Philippe Noiret, actor
Encarn¨® la esencia del franc¨¦s en los filmes de Tavernier, Malle y Leconte
Para el espectador espa?ol Philippe Noiret se convirti¨® en un rostro identificable como el cojo traidor, gordo pero elegante, burgu¨¦s y con clase, de Topaz (1969), su breve encuentro con Alfred Hitchcock. Su aspecto f¨ªsico evocaba un queso, el camembert, con el que identificamos Francia. Y Noiret se convirti¨® en Francia. Reencontrarse con ¨¦l en la pantalla, en La Famiglia (1987), de Ettore Scola, en la que era la encarnaci¨®n "del franc¨¦s" como Gassman era "el italiano"; era un placer de dioses.
En su rostro de hombre bien alimentado pasaban todas las emociones -o ninguna- y pod¨ªamos leer en ¨¦l como en una p¨¢gina escrita con la mejor caligraf¨ªa. Pod¨ªa ser un asesino a sueldo profesional -Pierre Salvadori le vio as¨ª-, un polic¨ªa corrupto -Claude Zidi lo pretend¨ªa-, un gran burgu¨¦s educado -Rappeneau- o todo y su contrario a la vez. La filmograf¨ªa de Bertrand Tavernier lo prueba. En L'Horloger de Saint Paul (1973) era el mejor padre del mundo, que se pone al lado de su hijo criminal s¨®lo porque es su hijo y eso le basta; en Coup de torchon era un polic¨ªa de la Francia colonial que se pretend¨ªa Dios y que se dejaba llevar por una fr¨ªa furia asesina; tambi¨¦n fue el militar riguroso de La vie et rien d'autre, una historia que reivindicaba la dignidad individual de cada muerto en medio de la mayor masacre.
Hab¨ªa comenzado haciendo teatro, en el TNP de Jean Vilar, una voz formidable, modulable hasta el infinito, que se sent¨ªa inc¨®moda en un cuerpo demasiado grande, blando, un poco informe, de bonach¨®n sin car¨¢cter. Hab¨ªa una contradicci¨®n entre su cuerpo y la voz. Y sobre todo, entre la aparente falta de l¨ªmite f¨ªsico y el rigor estricto de sus composiciones. Noiret era muy grande, f¨ªsica y art¨ªsticamente. Agn¨¦s Varda, entonces fot¨®grafa del TNP, le hizo debutar en el cine, en una extra?a pel¨ªcula mitad documental, mitad tragedia, La Pointe courte. Era el a?o 1956 y Noiret hab¨ªa cumplido 25 desde su nacimiento en Lille pero parec¨ªa tener 30 o 35. No era un gal¨¢n joven y eso le molestaba. En 1960 Louis Malle le da un personaje que le reconcilia con ese espejo deformante que es la pantalla: Zazie dans le metro. El texto de Queneau, el tener que luchar con una mocosa en todos los planos, el poder beber buenos burdeos acompa?ando suculentos camemberts le indicaron el camino a seguir.
Enfermo desde hace a?os, Philippe Noiret segu¨ªa manteniendo su actividad profesional a un ritmo m¨¢s tranquilo pero vivo y exigente. Rodaba de todo, cine popular y de autor, comedias y cine de acci¨®n, al lado de grandes nombres o entre desconocidos. En todas partes era ¨¦l, ya fuese en Il postino o Cinema Paradiso; como Neruda o como proyeccionista que lo sabe todo del cine y de la vida. Era Noiret pero siendo ¨¦l consegu¨ªa tambi¨¦n ser el homosexual miedoso pero valiente al fin de Las gafas de oro -una gran novela y un filme que s¨®lo val¨ªa por Noiret-, el burgu¨¦s que no quiere meterse en l¨ªos pero que acaba con la mitad del ej¨¦rcito nazi en Le vieux fusil o el rabelesiano h¨¦roe de La grande bouffe (1973), que eleg¨ªa morir fornicando y comiendo. Le podemos recordar a trav¨¦s de todos su personajes, incluyendo el de un D'Artagnan artr¨ªtico o como compa?ero de locuras de Jean Rochefort y Jean Pierre Marielle -?que otras voces, que otros actorazos!- de la mano de Patrice Leconte. El puzzle de im¨¢genes es rico, variado y sabroso.
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