Discurso de la bicicleta
La estrategia para acabar con el terrorismo seguida por el Gobierno podr¨ªa estar aproxim¨¢ndose a un punto ciego. Como ya sucedi¨® en ocasiones anteriores, los terroristas y su entorno parecen estar multiplicando acciones y mensajes semejantes a los que, en el pasado, precedieron al retorno a la violencia, al tiempo que el Gobierno no intenta ocultar su creciente decepci¨®n. La oposici¨®n, por su parte, da muestras de tener prisa por cobrar los r¨¦ditos electorales de una operaci¨®n que considera definitivamente fracasada, a juzgar por el mezquino documento de exigencias al Ejecutivo que hizo p¨²blico hace apenas unos d¨ªas. En realidad, se trataba del ¨²ltimo movimiento para colocarle tras los talones la l¨ªnea de no retorno: se exige a grandes voces que el Gobierno abandone la v¨ªa emprendida para que, de hecho, no le quede otro remedio que enredarse en ella.
Si al final resultara que, seg¨²n todos los indicios, los terroristas han iniciado el desenganche, s¨®lo existir¨ªa una salida honrosa para las fuerzas democr¨¢ticas, para un Gobierno que tal vez no debi¨® haber empezado a solas lo que empez¨® y para una oposici¨®n que nunca debi¨® hacer lo que hizo: la salida de parar m¨¢quinas, de volver a un m¨ªnimo consenso y dejar que sean los terroristas, y s¨®lo ellos, quienes tengan que tomar la decisi¨®n de quedarse donde est¨¢n o volver abiertamente a las andadas. Al menos en este punto, no son los dem¨®cratas los que debieran estar divididos, sino los terroristas y su entorno. Sobre ellos tendr¨ªa que pesar el riesgo de la escisi¨®n y no sobre nosotros el fantasma de la fractura pol¨ªtica y social. Entre otros motivos porque si son ellos los que se dividen, puede que algunos acaben por tomar distancia e, incluso, desistir de la carrera criminal, seg¨²n ocurri¨® al inicio de la Transici¨®n. Pero si, por el contrario, fu¨¦ramos nosotros los que padeci¨¦semos la fractura, entonces les habr¨ªamos puesto f¨¢cil encastillarse en la inmoral ambig¨¹edad de sostener, por un lado, que "la rama de olivo" sigue levantada, mientras que, por el otro, intentan abrasar a un polic¨ªa.
Parar las m¨¢quinas tendr¨ªa que significar, en cualquier caso, parar las m¨¢quinas, todas las m¨¢quinas, en todas y cada una de las instancias pol¨ªticas. Estar¨ªan fuera de lugar, as¨ª, los llamamientos del Parlamento y el Gobierno vascos a favor del mantenimiento del di¨¢logo cuando, en contra de las previsiones de la resoluci¨®n del Congreso, con la que tambi¨¦n se comprometieron los partidos nacionalistas, la violencia ha vuelto a aparecer. Puede que resulte irresistible en algunos sectores del nacionalismo la tentaci¨®n de continuar apelando a la esperanza y, apoy¨¢ndose en ella, avanzar en la constituci¨®n de la mesa de partidos, como f¨®rmula para desembarrancar. Es m¨¢s, puede que los terroristas y su entorno conf¨ªen en que, bajo la presi¨®n de sus acciones, los contactos se aceleren y hasta lleguen a dar alg¨²n resultado, con lo que podr¨ªan apuntarse el remedo de ¨¦xito que necesitan para ofrecer lo que, seguramente, disfrazar¨ªan como un ¨²ltimo gesto de buena voluntad. Nadie que no pertenezca a los sectores del nacionalismo dispuestos a continuar a pesar de la violencia se dejar¨ªa arrastrar por esa pendiente pol¨ªtica, con lo que, al final, el discurso de la esperanza, o en fin, de la bicicleta, seg¨²n la met¨¢fora poco inspirada del lehendakari, no acabar¨ªa en otra cosa que un nuevo mon¨®logo entre nacionalistas, como el que ya se produjo, y fracas¨®, durante la tregua anterior.
Si la estrategia en vigor para acabar con el terrorismo se estuviese aproximando, en efecto, a un punto ciego, el momento volver¨ªa a ser, con tantas o m¨¢s razones que hasta ahora, el de recuperar la unidad de los dem¨®cratas, de todos los dem¨®cratas, no el de lanzarse al reparto de cascotes o de beneficios.
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