Siempre nosotros
1Algunos amigos son imprevisibles. Ra¨²l Escari, por ejemplo. Fuimos (tengo que suponer que seguimos si¨¦ndolo) amigos en los d¨ªas que viv¨ª en Par¨ªs. Regres¨® a Argentina hace unos a?os. Cuando en abril pasado estuve en Buenos Aires, vino a verme al hotel de la Recoleta con el manuscrito de su Autobiograf¨ªa. Hasta aqu¨ª digamos que todo normal. Pero con Escari nada suele ser nunca normal. No s¨¦ si porque fue el inventor de esl¨®ganes del Mayo franc¨¦s y uno de ellos era aquel que hablaba de pedir lo imposible a la vida. El hecho es que en la recepci¨®n del hotel a¨²n recuerdan que les entreg¨® el manuscrito de su Autobiograf¨ªa y les encarg¨® que lo fotocopiaran para que yo pudiera leerlo. Fue como confundir recepci¨®n con la barra de un bar y, en lugar de las llaves, pedir un whisky. En vano le explicaron que hab¨ªa una casa de fotocopias cruzando la calle. No s¨¦ c¨®mo lo hizo, pero insisti¨® con gracia y consigui¨® lo imposible y se march¨® de all¨ª habi¨¦ndome dado copia de su manuscrito.
En su autobiograf¨ªa habla de Roland Barthes, Copi, Marguerite Duras, William S. Burroughs, Severo Sarduy y otros amigos suyos de los d¨ªas de Par¨ªs. La acaba de publicar en Buenos Aires con el t¨ªtulo de Dos relatos porte?os. En una entrevista en P¨¢gina 12 le han preguntado si es verdad que se fum¨® las cenizas de su amante y amigo Copi. Para Escari el episodio tiene su gracia y su efectismo, pero no refleja lo que ha querido hacer en su libro. El caso es que en la entrevista cuenta que al d¨ªa siguiente de que incineraran a Copi, los tres amigos m¨¢s cercanos del escritor -Michel Cressole, Guy Hocquenghem y ¨¦l mismo- fueron en Par¨ªs a la casa de la China, que era como llamaban a la madre de Copi: "Sobre la mesa estaba la cajita con la marihuana. La madre hac¨ªa poco que hab¨ªa llegado y hablaba mal franc¨¦s. Y se hab¨ªa pasado cuidando a Copi en el hospital, ella no dorm¨ªa, deb¨ªa de estar muy cansada. Michel, que era el m¨¢s atrevido le dijo: 'China, ?podemos hacer una pipa de hasch?' 'Bueno', dijo ella. Fumamos. Despu¨¦s, Michel agarr¨® la cajita y le dijo: '?Usted puso las cenizas de Copi aqu¨ª?'. Y ella le contest¨® que s¨ª. Tiempo despu¨¦s, Michel me dijo: '?Te acord¨¢s cuando nos fumamos las cenizas de Copi?' Yo no me acordaba, ni estoy seguro".
2
Otro amigo, Ednodio Quintero, llama por tel¨¦fono y me suelta de golpe: "Tokio no mata". Un breve silencio. "?Ah!", digo. Escucho de fondo el ruido de un ferrocarril que pasa. Y no tardo en enterarme de que es un tren nip¨®n que cruza por una barriada oriental de Tokio desde la que mi amigo me llama. Sab¨ªa que Ednodio estaba viviendo en Jap¨®n, pero no esperaba que me llamara desde all¨ª. Cuando viv¨ªa en M¨¦rida, en su bella ciudad venezolana, no llamaba nunca. Ednodio pasa a hablarme de dentaduras. Me cuenta que una moda juvenil en Tokio consiste en exhibir unos dientes bien feos. Muchas chicas se compran dientes de vampiros para estar horrendas y m¨¢s al d¨ªa. Tambi¨¦n est¨¢ de moda all¨ª ir a las fiestas con una maleta. Se hace en Tokio mucha vida en la calle, y la maleta ha cobrado un car¨¢cter casi de necesidad. La ciudad, seg¨²n Ednodio, est¨¢ llena de gente que lleva su casa / maleta encima porque, por las distancias y otros ajetreos, no pueden regresar a veces f¨¢cilmente a sus lejanos hogares. No hay que ver todo esto con ojos de susto, trata de explicarme Ednodio. Un breve silencio entre Tokio y Barcelona. "Tokio no mata", vuelve a decirme, y se despide.
3
"Uno es su ni?ez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios" (Sergio Pitol).
4 Gon?alo M. Tavares ha fundado un barrio port¨¢til, un maravilloso Chiado literario -que jam¨¢s arder¨¢- donde compran el pan y toman el aperitivo el se?or Val¨¦ry, el se?or Juarroz, el se?or Walser, el se?or Henri (Michaux), el se?or Calvino, el se?or Brecht y otros.
Tavares anda estos d¨ªas entre nosotros presentando dos de sus libros, El se?or Valery y Un hombre: Klaus Klump. Me han dicho que en Madrid ha evocado en p¨²blico c¨®mo naci¨® nuestra amistad: cantando los dos a voz en cuello en Parati, Brasil, Quisiera tener un mill¨®n de amigos. Tavares (Angola, 1970) publica un promedio de siete libros al a?o y triunfar¨¢, eso es algo que se ve venir. Hasta me extra?a que los editores espa?oles no le hubieran percibido y traducido antes. Su barrio de los se?ores Brecht y compa?¨ªa, que compran el pan y toman el aperitivo, es de una originalidad importante. De momento, s¨®lo ha llegado el se?or Val¨¦ry, pero los dem¨¢s ya tienen la maleta, seguramente japonesa, preparada.
5"Nosotros, siempre nosotros... m¨¢s algunos amigos" (Roland Barthes).
6 Si no recuerdo mal, Barthes tambi¨¦n dec¨ªa que as¨ª como se puede descomponer el gusto del t¨¦, aparentemente tan especial, en unos cuantos elementos cuya sutil combinaci¨®n produce toda la identidad de la sustancia, asimismo la identidad de cada amigo, lo que le convierte en amable, depende de una combinaci¨®n delicadamente sofisticada y, por ello, absolutamente original, de rasgos m¨ªnimos reunidos en escenas fugitivas, d¨ªa a d¨ªa. Cada uno despliega ante nosotros la escenificaci¨®n brillante de su originalidad.
Ma?ana voy a Praga, donde ver¨¦ al escritor I?aki Abad, un amigo de N¨¢poles que vive en la ciudad de Kafka desde hace tres a?os y con el que siempre hay conversaciones para el recuerdo. Como no leer¨¢ estas l¨ªneas, no sabr¨¢ que ser¨¢ con ¨¦l con quien haga mi primera prueba de fuego o experimento de investigaci¨®n del estado actual de mis amistades: tratar de cazar la esencia de la diariamente renovada originalidad de cada uno de mis amigos, y festejarlo luego con los peque?os ritos de la amistad.
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