El guerrero improbable
Posiblemente es la fotograf¨ªa m¨¢s c¨¦lebre de Agust¨ª Centelles. Muchos de ustedes la reconocer¨¢n. Est¨¢ fechada el 19 de julio de 1936 y el escenario es la calle de la Diputaci¨® de Barcelona. Tres guardias de asalto est¨¢n parapetados detr¨¢s de dos caballos muertos o agonizando. Disparan sus fusiles contra un enemigo invisible que est¨¢ frente a ellos. Sobre uno de los caballos se sostiene el casco de acero de un soldado. En primer t¨¦rmino hay una caja de madera en posici¨®n vertical y, al fondo, unas l¨ªneas ondulantes de dos persianas met¨¢licas.
La fotograf¨ªa es de una intensidad extraordinaria y se convirti¨® en una de las m¨¢s emblem¨¢ticas de la Guerra Civil casi a la altura de la del miliciano alcanzado por un disparo realizado por Robert Capa. Hemos visto la foto de Centelles en multitud de ocasiones. Pero ahora comprobamos que el original no era exactamente como la fotograf¨ªa que record¨¢bamos. Hab¨ªa un cuarto hombre.
La transformaci¨®n de la imagen queda perfectamente explicada en la muy recomendable exposici¨®n dedicada a Agust¨ª Centelles, Las vidas de un fot¨®grafo 1909- 1985, que se realiza en La Virreina. Los visitantes se encuentran con el original de Centelles y con la figura del cuarto hombre que el propio fot¨®grafo cort¨®. En el montaje que se ofrece este cuarto hombre aparece y desaparece, altern¨¢ndose as¨ª la fotograf¨ªa universalmente difundida y lo que fue el negativo original.
Seguramente, en las circunstancias del momento, Centelles pens¨® que en aras de un mayor dramatismo propagand¨ªstico era mejor eliminar a este cuarto hombre. Esta, por ejemplo, es la opini¨®n de Miquel Berga, comisario de esta espl¨¦ndida exposici¨®n, quien defiende que el recorte es una consecuencia del sutil sentido del encuadre que ten¨ªa Centelles. Adem¨¢s, Berga, apoy¨¢ndose en los trabajos de Teresa Ferr¨¦, piensa que la fotograf¨ªa es el fruto de una escenificaci¨®n y una previsualizaci¨®n: Centelles ha sido testigo presencial de los hechos y, acabada la refriega, propone a los resistentes que escenifiquen de nuevo la batalla. Los argumentos son convincentes. Por lo dem¨¢s, no pocas fotograf¨ªas que han impactado al mundo han seguido un camino semejante.
Escenificaci¨®n o no, ?qu¨¦ hace el cuarto hombre irrumpiendo en el escenario tr¨¢gico? Berga lo describe como "un tipejo m¨¢s bien rid¨ªculo que, vestido con traje, empu?a un min¨²sculo rev¨®lver". En la mano izquierda sostiene algo que no acaba de divisarse bien. Balas, quiz¨¢. Estoy de acuerdo en que su eliminaci¨®n facilitaba el efecto ¨¦pico de la fotograf¨ªa. Sin embargo, creo que el original pose¨ªa m¨¢s lirismo porque entra?a m¨¢s contradicciones.
Me interesa este cuarto hombre, hasta ahora desconocido, al menos para m¨ª. Los otros tres forman un grupo compacto, coherente, los soldados que disparan siempre se parecen mucho entre s¨ª independientemente del bando al que pertenezcan. Pero este individuo vestido de civil es otra cosa. ?Es un tipejo rid¨ªculo? No lo s¨¦. Quiz¨¢ sea todo lo contrario, el aut¨¦ntico h¨¦roe, que no serv¨ªa para ilustrar la portada de Paris-Soir o News-week -con la fotograf¨ªa recortada de Centelles- pero reflejaba esa flaqueza humana tan poco apreciada en el mercado b¨¦lico.
?Qui¨¦n era este cuarto hombre? ?C¨®mo era este guerrero que, desde luego, parece tan poco dotado para la guerra?
Si la fotograf¨ªa es una escenificaci¨®n posterior a los hechos tenemos dos o tres hip¨®tesis. Este guerrero improbable era un guas¨®n de tomo y lomo que incluso en aquellas aciagas circunstancias se lo pasaba muy bien. Al ver que Centelles montaba la escena no dud¨® en desempe?ar su papel y empu?ando la pistola que le prestaron -hab¨ªa pistolas de sobra en aquellos d¨ªas- se enfrent¨® a inexistentes enemigos para conseguir la instant¨¢nea que envidiar¨ªan sus amigos. Acaso ni siquiera era un guas¨®n este cuarto hombre, sino s¨®lo un oportunista que sacaba provecho de la situaci¨®n. Pasaba por all¨ª, habi¨¦ndose asegurado bien de que los tiros ya se hab¨ªan acabado, y al constatar que Centelles invitaba a los combatientes a repetir su acci¨®n quiso colgarse una medalla que le permitir¨ªa presumir del valor que nunca hab¨ªa tenido.
Por el contrario, si la fotograf¨ªa no es una escenificaci¨®n y lo que hemos visto durante tantos a?os es una imagen directa del combate en la calle de la Diputaci¨® todo adquiere un rumbo bastante distinto. En este caso, el guerrero improbable se transforma en el protagonista de la escena. Los otros tres, atrincherados tras los caballos muertos, son guardias de asalto, son profesionales que adoptan una actitud marcial. Sus tres fusiles, perfectamente horizontales, tiran a dar.
El cuarto hombre, en cambio, es s¨®lo un aficionado, un ciudadano que se juega la piel por unas convicciones. Por eso no sabe lo que es ser un soldado y, lo que es peor, aparecer como tal. Va a cuerpo descubierto, sin pertrecharse, y se agacha torpemente ofreciendo al fot¨®grafo una fea joroba. No menos inest¨¦tico es el giro de su pierna izquierda, que deja a la vista un anti¨¦pico calcet¨ªn gris. Con todo, lo m¨¢s lamentable es c¨®mo empu?a la pistola. Es evidente que no tiene ninguna experiencia. En contraste con la horizontalidad de los tres fusiles de los guardias la punta de su rev¨®lver est¨¢ inclinada de modo que, si logra disparar, es probable que d¨¦ al cad¨¢ver de uno de los caballos.
Hay algo m¨¢s. Si la fotograf¨ªa no es una escenificaci¨®n, el cuarto hombre es un candidato a una muerte inminente. Cuando lo vi por primera vez, y antes de saber que la foto pod¨ªa ser una recreaci¨®n, me dije: he aqu¨ª un tipo que re¨²ne todas las condiciones para morir r¨¢pidamente. Fr¨¢gil, desamparado, algo grotesco, espectral. La imagen del hombre que pasa por el lugar inadecuado en el momento inadecuado. Restituy¨¦ndolo a la fotograf¨ªa original el guerrero improbable merece la resurrecci¨®n que ahora se le concede.
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