Liberales contra Bush
Por un lado, la derecha estadounidense, pol¨ªticos y comentaristas por igual, nos califica de t¨ªteres de Osama Bin Laden; por el otro, Tony Judt, en un art¨ªculo publicado en la London Review of Books, nos acusa a los liberales estadounidenses -sin distinci¨®n- de "haber tolerado la catastr¨®fica pol¨ªtica exterior del presidente Bush". Las dos acusaciones son rid¨ªculas.
La verdad es que la mayor¨ªa de los liberales nos hemos mantenido firmes en nuestras posiciones durante estos ¨²ltimos cinco nefastos a?os y hemos mostrado nuestra repulsa de las ruinosas pol¨ªticas del Gobierno de Bush. Por desgracia, los acontecimientos han venido a confirmar nuestros peores diagn¨®sticos. Los desastres de la era Bush son un resultado directo de su rechazo de los principios liberales. Y si queremos que Estados Unidos se recupere, habr¨¢ que empezar por restablecer esos principios.
Los liberales nos hemos opuesto a la guerra de Irak, porque es ilegal, imprudente y destruye los valores morales de nuestro pa¨ªs. Esta guerra ha alimentado y sigue alimentado a los yihadistas, cuya horrorosa e injustificable violencia qued¨® ampliamente demostrada en los ataques del 11-S y en las masacres de Espa?a, Indonesia, T¨²nez, Gran Breta?a y otros pa¨ªses. La guerra de Irak ha puesto en peligro la seguridad de EE UU y sus aliados.
Creemos que el Estado de Israel tiene el derecho fundamental de existir, libre de toda agresi¨®n, dentro de unas fronteras seguras pr¨®ximas a las que quedaron trazadas en 1967, y que Estados Unidos es especialmente responsable de la consecuci¨®n de una paz duradera en Oriente Medio. Pero el Gobierno de Bush se ha limitado a dar palos de ciego, obstaculizando las posibilidades de un acuerdo honorable entre Israel y Palestina, y alentando, sin embargo, los desproporcionados ataques de Israel en L¨ªbano.
Que no se nos malinterprete: creemos que en ciertas circunstancias se puede justificar el uso de la fuerza. Por eso apoyamos a las fuerzas militares estadounidenses que, junto con nuestros aliados, intervinieron en Bosnia, Kosovo y Afganist¨¢n. Pero la guerra debe ser un ¨²ltimo recurso. La confianza desmedida en las intervenciones militares de la que ha hecho gala Bush es ileg¨ªtima y contraproducente.
El uso indebido de la fuerza militar tambi¨¦n pone en peligro la libertad de los estadounidenses dentro de su pa¨ªs. El presidente se arroga la potestad para encarcelar durante a?os a ciudadanos norteamericanos sin un juicio que les permita defenderse de los delitos que se les imputan, y tambi¨¦n para intervenir sin orden judicial los tel¨¦fonos de los estadounidenses. Al mismo tiempo, el presidente firma cientos de "decretos ejecutivos" en los que impone su derecho a hacer caso omiso del Congreso. Semejante desprecio por los representantes del pueblo raya en la ambici¨®n mon¨¢rquica.
La pol¨ªtica antiterrorista de este Gobierno distrae la atenci¨®n del pa¨ªs de otras cuestiones acuciantes de justicia social y supervivencia medioambiental. El presidente pretende acabar de una forma implacable con el sistema de impuestos progresivos. Con la excusa de que es una medida patri¨®tica, impulsa unas reducciones fiscales inmensas para los ricos en detrimento de las pol¨ªticas que fortalecen la cohesi¨®n social.
Nuestro deseo es reencauzar el debate hacia las cuestiones que preocupan al estadounidense medio: el derecho a la vivienda y a la sanidad, la igualdad de oportunidades en el empleo, los salarios justos y un entorno sostenible ecol¨®gicamente ahora y para las generaciones futuras. La negaci¨®n de la realidad por parte de este Gobierno alcanza niveles alucinatorios cuando discute las afirmaciones de los cient¨ªficos en relaci¨®n con el cambio clim¨¢tico. Desoyendo los consejos de los expertos m¨¢s serios, ha intentado continuamente echar por tierra los acuerdos de Kyoto y se ha negado a llevar a cabo programas de ahorro de energ¨ªa. Nosotros insistimos en la necesidad de cortar por lo sano con esa escandalosa pol¨ªtica medioambiental. Puesto que somos el pa¨ªs m¨¢s contaminante del planeta, nuestro Gobierno deber¨ªa ponerse a la cabeza en la lucha por reducir el efecto de los gases invernadero.
Su desprecio por la ciencia es s¨®lo una parte de un desd¨¦n m¨¢s general por la raz¨®n. En cualquier campo, ya sea la investigaci¨®n cient¨ªfica, la teor¨ªa de la evoluci¨®n, el control de natalidad, la pol¨ªtica exterior, el precio de los medicamentos o la forma en que se toman las decisiones, el Gobierno de Bush se ha empe?ado en ir en contra de toda l¨®gica. El compromiso p¨²blico con la raz¨®n es la base de toda democracia pluralista. Pero el Gobierno actual, s¨®lo preocupado por mantener contenta a su ala m¨¢s derechista, ha socavado esta verdad de nuestros Padres Fundadores.
El Gobierno de Bush no ha conseguido proteger a sus ciudadanos de la cat¨¢strofe. Ni de los enemigos extranjeros el 11-S, ni del hurac¨¢n que asol¨® la Costa del Golfo en 2005. Ha llevado la guerra de Irak a un callej¨®n sin salida y se muestra incapaz de presentar una estrategia veros¨ªmil para poner fin a nuestra intervenci¨®n militar. Insistimos en que EE UU ha de defenderse de sus enemigos reales: los islamistas radicales que quieren atacarnos. Pero la seguridad no requiere torturar a nadie ni negarle las garant¨ªas b¨¢sicas de un proceso judicial. Por el contrario, lo ¨²nico que ha conseguido este Gobierno con su actuaci¨®n ilegal y sus violaciones de la Convenci¨®n de Ginebra es da?ar nuestro estatus moral y nuestra capacidad para combatir a ciertos ide¨®logos violentos. Defendiendo la tortura, el Gobierno de Bush adopta precisamente el tipo de relativismo ¨¦tico que pretende condenar. Mientras tanto, se niega a enfrentarse a su responsabilidad respecto a las violaciones de los derechos humanos en Abu Ghraib, Guant¨¢namo y otros lugares.
Creemos que los abusos de poder que han caracterizado el mandato de Bush no se le deben imputar s¨®lo a ¨¦l y al vicepresidente, sino a todo el movimiento conservador que lleva d¨¦cadas minando la capacidad de los gobiernos para actuar razonable y eficazmente por el bien com¨²n. Amamos a nuestro pa¨ªs, pero el verdadero patriotismo no consiste en bravuconadas y calumnias. Reside en la fidelidad a nuestros ideales constitucionales. Somos una rep¨²blica, y no una monarqu¨ªa. Creemos en el imperio de la ley, y no en las c¨¢rceles secretas. Nos llevar¨¢ tiempo reparar los da?os. Nos llevar¨¢ m¨¢s tiempo que vencer en las urnas a la derecha.
(*) Bruce Ackerman es profesor de Ciencias Pol¨ªticas en la Universidad de Yale. Todd Gitlin es profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad de Columbia. Firman tambi¨¦n este manifiesto Robert Dahl, James K. Galbraith, Arthur Schlesinger y 40 personalidades m¨¢s. Traducci¨®n de Pilar V¨¢zquez. ? American Prospect, 2006. Distribuido por Agence Global.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.