De dulzura de colonias a amargura de barrios
Leo con avidez las noticias de la victoria de S¨¦gol¨¨ne Royal en las primarias para la designaci¨®n del candidato socialista en las pr¨®ximas elecciones a la jefatura de Estado de Francia. Tanto se ha dicho a lo largo de estos meses -y en ocasiones tan torcido, avieso e insultante- que uno siente temor de contribuir a semejante trituradora medi¨¢tica. F¨¢cil no lo ha tenido. De manera que la victoria, adem¨¢s de rotunda, debe tener para ella algo de desquite personal.
Con todo, entre el aluvi¨®n de datos, uno de corte biogr¨¢fico llama la atenci¨®n. La candidata a la presidencia de la rep¨²blica no naci¨® en Francia. O s¨ª, bueno, en esa ambig¨¹edad est¨¢ la cuesti¨®n. Naci¨® en Dakar, ahora capital de Senegal, en 1953. Es decir, siete a?os antes de que se produjera en 1960, en la antigua ?frica Occidental Francesa, la independencia de Senegal, N¨ªger, Togo, la parte francesa de Camer¨²n, Congo-Brazzaville, Alto Volta (despu¨¦s Burkina Faso), Mal¨ª, Costa de Marfil, etc¨¦tera. La raz¨®n del lugar de su nacimiento es t¨ªpica de la ¨¦poca de la douceur des colonies. Pues su padre, el coronel Jacques Royal, hijo del general Florian Royal, sigui¨® el periplo de los militares franceses destinados en la Francia de ultramar. Mucho se ha escrito sobre la relaci¨®n de la actual candidata con su padre. Al decir de lo escrito, un padre desp¨®tico, cuartelero y ultra nacionalista. En cualquier caso, un padre -en este punto no siempre concuerda con precisi¨®n lo le¨ªdo por curiosidad- que particip¨® en las campa?as de Indochina y Argelia; es decir, en el ocaso del colonialismo franc¨¦s.
La peque?a S¨¦gol¨¨ne vivi¨® despu¨¦s de ?frica en otro de los lugares m¨ªticos de esa Francia exterior al "hex¨¢gono", La Martinica. A pesar de su estatuto de autonom¨ªa de 1983, la isla es Francia y, por tanto, parte de la Uni¨®n Europea (la hibridaci¨®n de la geograf¨ªa f¨ªsica y de la geograf¨ªa pol¨ªtica tienen curiosas s¨ªntesis como la de estos caribe?os europeos). Senegal y La Martinica dieron dos de los m¨¢s significativos y sofisticados miembros del movimiento de la negritud: L¨¦opold S¨¦dar Senghor, inspirador de la revista Pr¨¦sence Africaine (Presencia Africana, de 1947), primer presidente de Senegal, y Aim¨¦ C¨¦saire, ambos poetas y pol¨ªticos. En 1950, tres a?os antes del nacimiento de S¨¦gol¨¨ne Royal en Dakar, Aim¨¦ C¨¦saire escribi¨® un texto cardinal: Discurso sobre el colonialismo, un texto crudo, radical a la vez que razonable, donde ni unos ni otros quedan a salvo en lo que respecta a la Europa colonizadora. Pero en 1956, tres a?os despu¨¦s de su nacimiento, escribi¨® la no menos impactante Carta a Maurice Thorez, por entonces secretario general del Partido Comunista Franc¨¦s. All¨ª criticaba su chovinismo inconsciente, el pensar que no cabe m¨¢s desarrollo que el producido en Europa, "su hostilidad frente a lo que llaman con desd¨¦n relativismo cultural" (cierto, antes de Zaplana y el papa Ratzinger hubo otros anti-relativistas). Esa fue su despedida del Partido Comunista Franc¨¦s para fundar el Partido Progresista Martiniqu¨¦s.
A partir de esos textos y esos pensadores se aceleraron los movimientos anticoloniales. En aquel a?o de 1960 la candidata a la presidencia de la rep¨²blica ten¨ªa siete a?os; despu¨¦s, ya universitaria, vino la rotura de aquellas fraternidades que hab¨ªan conseguido la independencia de sus pa¨ªses. Hubo otros textos y otras personalidades, pero tanto Senghor como C¨¦saire llegaron a ser, como ning¨²n otro, figuras centrales de la intelectualidad de la metr¨®poli. Dos hombres que nacieron donde S¨¦gol¨¨ne Royal naci¨® y pas¨® los primeros a?os de su vida.
No creo que haya ninguna insuperable determinaci¨®n de la personalidad a partir de la infancia. Pero s¨ª pienso que los a?os primeros de vida y formaci¨®n caracterizan nuestra sensibilidad, califican de forma no por difusa menos efectiva el foco de nuestra atenci¨®n. Quiz¨¢ S¨¦gol¨¨ne Royal tenga una ventaja extra, frente a sus rivales, cuando se trata de comprender cu¨¢l ha sido el paso desde la dulzura de los colonos en las colonias a la amargura de las banlieuesards en los barrios.
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