los musulmanes coexistieran en armon¨ªa.
Maulana Azad fue uno de los primeros pensadores pol¨ªticos de la India moderna que definieron y enunciaron la idea de una democracia secular para la India independiente. Lo caracter¨ªstico de su contribuci¨®n fue que combinaba una defensa del secularismo y de la unidad nacional con una profunda fe en el islam. Para Azad, en el islam no hay lugar para el odio y el prejuicio religioso.
Hoy no existe un conflicto entre culturas. El verdadero conflicto es entre aquellos que defienden la idea de la diversidad y aquellos que se oponen a ella. Se trata de la antigua confrontaci¨®n entre el odio y el miedo, por un lado, y la esperanza y el valor, por el otro. Es una lucha entre la arrogancia de la violencia y la responsabilidad del pacifismo. Y en una era de pensamiento y acci¨®n globales, en la que las naciones dependen unas de otras, al igual que dependen los individuos, y en la que si existe un futuro, ¨¦ste ha de ser para todos, las consecuencias del conflicto entre la intolerancia y el di¨¢logo determinar¨¢n nuestro destino. No debemos olvidar la heterogeneidad del pasado y hemos de ser capaces de aceptar la pluralidad social, pol¨ªtica y cultural del presente.
Muchos pensar¨¢n que mi compromiso con la diversidad cultural y el di¨¢logo transcultural emana un aura de optimismo en unos tiempos que llaman m¨¢s bien al pesimismo. Estoy de acuerdo en que, sin duda, vivimos una ¨¦poca de violencia. Ciertas cuestiones, como la proliferaci¨®n nuclear, la represi¨®n religiosa, las guerras culturales y el fervor nacionalista ponen en peligro la promesa de la diversidad. Pero estos peligros hacen a¨²n m¨¢s necesarias la diversidad y el pluralismo.
El pluralismo transcultural constituye uno de los programas pol¨ªticos m¨¢s humanos en los que podamos empe?arnos, aunque encontremos una fuerte resistencia. Es, en ¨²ltimo t¨¦rmino, una lucha a favor de la democracia. Gran parte de ella puede ganarse y se ganar¨¢ desde dentro de cada cultura y cada fe religiosa. Cada cultura tendr¨¢ que buscar la manera adecuada de luchar contra sus propios fantasmas y sus propios males. Pero la lucha por la diversidad es tambi¨¦n una lucha por unos valores morales compartidos.
En otras palabras, la permanencia de la democracia en los Estados euro-americanos est¨¢ vinculada a su respeto por la diversidad y la pluralidad de la vida en otras culturas y continentes. Pero el proceso de pluralizaci¨®n no funcionar¨¢ si no se considera que el pacifismo es una virtud universal. Si el pluralismo transcultural es nuestro ideal, el pacifismo deber¨ªa ser nuestro valor ¨¦tico fundamental.
Independientemente de la opini¨®n que se tenga de Mahatma Gandhi, lo que nadie puede poner en tela de juicio es su dedicaci¨®n a la unidad hind¨²-musulmana. Hizo de ello la misi¨®n de su vida. Insisti¨® en que los hind¨²es, que constituyen la mayor¨ªa del pa¨ªs, no pretendieran nunca imponer sus derechos sobre los musulmanes, sino que intentaran ganarse su coraz¨®n. "No hay en ninguna de las dos religiones nada por lo que tengan que estar separadas", dec¨ªa. "Una unidad fundamental atraviesa toda la diversidad de la naturaleza. Las religiones no son una excepci¨®n a las leyes naturales. Se les dan a los hombres a fin de que puedan percibir con mayor prontitud esa unidad fundamental. No es necesario en este momento establecer una religi¨®n universal; mucho m¨¢s necesario es desarrollar el respeto mutuo por las diferentes religiones".
Gandhi nunca acept¨® la teor¨ªa de que los hind¨²es y los musulmanes constitu¨ªan dos naciones distintas. Recalc¨® los valores ¨¦ticos fundamentales que son comunes a todas las religiones. "La esencia de una verdadera ense?anza religiosa", afirmaba, "es que uno debe ser amigo de todos. Eso lo aprend¨ª en el regazo de mi madre". Cre¨ªa que la mejor manera de propagar una religi¨®n es a trav¨¦s de las vidas honradas de sus seguidores.
Lo mismo puede decirse de la diversidad. No se puede alcanzar la diversidad sin di¨¢logo; y sin respeto por la diversidad, el di¨¢logo es in¨²til. Defender la diversidad no consiste simplemente en sentar a hablar a dos personas o a dos comunidades, sino m¨¢s bien en establecer relaciones positivas y constructivas con los individuos y las comunidades de otras confesiones y culturas; unas relaciones dirigidas a la comprensi¨®n y el enriquecimiento mutuo. Se trata de un encuentro entre gentes que tienen confianza en la fuerza cultural de sus tradiciones respectivas y que aspiran a dar testimonio de lo que es espec¨ªfico y personal en sus experiencias culturales en relaci¨®n con la humanidad y su destino. El di¨¢logo es, pues, un testigo que se ofrece y se recibe en nuestro avanzar conjunto por el camino que hemos tomado para eliminar el prejuicio, la intolerancia y la incomprensi¨®n.
Ramin Jahanbegloo es fil¨®sofo iran¨ª.Con este art¨ªculo reanuda sus colaboraciones en EL PA?S, tras su detenci¨®n durante 122 d¨ªas en Teher¨¢n, en r¨¦gimen de aislamiento. Traducci¨®n de Pilar V¨¢zquez.
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