Identidad y modernidad
El principal m¨¦rito de la democracia es cambiar los gobiernos, m¨¢s que elegirlos seg¨²n Popper. El Consejo Municipal de Barcelona se propone aprobar definitivamente el Plan del Patrimonio Industrial y la modificaci¨®n del planeamiento aplicable a Can Ricart. La oposici¨®n ciudadana en defensa de este complejo industrial de indudable inter¨¦s hist¨®rico y muy adecuado a nuevos usos en la ciudad del siglo XXI considera esta aprobaci¨®n como la destrucci¨®n de un sistema coherente, que proporciona identidad integradora y diferencia atractiva a su entorno y que culmina una pol¨ªtica permisiva de demolici¨®n de parte del patrimonio industrial. Esta oposici¨®n ha dado lugar al encuentro entre actores ciudadanos diversos: desde colectivos vecinales hasta sectores profesionales e intelectuales. Una comisi¨®n ciudadana se ha constituido para promover una consulta popular. Y otras iniciativas van m¨¢s lejos, como las de investigar posibles intereses ocultos en esta discutible operaci¨®n. No es seguro que una decisi¨®n municipal poco justificada pueda ser ejecutada.
Tengo la impresi¨®n que la actual alcald¨ªa ha recibido una patata caliente. Los responsables de la operaci¨®n proceden del equipo anterior y han hecho de la cuesti¨®n un asunto de autoridad. Pobre es aquel que s¨®lo puede afirmar su autoridad en la ley y no en la raz¨®n, ni en el conocimiento ni en la capacidad de di¨¢logo. Y lamentable es el triste papel de los representantes de los partidos minoritarios del gobierno que han practicado un seguidismo servil, en contra de la voluntad de sus propios militantes. Esperemos que la renovaci¨®n tambi¨¦n les llegue a ellos.
He hablado con decenas de dirigentes asociativos, profesionales de la arquitectura y el urbanismo, gente del sector cultural, etc¨¦tera y nadie entiende la actitud municipal. ?Por qu¨¦ romper un conjunto que permite una edificabilidad similar a la prevista por el planeamiento y que puede convertirse en un ¨¢rea de centralidad para nuevas actividades posindustriales, comerciales y de ocio? Hoy nadie discute seriamente ni el valor hist¨®rico ni la oportunidad revalorizadora del entorno mediante un buen reuso de este conjunto. Es curioso que mientras en el Born se sigue una pol¨ªtica inmovilista, de protecci¨®n a ultranza de los restos arqueol¨®gicos, con el riesgo que acabe siendo una zona muerta si no se ejecuta un proyecto que sirva de base y de incitaci¨®n a actividades ciudadanas diversas en Can Ricart, una joya de nuestro reciente pasado industrial resulte tan dif¨ªcil hacer aceptar no tanto su conservaci¨®n como su reconversi¨®n aprovechando el valor del conjunto. ?Por qu¨¦?
Es f¨¢cil suponer en esta ¨¦poca de esc¨¢ndalos inmobiliarios la existencia de intereses econ¨®micos. Evidentemente existen por parte de la propiedad y quiz¨¢s por parte de algunos profesionales m¨¢s o menos pr¨®ximos a ¨¦sta. Estoy convencido de que no est¨¢ aqu¨ª la explicaci¨®n de la postura municipal. Puede haber algo de arrogancia pol¨ªtica, de despotismo poco ilustrado, de apresuramiento administrativo, de cansancio ante un proceso largo por la dificultad que han tenido los mismos responsables municipales en entender el tema. Y, haciendo un poco de psicoan¨¢lisis es posible que haya una voluntad subconsciente de borrar trazas de la industria y de la historia obrera, de no asumir la Barcelona que se llam¨® "rosa de fuego", de negar la ciudad marco del conflicto social.
Como a pesar de todo tengo alguna esperanza en el nuevo liderazgo municipal, a¨²n conf¨ªo en que se evite una decisi¨®n err¨®nea, perjudicial para la ciudad y de posibles efectos negativos para un gobierno que dentro de pocos meses debe afrontar elecciones.
Jordi Borja es ge¨®grafo-urbanista.
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