Una nueva izquierda
Quien deseaba, tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, que la imaginaci¨®n pol¨ªtica de la izquierda -liberada del dogmatismo marxista- alcanzara el poder, siente una profunda decepci¨®n.
Es poco probable que los pa¨ªses europeos sigan siendo Estados modernos, acomodados y avanzados, si los partidos pol¨ªticos de Europa siguen actuando como jubilados. Estoy horrorizado ante la falta absoluta de an¨¢lisis sobre la situaci¨®n de Europa en el mundo y de nuevas ideas que exploren lo pol¨ªtico.
?D¨®nde est¨¢ la izquierda? Callada. ?Qu¨¦ dicen los sindicatos? Han enmudecido. ?Qu¨¦ proponen los intelectuales? Nadie responde. Si realmente hay algo por cosechar, son las contradicciones podridas del ¨¢rbol de la ciencia de la derecha.
El pensamiento ha perdido su capacidad pol¨ªtica respecto a todos aquellos problemas que mueven el mundo, desde la protecci¨®n del medio ambiente, pasando por la interdependencia de la econom¨ªa mundial, hasta los movimientos migratorios y las cuestiones regionales y globales referentes a c¨®mo alcanzar la paz. Todo aquello que da fuerzas al nacionalismo en Europa es, ir¨®nicamente, de ¨¢mbito internacional: el desempleo masivo, la afluencia de refugiados, las guerras y el terrorismo.
?Y qu¨¦ hay de la izquierda? Como tantas otras cosas, la izquierda se ha desmigajado y pluralizado. Si por un lado se diferencia lo "proteccionista" de lo "abierto al mundo" y por el otro lo "nacional" de lo "transnacional", entonces se pueden distinguir cuatro maneras de ser hoy de izquierdas: la proteccionista, la neoliberal (la tercera v¨ªa), la que vive encerrada en su ciudadela y la cosmopolita.
En todas partes se reclama "flexibilidad", lo que al fin y al cabo quiere decir que un patr¨®n tiene el poder de despedir a su empleado con m¨¢s facilidad. Los empleos ser¨¢n m¨¢s f¨¢cilmente rescindibles, lo que significa "renovables". La consecuencia es que cuantas m¨¢s relaciones de trabajo sean "desregularizadas" y "flexibilizadas", m¨¢s r¨¢pidamente se transformar¨¢ la sociedad de trabajo en una sociedad del riesgo, en la que ni el modo de vida, para los individuos, ni las medidas, para el Estado y la pol¨ªtica, ser¨¢n previsibles.
La izquierda proteccionista se ha formado oponi¨¦ndose a esta pol¨ªtica econ¨®mica de la inseguridad. Su hechizo y su ant¨ªdoto: la negaci¨®n colectiva de la realidad. Estos representantes victoriosos de un proteccionismo del Estado social, nacional y de izquierdas sencillamente no quieren admitir que la crisis del sistema social no es coyuntural.
Acaba una ¨¦poca, que en Europa ha dado la impresi¨®n de que efectivamente hubieran sido resueltos todos los grandes retos para garantizar a la mayor¨ªa de las personas una vida segura y en libertad. Quien considere sagrado el volumen y el nivel de las prestaciones del Estado del bienestar -ante los previsibles desplazamientos en la pir¨¢mide de poblaci¨®n, ante la reducci¨®n de la oferta de trabajo retribuido en el capitalismo digital y ante el aumento de demanda de trabajo retribuido- pone en peligro todo el conjunto.
El nacionalismo miope de la izquierda proteccionista (a la que tienden tambi¨¦n comunistas y ecologistas) hace m¨¢s f¨¢cil convertirse a la derecha xen¨®foba. Pues en la defensa del "nacionalismo del bienestar" las ideolog¨ªas de la derecha y de la izquierda van de la mano.
La izquierda neoliberal se toma en serio el desaf¨ªo de la globalizaci¨®n, busca un nuevo v¨ªnculo entre el Estado nacional y el mercado global, formulado en el programa pol¨ªtico de la tercera v¨ªa, en particular en el Nuevo Laborismo. En palabras de Anthony Giddens, se trata de un intento de adaptar el programa de la socialdemocracia a un mundoque en las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas ha cambiado radicalmente. Precisamente la izquierda neoliberal se ha creado una identidad oponi¨¦ndose a la izquierda proteccionista. Por un lado, quiere acceder a las "nuevas realidades" con una pol¨ªtica reformista de izquierdas. Por el otro, sigue estando atada al contenedor mental y a la idea de hacer pol¨ªtica de ¨¢mbito nacional. Quien quiera cambiar algo bajo estas premisas incuestionables tiene que ser "injusto", restar y rechazar derechos.
Los reformadores neoliberales del Estado social pueden buscar con raz¨®n la comprensi¨®n y la aprobaci¨®n para esta "necesidad patri¨®tica" de ser obligatoriamente injustos. Sin embargo, fracasan en el hecho de que el margen de maniobra de los Estados se ve reducido al dilema entre financiar un menor nivel de pobreza a cambio de un alto nivel de paro (como ocurre en la mayor¨ªa de pa¨ªses europeos) o bien aceptar una pobreza evidente con un nivel de paro algo menor (como en Estados Unidos).
La izquierda que vive encerrada en su ciudadela (dif¨ªcil de distinguir de una derecha tambi¨¦n encerrada en su ciudadela) muestra los dientes cuando entra en contacto con los extranjeros.
La Uni¨®n Europea est¨¢ a favor de proteger las fronteras nacionales con remedios europeos. Los Estados con una econom¨ªa fuerte siguen una pol¨ªtica de doble moral econ¨®mica, al reclamar a otros pa¨ªses los principios de la econom¨ªa libre de mercado, mientras que protegen su mercado interno de los "ataques extranjeros". Y esto no s¨®lo es aplicable a la competencia econ¨®mica, sino especialmente a la inmigraci¨®n.
En lugar de ver en una pol¨ªtica de apertura a la inmigraci¨®n controlada una ventaja estrat¨¦gica para la Europa dram¨¢ticamente envejecida, se valora la inmigraci¨®n de manera globalmente negativa y se responde a ella con la construcci¨®n de la "Europa fortaleza", con amplio consenso de partidos y Gobiernos.
Muchos opinan que la izquierda cosmopolita es una izquierda idealista sin aparatos de partido y sin posibilidades de llegar al poder. A esto puede responderse: existe una afinidad electiva escondida entre las cuestiones del poder y las cuestiones de la igualdad. Se puede incluso decir que la cuesti¨®n de la igualdad se ha convertido en el n¨²cleo de la cuesti¨®n del poder. Esto es v¨¢lido en el marco nacional, pero tambi¨¦n en la interrelaci¨®n a la vez local y mundial entre las culturas y las religiones.
La renuncia a la utop¨ªa significa la renuncia al poder. La renuncia abierta a la utop¨ªa es un cheque en blanco al abandono de la pol¨ªtica por parte de la propia pol¨ªtica. S¨®lo quien es capaz de entusiasmarse, gana apoyos y conquista el poder.
El redescubrimiento de la cuesti¨®n de la igualdad es, al fin y al cabo, m¨¢s realista que el supuesto realismo de los pragm¨¢ticos del "ir tirando". Sin embargo, presupone una idea de la pol¨ªtica distinta, no nacional.
Todos los Gobiernos y todos los partidos pol¨ªticos se plantean la cuesti¨®n clave de c¨®mo limitar pol¨ªticamente los riesgos desenfrenados del flujo de capital mundial. ?Por qu¨¦ no hacer entonces ambas cosas? ?Ahorrar al m¨¢ximo y desarrollar y explorar de nuevo la pol¨ªtica en el ¨¢mbito transnacional, para as¨ª crear las condiciones para poder organizar los mercados globales y las soluciones a los problemas clave nacionales?
La respuesta a la globalizaci¨®n consiste en una mejor coordinaci¨®n internacional de las pol¨ªticas nacionales; en controles supranacionales de los bancos y de las instituciones financieras m¨¢s fuertes; en una reducci¨®n de la competencia fiscal desleal entre los Estados, y en una colaboraci¨®n m¨¢s estrecha entre las organizaciones transnacionales y la consolidaci¨®n de ¨¦stas conforme a una mayor flexibilidad pol¨ªtica y legitimidad democr¨¢tica. ?stas son v¨ªas, quiz¨¢s las ¨²nicas, para recuperar el margen de maniobra nacional de la pol¨ªtica. El camino para alcanzarlo es el m¨¦todo del realismo cosmopolita. Un toma y daca multilateral con el que, al final, cada uno pueda solucionar mejor sus problemas nacionales.
El vac¨ªo de legitimidad de las empresas transnacionales es evidente y temen la fragilidad de sus mercados. A largo plazo, no pagar impuestos y reducir o deslocalizar puestos de trabajo no deber¨ªa ser suficiente para recuperar la confianza y estabilizar mercados. ?Por qu¨¦ entonces no seguir la estrategia pol¨ªtica combinada? Por un lado, reducir los costes de trabajo y, por el otro, plantear abiertamente la pregunta de con qu¨¦ contribuyen a la democracia en Europa las empresas que obtienen cada vez m¨¢s beneficios con cada vez menos trabajo.
?Por qu¨¦ no reconocer la diversidad de trabajos aut¨®nomos precarios y hacer que esta autonom¨ªa precaria sea previsible para los individuos, gracias a una pol¨ªtica social de protecci¨®n b¨¢sica (prestaciones de salud y pensiones independientes de las ganancias, financiadas por todos)? ?Y por qu¨¦ no hacer posible que las personas tengan por un lado mayor independencia, allanarles el camino y crear un marco de condiciones para ello, y por el otro reforzar las competencias del Estado y fundar de nuevo la cultura democr¨¢tica y la igualdad social?
?stos son los trabajos de H¨¦rcules con los que una izquierda cosmopolita puede desarrollar su perfil y su autoconciencia, y probar su eficacia.
La recuperaci¨®n del poder y de la utop¨ªa son dos caras de la misma moneda. Cuanto m¨¢s peque?a sea la pol¨ªtica, cuanto m¨¢s dependiente se haga de la propia adaptaci¨®n a las presuntas leyes del mercado, tanto m¨¢s d¨¦bil ser¨¢, hasta que acabe con ella misma y se entierre. Tambi¨¦n vale lo contrario.
Cuanto m¨¢s imaginativa, m¨¢s cre¨ªble y grande en su entusiasmo se convierta la pretensi¨®n de hacer pol¨ªtica, tanto m¨¢s fuerte ser¨¢, porque reactivar¨¢ su propia l¨®gica interna y su independencia frente a la din¨¢mica de la econom¨ªa mundial.
Muchos se atrincheran, se conforman y murmuran mientras pasan el rosario de los posmodernos (fin de la pol¨ªtica, fin de la historia...); entretanto, a su alrededor vuelve a irrumpir lo pol¨ªtico. Pero precisamente en el sentido de una nueva idea de lo pol¨ªtico que cabe reconocer, comprender y ensayar.
Ulrich Beck es profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad de M¨²nich. Traducci¨®n de Mart¨ª Sampons.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.