Extranjeros en su propia casa
"?Qu¨¦ horror! ?Que una mano blanca y hermosa haya podido fabricar esa negrura!". Es un comentario indignado, escrito en 1800, a la pintura que ilustra esta cr¨®nica. ?Por qu¨¦ de la indignaci¨®n? Sencillamente, porque la pintora Marie-Guillemine Benoist retrata a una mujer negra como un modelo de belleza y no lo hace desde el exotismo o el inter¨¦s antropol¨®gico. Adem¨¢s, la artista, por ser mujer, est¨¢ sometida a una exigencia suplementaria de recato que se contradice con la serena y sin embargo desafiante exposici¨®n de un cuerpo desnudo; y tambi¨¦n indigna que la pintora, siendo blanca, nunca debiera presentar a una negra como a una igual.
Portraits publics, portraits priv¨¦s se expone hasta el 8 de enero en el Grand Palais de Par¨ªs -luego va a Londres y despu¨¦s a Nueva York- , en una muestra dedicada a explicar c¨®mo cambia de sentido un arte -el del retrato- entre 1770 y 1830, es decir, cuando los EE UU se proclaman independientes, los franceses le cortan la cabeza al rey, abolen la esclavitud y, de la mano de Bonaparte, lanzan el fantasma de la Revoluci¨®n a recorrer Europa.
Una mujer que pinta a finales del XVIII y una mujer negra que accede a la ciudadan¨ªa o, mejor dicho, a la categor¨ªa de ser humano, son personas que han de sentirse "extranjeras en su casa". Es el t¨ªtulo de otra exposici¨®n pariense, en este caso en el Louvre, concebida por la escritora y premio Nobel Toni Morrison, y que durar¨¢ hasta el 15 de enero. Morrison es tambi¨¦n mujer y negra. Afro-americana, tal y como ella prefiere autodenominarse. Extranjera en tanto que "afro", en su casa porque "americana". A Morrison le han pedido que desarrolle el tema que ella ha elegido, la idea de Foreigner's home, a partir de las colecciones del Louvre. En esa tarea de proponer una visita personal, la escritora ha sido precedida por el jurista Robert Badinter, que se interes¨® por la representaci¨®n de la prisi¨®n a lo largo de los siglos; por el cineasta Peter Greenaway, que se centr¨® en las nubes, cambiantes y extra?amente significativas -cielos amenazantes, amaneceres prometedores, calmas y tempestades-; por el fil¨®sofo Jacques Derrida y su curiosidad por el dibujo que habla del hecho mismo de dibujar, y ser¨¢ seguida por el pintor Anselm Kiefer y el m¨²sico Pierre Boulez.
Toni Morrison arranca su reflexi¨®n a partir de una tela c¨¦lebre de G¨¦ricault, Le Radeau de la M¨¦duse, que remite a un esc¨¢ndalo pol¨ªtico -la incompetencia militar de la restauraci¨®n mon¨¢rquica- y a un drama humano. A la novelista la fascina la figura del hombre de color en la que se concentran todas las miradas, las de los espectadores pero tambi¨¦n las de los protagonistas de la tela, unos n¨¢ufragos desesperados que delegan sus escasas posibilidades de supervivencia en ese negro que agita un trapo rojo para reclamar atenci¨®n y socorro del nav¨ªo que se perfila en el horizonte.
El Louvre ofrece muchas posibilidades a quien quiere saber m¨¢s de c¨®mo uno puede ser o sentirse extranjero en su propia casa. En la Grecia antigua, en Egipto o en Asiria. En la calle, en el d¨ªa a d¨ªa, la sociedad francesa exige que la "otredad" -religiosa, ¨¦tnica, cultural, sexual- quede circunscrita a la esfera privada. En la p¨²blica todos los ciudadanos son -o eran- iguales. La escuela, la vida laboral y pol¨ªtica y el servicio militar serv¨ªan para fabricar franceses, relegando las diferencias a la intimidad del hogar o del esp¨ªritu. Hoy la maquinaria integradora no funciona. Sarkozy habla de incorporar la "discriminaci¨®n positiva", pero Toni Morrison, invitando al Louvre documentales sobre las llamadas black-divas -cantantes de ¨®pera negras que fueron aceptadas antes en Europa que en EE UU- evidencia hasta qu¨¦ punto esa famosa "discriminaci¨®n positiva" puede ser un paso atr¨¢s.
El fil¨®sofo George Steiner pretende que "el hombre no tiene ra¨ªces, sino piernas" pero la historia de la humanidad se cuenta a partir de las mil formas, m¨¢s o menos dram¨¢ticas, que acompa?an el sentirse extra?o o extranjero. La tolerancia respecto al "otro" acostumbra a ir acompa?ada de menosprecio e ignorancia: os dejamos existir tal y como sois pero nunca os consideraremos como nuestros iguales. El discurso multiculturalista o es eso, o es un elogio de la fusi¨®n de estupideces: Gran Hermano para todos pero cada cual con su bandera. La realidad multicultural ha existido siempre pero conlleva esfuerzo y violencia.
Morrison ha pedido al Louvre que invite ejemplos de supervivientes a ese esfuerzo y violencia: las citadas black-divas, al cineasta negro Charles Burnett, al core¨®grafo William Forsythe, o a otros escritores, como Michael Ondaatje o Assia Djebar. Al final, acompa?ada de todos sus amigos, convierte el Louvre en su propia casa y nos ense?a c¨®mo hac¨¦rnosla nuestra.Benoist retrata a una mujer negra como un modelo de belleza y no desde el exotismo
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