L¨ªbano descompuesto... ?y la FINUL?
Si la tensi¨®n en L¨ªbano ya era dif¨ªcilmente soportable en estos ¨²ltimos meses, el asesinato de Pierre Gemayel -ministro de Industria, apoyo principal del primer ministro, v¨¢stago de una de las principales familias pol¨ªticas del pa¨ªs y significado cr¨ªtico contra Siria, en su calidad de dirigente de la falange cristiana Kataeb- pone al pa¨ªs al borde mismo del colapso. Cabe decir que ¨¦sa es, al menos, la intenci¨®n de Hezbol¨¢ y sus socios en el intento por derribar al Gobierno de Fuad Siniora, con la pretensi¨®n de traducir el apoyo popular que ha recogido de su reciente enfrentamiento con Israel en poder pol¨ªtico para consolidar un sistema que obedezca a su radical visi¨®n del islam. Para lograrlo no ha tenido reparos en abandonar el Gobierno (junto con su nuevamente aliado Amal) y en plantear un ¨®rdago, en forma de movilizaciones sociales que haga visible su ascendencia pol¨ªtica m¨¢s all¨¢ de su natural feudo chi¨ª.
Son muchos los actores que se mueven en el escenario liban¨¦s con intenciones belicosas
Hezbol¨¢, aunque ya tenga capacidad para desarrollar su propia agenda, no act¨²a en solitario, sino que es obligado recordar que mantiene apoyos tan obvios en el conflicto actual como Siria, interesada en asegurarse el control de un pa¨ªs que a¨²n considera suyo, e Ir¨¢n, que lo utiliza como un instrumento para amenazar a Israel, en la medida en que trata de aliviar as¨ª la presi¨®n sobre ¨¦l mismo. A estos preocupantes factores se une un inquieto Israel, que debe estimar que Hezbol¨¢ mantiene una considerable capacidad de amenaza militar (al menos con unos 8.000 cohetes y misiles de diverso tipo, al margen de lo que le haya podido seguir llegando desde Siria en estos meses), consciente de que ha arruinado su imagen militar de vencedor incuestionable.
La confluencia de estos preocupantes elementos en el siempre inestable Oriente Pr¨®ximo hace muy dif¨ªcil adivinar qui¨¦n puede estar detr¨¢s de ese asesinato, pero hace prever, por el contrario, que se acabe produciendo una escalada sostenida de la violencia. Puede hacerlo Israel, liderado por un Gobierno tan debilitado como el de Ehud Olmert, en su intento de reverdecer viejos laureles en los campos de batalla y liquidar la amenaza que representa Hezbol¨¢, al tiempo que enviar¨ªa un mensaje claro a un Ir¨¢n que ya tiene en su punto de mira. Tambi¨¦n puede hacerlo Siria, intentando evitar que siga adelante la iniciativa de crear un tribunal internacional para castigar a los asesinos del ex primer ministro Rafik Hariri (pendiente a¨²n de la aprobaci¨®n parlamentaria y de la firma del prosirio presidente liban¨¦s). Asimismo, puede provocarla el propio Hezbol¨¢, tentado por la posibilidad de romper con las reglas de juego impuestas en los acuerdos de Taif (1989) para hacerse con los principales resortes del poder nacional.
En definitiva, son muchos los actores que hoy se mueven en el escenario liban¨¦s con intenciones belicosas y con capacidades suficientes para provocar un notable empeoramiento de la ya compleja situaci¨®n actual. Visto desde el exterior, y m¨¢s espec¨ªficamente desde una Espa?a interesada en la estabilidad mediterr¨¢nea y con tropas desplegadas en el marco de la FINUL reforzada, el panorama es cualquier cosa menos tranquilizador. La fuerza internacional desplegada en el sur de L¨ªbano est¨¢ lejos de completar el despliegue inicialmente previsto (15.000 efectivos), y no parece que realmente vaya a hacerlo en ning¨²n momento. Desde la base Miguel de Cervantes, cerca de Marjayun, donde est¨¢ instalado el cuartel de la Brigada Multinacional Este que lidera Espa?a, la visi¨®n de sus propias limitaciones debe estar generando una creciente inquietud. Por una parte, porque ya han comprobado suficientemente los problemas que acarrea un mandato tan restrictivo como el contemplado en la Resoluci¨®n 1.701 (verificar el cese de las hostilidades, controlar la L¨ªnea Azul entre Israel y L¨ªbano y apoyar el ejercicio efectivo de la autoridad del Gobierno en el sur del pa¨ªs), que les impide actuar para desarmar a Hezbol¨¢ o para frenar en su caso a unas tropas israel¨ªes (o sirias) que volvieran a convertir L¨ªbano en el territorio para dirimir sus diferencias. Por otra, porque saben sobradamente que la posibilidad de cumplir con sus funciones no depende tanto de sus propias capacidades como de la buena voluntad de otros. No pueden, por tanto, parar una hipot¨¦tica guerra (civil o internacional), en tanto quienes combatan no identifiquen a los miembros de la FINUL como objetivos expl¨ªcitos de la violencia; pero tampoco pueden abandonar sus posiciones, sin que los pa¨ªses con tropas sobre el terreno (y Espa?a es el tercer contribuyente) y la propia ONU no salgan malparados a los ojos de los libaneses y del resto de la comunidad internacional.
Est¨¢n sometidos, pues, a una din¨¢mica que apunta directamente a m¨¢s violencia, sin que sus medios y su mandato les permitan cumplir eficazmente sus misiones. En estas circunstancias lo deseable, al margen de lo que pueda ocurrir en el frente diplom¨¢tico (en el que no cabe esperar ninguna iniciativa internacional que cambie sustancialmente las bases de la situaci¨®n), ser¨ªa reforzar el mandato internacional para la FINUL, aumentar el n¨²mero de tropas y dotarlas de los medios para asegurar su propia defensa frente a lo que pueda venir y, sobre todo, para poder convertirse en un aut¨¦ntico pacificador.
La decisi¨®n de enviar 50 soldados m¨¢s y dos helic¨®pteros de transporte para reforzar a la Legi¨®n espa?ola, dada a conocer esta misma semana por el Ministerio de Defensa, no debe entenderse como parte de la necesidad planteada por este quinto asesinato pol¨ªtico en los ¨²ltimos 20 meses. Si hasta el pasado 7 de noviembre las tropas espa?olas no hab¨ªan recibido ning¨²n fuego enemigo, el nivel de descontrol en el que est¨¢ entrando el pa¨ªs hace pensar que eso puede volver a pasar muy pronto. El riesgo ya estaba asumido desde el principio, y por ello no se entender¨ªa una retirada cuando nada serio ha afectado a¨²n a las tropas de la ONU. Antes bien al contrario, por intereses propios en la regi¨®n y para estar a la altura de quien pretende identificarse como un activo constructor de paz, Espa?a (y la ONU) debe seguir all¨ª. El autoimpuesto l¨ªmite de no desplegar en el exterior m¨¢s de 3.000 soldados, que m¨¢s parece un argumento partidista, para evitar ser vistos como m¨¢s intervencionistas que gobiernos anteriores, que el reconocimiento de una incapacidad operativa real, no puede frenar la voluntad pol¨ªtica de contribuir decididamente a evitar el continuado deterioro de una crisis que ocurre ante nuestros ojos.
Jes¨²s A. N¨²?ez Villaverde es codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acci¨®n Humanitaria (IECAH, Madrid).
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